Maquillaje corrido [6]

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Alguien derrama café caliente sobre mi entrepierna

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Alguien derrama café caliente sobre mi entrepierna. Me levanto en automático; ya puedo sentir cómo la mezclilla se funde con mis muslos. Pienso en plástico derretido y quemaduras de tercer grado. Diego canta:

Te olvidas de mí con tanta facilidad.
Podría convertirme en un meteorito o en un Vulcan,
echar un cigarrillo sobre un charco de gasolina,
y tú volverías a mí para preguntar mi nombre por segunda vez.

Piensas que sabes fingir.
Piensas que sabes fingir todo ese interés en mí
y que este avión nunca se estrellará.

Y de nuevo estoy sentado. La tela de mi pantalón no se ha fundido con mi piel; con suerte ha sido un enrojecimiento, una hinchazón. Pienso que este accidente pudo haberse evitado si la gente dejara de beber bebidas calientes en verano. Alguien me está pidiendo disculpas y entregándome un puñado de servilletas ecológicas. Alguien ha comenzado a tallar la mancha de forma nerviosa. Yo aparto su mano, sin mirarlo. Déjalo. Tengo el glande caliente y un nudo en la garganta; no quiero ser molestado. Pienso que el estilo de Diego tiene algo de indie y blues rock. Pienso que podría compenetrarse bien con la banda. Él canta:

Yo también puedo olvidar mi nombre.
Puedo aprender a jugar tu juego favorito.
Permanecer en las esquinas como una planta de plástico
y llenarme de polvo hasta que alguien me deseche.

Piensas que sabes fingir.
Piensas que sabes fingir que me quieres a tu lado
y que este barco nunca se hundirá.

Y yo pienso en clavículas, dalias y ramas de canela. Pienso en tendones, lunares y jabones en barra. Pienso en dientes, sudor y en los dos Roberts.

Me quedo hasta las diez. Los clientes han desaparecido. La mesera está enojada conmigo porque una vez más no he hojeado el menú. Es hora de cerrar. Diego se despide de los músicos que lo acompañaron en el escenario. Se despide de los empleados echándose el cabello detrás de las orejas. Le regalan una magdalena con chispas de chocolate y él se vuelve hacia mí, como si sintiera mi presencia ahí, estorbosa y fuera de lugar. Veo su camiseta ancha con un logotipo de Plaza Sésamo, sus pantalones rotos, sus calcetines con sandalias y su sonrisa sencilla, somnolienta. Todo abalanzándose hacia mí como la brisa marina.

—Boris, no esperaba verte por aquí.

Estoy de pie, muy serio, porque de pronto no recuerdo cómo sonreír, y él está mirándome el pene; será una venganza por lo de los pezones. Me apunta la entrepierna con descaro. Por mero autoreflejo, la veo también. Apreciemos mi entrepierna juntos. La mancha de café sigue ahí, sin haberse secado del todo.

—No es orina. Alguien me echó su café encima.

—Es lo único que pensé.

Diego me pasa una mano por la espalda, con tanta naturalidad que no puedo ni extrañarme, y comienza a empujarme con cortesía; los empleados ya quieren cerrar el local.

Hijos de SaturnoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon