Capítulo Siete.

6.4K 443 94
                                    

Lauren's POV.

Pasó una hora, tal vez dos, antes de que ella regresara a la cocina. Me había calmado un poco. No había forma de que hubiera cosido mi herida si quisiera asesinarme, ¿verdad? Al menos, eso tenía sentido en mi mente. Si pudiera mantenerla apaciguada, podría encontrar una forma de salir, incluso si me tomara un tiempo. Incluso si ella... me hiciera otras cosas. Me estremecí ante el giro del deseo desagradable que me recorrió al pensarlo.

Cuando ella entró con su cuchillo reluciente, sin embargo, no pude evitar encogerme.

—Tranquila, gatita —dijo. Abrió la nevera y sacó un plato de algo, pero no pude ver qué era. Oh, señor, esperaba que no fueran partes humanas.

Tragué saliva e intenté relajarme. Preguntas. Ponla cómoda.

—Mi nombre es Lauren —le dije— ¿Cuál es tu nombre?

—Tu nombre es gatita, gatita. ¿Por qué quieres saber mi nombre? —estaba de espaldas a mí, pero podía escuchar los cubiertos chocar contra un plato.

—Quiero saber más sobre ti —dije, tragando saliva.

Me miró por encima del hombro, sus cejas sospechosas.

—Un nombre no significa nada. Puedes llamarme Camila.

Dio media vuelta con el plato y lo vi claramente. No eran partes humanas: sino un pollo rostizado, puré de papas y algunas judías verdes. Puso el plato al lado de mi cabeza. Podía sentir el olor a pollo y me recordó a el olor del hombre que había quemado en la chimenea. Se me revolvió el estómago y traté de no vomitar.

Un ruido fuerte devolvió mi atención a la mesa contigua. Camila había puesto el cuchillo justo al lado de mi mejilla.

—¿Qué-qué es eso?

—La cena —contestó Camila. Se metió un bocado de pollo a la boca.

—Me refiero al cuchillo.

—Es un cuchillo, gatita. No es nada. Solo un accesorio. Si voy a ser una asesina en serie, tengo que tener un cuchillo —se rió entre dientes.

—Eres una asesina en serie. ¿Qué quieres decir con solo un accesorio?

—Solo un accesorio. Como el cuchillo de Chekhov —su mandíbula trabajó, masticando el siguiente trozo de carne, y fruncí el ceño.

—Te refieres a la pistola de Chekhov.

—Oh, no —dijo Camila—. No creo en las armas. Aquí —puso el tenedor con un pedazo de pollo debajo de mi nariz—. Ten algo para comer.

Mi estómago gruñó. Incluso con el terrible recordatorio del olor a carne, tenía hambre. No había comido desde... bueno, desde la comida del día anterior. A regañadientes, abrí la boca. Sus ojos siguieron mis labios y no los abandonaron mientras masticaba el pollo frío. Mi apetito volvió con un choque después del primer bocado.

—¿Por qué no? —pregunté después de tragar.

—¿Por qué no qué?

—¿Por qué no crees en las armas? —pregunté. Ella me ofreció otro pedazo y lo tomé.

—Si le disparas a alguien desde lejos, no puedes saber que están muriendo. Ni siquiera puedes verlos morir. No puedes ver lo que has hecho. Es estéril, insípido. No es una muerte si no está cerca. Te pierdes todas las partes buenas.

Casi me ahogo con la comida, pero me las arreglé para forzarla a bajar.

Ella continuó alimentándome con pequeños bocados de puré de papa y frijoles y pollo. Eran restos fríos, pero nunca había probado algo tan delicioso. Incluso cuando sus palabras me hacían estremecer, sus acciones me decían que no me mataría. No, haría algo peor. Pero tal vez podría escapar.

HERSWhere stories live. Discover now