Capítulo XXXII

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*Astrid*

El horror de la noticia se murmura en cada uno de los rincones del castillo. El grito de dolor de Anastasia despertó a la mitad del castillo, ningún muro fue lo suficientemente grueso para apagar la ira de su corazón.

Han pasado varias horas desde el asesinato de los hijos de Anastasia y no habido rastros de ella.

Unos dicen que está en su alcoba llorando por la muerte de sus bebés. Otros dicen que está en las mazmorras del castillo torturando a los culpables. Algunos otros murmuran que sería mejor mantenerla vigilada porque no superará esta muerte y quizá piense que lo último que le queda es quitarse la vida.

Ninguna de las tres opciones me parece descabellada.

Mientras tanto nosotros no salimos de nuestra habitación, no podemos hacer nada para ayudar, solo seríamos un obstáculo para que encuentren al culpable.

La simple idea me da escalofríos. Quién sea que hizo esto, debe tener un corazón de hielo, para ser capaz de asesinar a dos bebés inocentes, y de esa manera tan horripilante.

-¿Podemos ir a los jardines? –pregunta aburrido Ricardo.

-No hijo, en un rato más... dejemos que los guardias hagan su trabajo.

Tuvimos que contarle lo sucedido a Ricardo de la manera menos explícita posible sobre el asesinato de Alexandra y Hans. Lloró ríos como si los hubiera conocido de toda su vida. Se me partió el corazón verlo de esa manera y no puedo ni imaginarme el dolor por el que está pasando Anastasia en estos momentos.

-Deja que el niño salga –reclama Danta estando acostado en la cama fuera de preocupaciones- Él no tuvo nada que ver, solo quiere jugar.

-No, está bien papá, escribiré una carta a mis amigos de Rusia... -dice Ricardo sentándose en el escritorio tomando una hoja de papel.

-No menciones lo que ha pasado, no todavía. –le advierto y él asiente.

Un fuerte sonido ensordecedor capta la atención de los tres haciendo que Dante se ponga de pie de prisa y Ricardo corra a mi lado. La pesada puerta de madera de la habitación cae y detrás de ella entran una docena de guardias. Justo atrás de todos ellos está Anastasia y en su mirada no se puede apreciar ninguna emoción más que odio, ira e impotencia.

-Llévense al niño de aquí. –ordena.

Un guardia carga a mi hijo y se aleja caminando.

-¡Mamá! –grita Ricardo asustado.

-¡Suelten a mi hijo! ¡Anastasia! ¿Qué está pasando? –digo desesperada.

-Dante Medici, yo la reina Anastasia Neufeld lo sentenció a muerte por el asesinato de la princesa Alexandra y el príncipe Hans. –dice sin siquiera voltearme a ver, su mirada se encuentra con la de mi esposo llena de rabia.

-Estás equivocada, él no...

-Debía hacerlo –me interrumpe Dante- No iba a dejar que esos niños arruinaran el futuro de nuestro hijo.

Siento un escalofrío recorrer todo mi cuerpo y las lágrimas se escapan de mis ojos.

-Llévenselo –ordena Anastasia.

Dante es escoltado por la mitad de los guardias y él no pone ninguna resistencia. Dante mató a los bebés. Dormí con el asesino.

-Anastasia, te juro que no sabía nada de esto.

-Claro que sabías, tú fuiste su cómplice.

-¡No sabía! –digo sollozando.

-No me estás escuchando –dice con tono frío- Tú fuiste su cómplice.

-Ana...

-No me interrumpas –dice- Ahora las cosas se van a hacer de la manera en qué yo diga. Dante será ejecutado por el asesinato de mis hijos, Nicholas será ejecutado por el asesinato de mi esposo y tú serás ejecutada por ser cómplice de tu esposo.

-Estoy embarazada... -susurro.

-Yo no soy un monstruo, esperaremos a que nazca tu bebé y exactamente el día en que cumpla los seis meses, tú perderás la cabeza.

-Ricardo me necesita.

-No, yo me haré cargo de él y de tu bebé como si fueran mis propios hijos. Nunca volveré tener hijos, así que una vez que yo muera Ricardo será el rey de Rusia y de Alemania. Tu hijo será el que una nuestras dos naciones.

-No los ejecutes, por favor...

-Tienes una simple decisión que tomar. ¿A quién prefieres salvar, a Dante o a Ricardo? ¿A quién prefieres a Nicholas o a tu bebé?

-No te atrevas a poner un dedo encima a mis hijos.

-Lo ves, fue una decisión muy simple.

-Quiero hablar con Dante. –demando.

-Tú no estás en la posición de exigir nada. Permanecerás aquí todo el tiempo hasta el día de tu sentencia. No irás a ningún lado sin la escolta de los guardias.

-Tengo que hablar con Dante, tiene que tener una explicación para todo esto.

-No es posible, en estos mismos instantes está siendo torturado y mañana en cuanto los primeros rayos de sol se asomen por la montaña, perderá la cabeza.

Se da la vuelta y se aleja con la cabeza en alto.

No puedo parar de temblar y mis piernas me fallan. Caigo de rodillas al piso y todo se vuelve borroso...

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