友だち (a m i g o) pt. 1

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友だち (a m i g o) pt. 1

Danzando en su día a día con los mismos pies agrietados, girando, girando, se preguntaba: ¿Es que todas las mañanas despertaré con remordimientos? Incluso si el sentimiento se catalogaba como una culpa más débil, más traslúcida que en otras ocasiones, persistía como una libélula bajo la lengua. Ante el espejo, Hajime observaba unos ojos en apariencia serenos; pero, si se les miraba de cerca, adoptaban un brillo sombrío contra el que no estaba seguro de luchar. Era una marca que cargaba como quien lleva una cicatriz merecida. Quizás, aquella serpiente solo la mirase él, criatura obsesionada.

Ocupado con las labores de la tienda, e incluso con las del vasto jardín en ausencia del jardinero, el muchacho se acercó a Yuriko durante aquella semana de ausencia por parte de Yi Feng. La mujer de marcadas arrugas alrededor de los ojos se hincaba y manchaba sus manos con la tierra, explicándole a Hajime los cuidados de las flores. Los labios hinchados de primavera eran justo como los de Shun. Él la escuchaba, asentía, inquiría. Se dedicaba a podar el pasto dócilmente mientras la fémina cansada, soplándose con abanico bajo la sombra, conversaba con él sobre la realización correcta de las labores domésticas.

Desde aquel ángulo, Hajime reconocía la vejez retraída de Yuriko. ¿Su madre habría lucido de aquella forma si no hubiese caído trambucada al río cuando él era niño? Pensó en labios azules, en cadáveres de ahogados.

—Mantener este jardín hermoso siempre ha sido un trabajo cansado, incluso más que la vivienda misma —explicaba mirando el cerezo yoshino en su decadencia anual durante el otoño—. La naturaleza es una fuerza imposible de reprimir por nuestras manos, la belleza domesticada duele. —Dicho esto, permaneció en una pausa silenciosa. A Hajime, quien recogía una lombriz obstinada, le intrigaban los pensamientos dentro de aquella mente tan melancólica que conversaba con él—. Sin embargo, ¿no es la soledad el más profundo de los suplicios? Por eso una soporta las espinas del arbusto, las malas palabras de un hijo rebelde. Ahora mismo mis reflexiones han de sonar como las de una mujer débil, pero... mira, esta preciada criatura mía continúa viva, tan radiante, tan llena de frutos.

Al escucharla, Hajime no supo si se refería al jardín o acaso a Shun.

—A mi hijo nunca le gustó ensuciarse las manos. Él prefiere... salir, vagar, hablar con la gente. Es un don innato que no puedo contradecir —sonreía con tristeza—. Por eso es muy bueno que tú me ayudes. Sigue siendo amable, Hajime, no cambies; porque consuelas a corazones como el mío.

El muchacho solo asintió con una amabilidad teñida de extraña culpa y desvió la atención hacia un ave que se posaba en las ramas del árbol. Ambos la miraron en un silencio apacible.

~ * ~

Al octavo día, portando un fino traje gris que daba perfecto balance a su silueta, Yi Feng entró a la tienda con ímpetu. Incluso la campana repiqueteó más impetuosamente que de costumbre. El muchacho se postró en el mostrador donde solo radicaba el intimidado Hajime y, entre otros asuntos, le dijo:

Ven a beber a mi casa. Te invito hoy, que ando derrochando. Incluso he sacado a mi hermano el vago, así que más vale que vengas. Acabo de volver de mi viaje y estoy cansado, pero en verdad deseo que escuches con detalle todas mis aventuras.

El sastre, que trabajaba en la compostura de un obi y no se hallaba precisamente con el mejor de los ánimos, apenas logró replicar. Se encontraba bastante atareado como para ceder a sus peticiones el mismo día. Intentó negociar, pero la ansiedad desbordando por los poros del muchachito obligó al de voluntad débil a condescender. Era imposible resistirse a esa mirada juguetona, a la insistencia amable de quien en verdad desea yacer a tu lado. Así, después de dar una excusa vaga, partió a la casa de Feng pasado el almuerzo, dejando a Shun a cargo de la tienda.

ManjusakaWhere stories live. Discover now