IV- Sueños Interconectados

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Al llegar la noche se acostó, ya el insomnio la tenía cansada por su situación. Amar a alguien solo en sueños, no era la mejor opción.

Ya no sabía si existía o era solo un fragmento que un poeta escribió.
Al cerrar los ojos, en el otro lado despertó, estaba él acariciando su piel, diciéndole: "Buenos días mi amor" como la última vez.

Ella no sabía como corresponderle, aunque por dentro latía muy fuerte su corazón. Un momento de tensión, no sabía si estaba bien decirle te amo a una persona que quién sabe si existió, o era sólo una parte de su imaginación y estaba cerca ese momento en que sonara el despertador.

Del otro lado estaba su amor, un vínculo verdadero de fantasía y proyección. Quién sabe si más real que lo usual en la sociedad. Quién sería capaz de criticar su manera de amar, si no todos conocen su significado. Creyendo que es solo una palabra, muchas cosas dejan de lado.

Ella estaba segura de su relación, pero la tenía confusa la situación. Lo quería sin la necesidad de entrar en su cuarto, aferrarse a la almohada, adormecer sus pupilas y esperar que él acaricie al instante su cabello.

Una lágrima empezó a caer de sus ojos, transparente como un cristal.
El se le acercó y le pregunto:
–¿Por qué lloras mi amor, acaso hay algo que hice mal?
En consecuencia a su pregunta le confesó:
–Hace días que te espero, y solo en sueños te encuentro, dime si eres real porque así yo lo siento. No puedo verte llorar, me debilita los sentimientos.
Quiero verte sonreír como lo haces en cada encuentro, dime: –¿Qué sucede, que trascendental es lo nuestro?

Paralizada al escuchar esas palabras salir de su boca, suspiró pensando:

–En ese momento sentí como latía fuerte mi corazón, cómo podía decirle que también en sueños lo tenía, que amaba su presencia, tanto como él la mia. Cómo podía explicarle que despertó el alma que estaba en mi dormida, ya no necesitaba algo cierto, si tan desconcertada estaba la vida.

Se le acercó secando su lágrima con un beso, concluyendo un vínculo frenesí y eterno.

                          -Héctor F. Palavecino

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