XLVI- Intercesión

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Y de repente escuchaba una voz, no sabía si era algo extraño o un recuerdo que aún no olvidaba.

Mientras las luces se apagaban, un frío intenso abundaba la habitación. No lograba entender que se era lo que se escondía detrás de ella, sintiendo una gran frustración.

Si había algo más o si mi alma se moriría al necesitar respiración. Se ahogarian las penas fundidas en un rincón.

Se distorsionarian los pensamientos, y ya me quedaría sin momentos. Si me olvidaría de las estaciones y del frío del invierno.

Pero de mi vista no se quitaba ese inmenso desvelo, de miradas desesperadas que me aclamaban ver de nuevo.

Sentía mi cuerpo elevarse, hasta llegar hasta el cielo. Y a la vez mi subconsciente seguía viviendo, porque la vida era un sueño y yo estaba despierto.

Son segundos que se van rápidamente y a la vez son eternos. Es como ver la realidad postrada en un espejo mientras te miras te vas yendo, se disfuma tu imagen te sientes alterno.

Ya nada es como antes, y quieres volver de nuevo. Volver hacia ella, o vivir en un sueño.

Ya no se sabes que hacer, pero el hecho de extrañar te hace regresar. No quieres ver triste a la tempestad y te procuras por subsanar tu lealtad.

Las lágrimas forman parte de la sinceridad, de un desconsuelo sin piedad, que va en busca de la verdad.

Esa que intenta tapar muchas veces la realidad: ¿Quienes somos? y ¿A dónde vamos?. Ya no nos importa, solo intentamos volver hacia atrás.

Pero es tarde, porque siempre pensamos en cosas irrelevantes. No es por el hecho de ser constantes, sino porque pocas veces miramos hacia adelante.

Y el pasado es irreversible, es como tocar tu cuerpo y sentirte invisible. Esparcir ese vacío de no poder ser lo que creías ser posible.

Avanzar y vencer el miedo, derrocar las cadenas que te atan al no puedo.
Decir soy fuerte y lo lograré y cuando esté en la cima diré: Ya te superé.

Lo logré, como millones de nosotros podemos hacerlo, la distancia entre lo posible y lo imposible es el yo puedo. Puedes lograrlo, inténtalo de nuevo.

-Héctor F. Palavecino


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