Capítulo 35: Reglas de supervivencia.

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___Si te ha gustado la historia, no olvides dejarme un voto, de verdad que eso me da mucha motivación para seguir con esta  obra__ :D

Narra Thommy.

Andrés nos había ya explicado bastante de como funcionaba el aeropuerto de la ciudad de México y nosotros solo fingíamos que todo eso nos interesaba. Allí solo había algo para nosotros y era una avioneta que podía ser manejada por una sola persona de forma fácil y sin problemas. Pero lo malo de todo esto era que Andrés se negaba a darnos uno.

Ya han pasado al menos un día desde que arribamos al lugar y la verdad es que la gente es muy amable, sencilla y hospitalaria. Desconozco totalmente donde se encuentran mis demás compañeros en este momento, pero la verdad es que no me interesa. Lo único que me interesaba era esa pequeña avioneta que estaba rodeada de caminantes que no dejaban de moverse de un lado a otro. Y ahí estaba yo, con ambos antebrazos apoyados sobre un pequeño muro observando al otro lado de los enormes ventanales como los caminantes se movían sin cesar. Algunos de ellos golpeando la dura pared de concreto de la base del edificio en un vano intento de poder entrar, era como si tuvieran algún sexto sentido que les estuviera indicando que había gente viva en su interior.

—Hey... —escuché unos cuantos pasos a mi derecha antes de escuchar esa familiar voz, pero no había mirado sino hasta que me habló. Era Tonny. —¿Qué haces?

Lo miré y luego volví mi mirada hacia el frente para señalarle los caminantes que había allí abajo.

—Imagino que Nico estará haciendo algún plan con Ámbar para tomar esa avioneta. —le comenté. La avioneta era blanca con la hélice frontal de color rojo y bastante liviana como para llevar unas cinco a seis personas en su interior.

—No estarás de acuerdo con ellos en robarles... ¿o sí? —me preguntó. Lo volví a mirar.

—No estoy de acuerdo... hace rato intenté convencerlos a ambos de que, si no lograban convencer a Andrés de darnos la avioneta, es mejor irnos y seguir por las rutas... —le respondí algo desalentado. —Pero es que solo pensar en que tengo a Billy a miles de kilómetros de mí... solo... con esos muertos acechándolo... —lo miré a él algo frustrado. —Pienso en que lo que tengamos que hacer es necesario.

—¿Billy? —preguntó con curiosidad. Asentí. —¿Es tú hijo?

—No... —volví mi mirada hacia los caminantes. —Mi novio...

—Vaya... eso no lo sabía. —respondió él algo impresionado. —Pero es lindo que pienses que aún pueda seguir con vida.

—¿Eso crees? —le pregunté sin voltearlo a mirar. Vi de reojo que asintió. —Todas las noches antes de dormir solo pienso en que iré a Colombia... a nuestra casa solo para encontrar su cadáver en medio de la sala... o nuestra casa vacía... o él dentro de ella convertido en una de esas cosas.

—No quiero sonar un poco mal con lo que voy a decir. —se giró hacia mí y entonces ahí si mi atención se fijó en él. —Pero hay una línea muy delgada entre lo que es tener esperanzas y saber que solo una de cada cien personas pudo sobrevivir a este apocalipsis.

—Entiendo lo que dices... pero como mencioné antes, solo quiero llegar y ver qué sucedió con él... —de nuevo me acomodé para ver la pequeña avioneta que reposaba bajo la fuerte luz del sol. Estaba haciendo calor. —Estoy preparado para afrontar lo que haya sucedido con él.

—Mi hermanó me rescató. —cambió rápidamente de página. Sonreí. —Cuando el apocalipsis empezó... fui raptado por los militares; según ellos para llevarme a un lugar seguro, pero no fue así.

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