Pan quemado [4]

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Es la cuarta vez en la semana que mamá me dice que haga algo productivo con mi vida, como buscar un trabajo o unirme a una asociación caritativa

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Es la cuarta vez en la semana que mamá me dice que haga algo productivo con mi vida, como buscar un trabajo o unirme a una asociación caritativa.

—En la heladería que está en el bulevar están solicitando personal. Deberías ir a preguntar.

Mamá tiene los ojos clavados en la pantalla de su celular. Sus arrugas resplandecen y parecen multiplicarse. Pica las teclas una por una, utilizando tan solo el dedo índice, su otra mano está muy ocupada sosteniendo el teléfono. Se relame un poco la boca; se está esforzando. Verla desenvolverse con la tecnología hace que me quiera arrancar los ojos.

—No tengo tiempo para trabajar.

Ha quitado la mirada del celular para verme a la cara; lo que he dicho ha logrado impactarla.

—¿Cómo no vas a tener tiempo? Si solo te la pasas de vago. Seguroquedrogándote.

Mamá tiene esa maña de mascullar cuando está molesta.

—¿Qué?

Ella vuelve a fijar su atención en la pantalla, como haciéndose la desentendida.

—Además me has dicho que ya no estás en ninguna banda.

—¿Y eso qué? Igual necesito practicar por mi cuenta. En cualquier momento podría unirme a otra banda.

Ella se queda callada por unos segundos y después dice:

—Igual podrías organizar tu tiempo y estudiar para algún examen universitario.

Algún. Es bastante general. Ella solo quiere afirmar que su hijo está en la universidad. A mamá le da vergüenza hablar de mí con su círculo social, le da vergüenza admitir que su hijo está en una banda de rock y que todas sus aspiraciones en la vida se reducen a eso. Está celosa, harta, hartísima, de escuchar a sus amigas presumir a sus hijos ya graduados y con títulos en ingeniería robótica o con planes de entrar en el ambicioso mundo de los negocios.

Le digo:

—Claro, empezaré ahora mismo.

Mamá no me responde. Comienza a sobreexplotar a su dedo índice aumentando la velocidad de tecleo.

Me levanto y subo a mi habitación para practicar con la guitarra. El suelo está lleno de papeles arrugados. Cada vez que le confieso a mamá que estoy fuera de una banda, filtra folletos universitarios debajo de la puerta de mi habitación e intenta seducirme diciéndome cuánto ganan los contadores. Para ocultar los ridículos pasatiempos de su hijo, a mamá le gusta mentir y, en cierta medida, autoengañarse, diciéndole a todo el mundo que quiero ser contador. La idea se le metió en la cabeza cuando uno de mis profesores le comentó que yo era bueno con los números. Fue en sexto de primaria. En el resto de mis años estudiantiles me he caracterizado por ser un estudiante regular. Parece que es lo mejor que ha escuchado decir de mí porque no ha terminado de superarlo.

Hijos de SaturnoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum