Parte 9

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Pasaron exactamente 80 años de la famosa pelea, y aún así, su recuerdo se mantiene vivo en mí.
Era un domingo por la tarde cuándo Madame me dijo que quería que yo fuese a la universidad. Había culminado mis estudios y tenía todas las posibilidades de ser aceptada en prestigiosas instituciones, pero yo no lo quería. No quería seguir estudiando, perder mi tiempo detrás de libros inútiles, ya había recibido la mejor educación posible para una mujer de esa época, sabía hablar fluidamente tres idiomas, sabía hacer operaciones matemáticas avanzadas, había leído todas las obras clásicas griegas y latinas y grandes romances de Jane Austen y las hermanas Bronte, sabía las capitales de todos los países, sabía la historia de Europa... Sentía que ya había estudiado todo lo que necesitaba, y por lo tanto, la idea de seguir me parecía absurda. 

Tenía diecisiete años, mis aspiraciones no eran ser una enfermera o una profesora. Yo quería enamorarme, casarme o viajar por el mundo. Era muy ingenua, como podrán entender.

A Madame no le dió gusto saber que no seguiría estudiando. Estuvo semanas intentando convencerme, pero mi respuesta era un: no. Todo seguía normal, hasta aquel maldito domingo sombrío. Madame me esperó en mi habitación, para decirme que ya había ido a hablar con algunas buenas universidades y que si quería permanecer con ella debia ir sí o sí:

- ¡No! ¡No iré ni ahora ni nunca! ¡No puedes convencerme u obligarme! No existe ni siquiera una posibilidad de que yo vaya a esas malditas universidades.

- Bueno, entonces te irás de esta casa mañana mismo. No me importa si debajo de un puente o quién sabe donde... tu te irás, porque nadie rompe las reglas. Te lo dije el primer dia que viniste, el hecho que seas una niña no es un atenuante para que estés divirtiéndote todo el día. 

- ¡Maldición! ¡Prefiero irme, antes que seguir aquí con tus brujerías, tus ridículas costumbres y tus obsesiones! Debí haberme ido hace muchos años. ¿¡Qué demonios hacía viviendo con una loca que tiene una maldita pieza dedicada a un hombre que la abandonó en el altar!?

Madame se quedó en silencio cinco minutos y luego de eso salió de la habitación.

Había exagerado, lo sabía. Era mi peor defecto, me enojaba y decía cosas horribles a las personas, no tenía piedad, no tenía escrúpulos. 

Madame no bajó a cenar esa noche, en la casa había un silencio espectral, ni Theo me dirigía la palabra. 

Pasó una semana y aún no había visto a Madame, salía antes de que me despertara y cuando regresaba se encerraba en el tercer piso y no salía hasta el día siguiente. Pasaron muchos días para que por fin tocara a mi puerta:

-Calliope. Necesito hablarte sobre algunas cosas.

No me había llamado así nunca, y escucharla pronunciar ese nombre fue como un latigazo, me sentí de nuevo aquella niña indefensa de nueve años que llegó una tarde a vivir con una mujer desconocida en su gigantesca casa.

- Bueno, en estos días he pensado mucho, y luego de unos llamados telefónicos he podido encontrarte un nuevo hogar.

Me puse pálida. 

-¿Qué? ¿Por qué necesitaría un nuevo hogar? 

- Yo creo que todo tiene su fin. Hay que poner un punto antes de que el recuerdo de todos estos bonitos años de convivencia se arruinen para siempre, se terminó un ciclo. He podido encontrar una familia dispuesta a hospedarte. Tu vuelo hacia París saldrá en dos semanas.

-¿París? Madame, ¿por qué me mandas a París? 

- Porque tu destino está allí. Lo sé desde siempre, y es hora de que vayas a encontrarlo.

Mi único pensamiento fue Theo. ¿Qué haría sin él? Corrí a decirselo, y su reacción fue de quedarse inmóvil, impasible. Me abrazó y pude llorar en paz:

- Lilith, calma. Todo pasa por una razón, tomala como una nueva aventura. Nos escibiremos todos los días, nos contaremos todo. Nunca me olvidaré de ti, nunca nos separaremos.

No podía ni siquiera hablar, estaba terrorizada, me sentía como cuando mis padres me habían abandonado. No sabía como sobrellevar todo esto, sentía que no podría soportarlo otra vez. Me maldecía a mi misma por haber insultado a la única persona que estuvo conmigo durante todos esos años, la mujer que me salvó de un destino deplorable, la mujer que me dió un techo, una familia. ¿Cómo podía haber sido tan cruel? ¿Por qué lo había hecho? 

Catorce días después me encontraba en un aeropuerto. Madame usaba un vestido negro, similar al que tenía puesto el día de mi llegada, aunque podría haber sido el mismo, tenía el cabello recogido, y guantes de seda blanca. 

Lucy y Matty lloraban, Theo en vez se mantenía fuerte.

Recuerdo que me abrazaron todos, en especial mi querido amigo, pero cuando llegó el turno de Madame no pude contener las lagrimas:

-No llores tesoro, de esto se trata la vida, cambios. No será la última vez que te encontrarás en una situacion similar, el sufrimiento hace parte de la vida. No es un adiós, nunca habrá un adiós entre nosotras. Tú eres parte de mí y yo soy parte de ti. 

-Perdoname Madame. Perdoname por lo que te dije, no lo pensaba en serio, no volveré a decirlo nunca más.

-Lo sé cariño, lo sé. Tú me quieres cuánto yo te quiero a ti, lo sabes ¿verdad?

Asentí y luego me marché. Recuerdo haberme girado, miré los ojos de Madame, impasibles, como el día del funeral de su hermana, recuerdo que sonrió delicadamente. 

Esa última mirada la llevo grabada en mi alma, como un tatuaje interior.
A lo largo de mi vida he tenido muchas despedidas dolorosas, pero aquellos instantes en que vi por última vez a Madame Blanchett fueron los más intensos de mi vida.

Cherries And CigarettesWhere stories live. Discover now