良好 + YOONKOOK

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No es que no le gustara ir, es que siempre estaba solo, no había nadie interesante con quien jugar.
Los bosques de alrededores no eran agradables, y la gente mayor era aburrida. Era su perdición.
Pero aun teniendo tan malas impresiones, siempre terminaba por divertirse de alguna forma u otra por sí mismo.
Era toda una experiencia, porque cada vez que iba encontraba una nueva forma de divertirse en su soledad.

Esta vez decidió no cometer el mismo error de siempre, y tomó uno de sus peluches para llevarlo, que lo acompañe esta vez. Este era uno de sus favoritos. Se llamaba Coco, porque, así lo indicaba la etiqueta que lo acompañaba cuando apenas se lo regalaron.
Era un gato de trapo, bastante simpático.

Sus padres iban de aquí para allá, ordenando sus cosas, poniendo la ropa en las valijas y cerrando las ventanas. Por su parte, le bastaba con algunas camisas y shorts, no era la gran cosa.
Y es que no necesitaba mucho para emprender el viaje hacia aquel campo.

Como todos los veranos, sus abuelos lo esperaban en su hacienda. Con actividades como las que hacían los granjeros, ordeñar vacas, recoger huevos de gallina, sembrar tomates, entre otras cosas aburridas que no le gustaban, porque se consideraba malo en ello y luego le recriminaban por hacerlo mal, entonces mejor no se metía en eso.

Ese día, su padre apuró las cosas, y llegaron cuanto antes a la granja. Quedaba bastante lejos de la ciudad, por lo tanto siempre salían temprano para llegar antes de que el día finalizara, o casi rozando el anochecer.
Y esa vez, habían llegado con el sol ya puesto y con los sonidos de los grillos.
Se bajó del auto, examinando todo el ambiente.
Estaba todo igual, como siempre, aburrido.
La casa de estilo campesino de sus abuelos en medio de la nada y el resto del campo.
Un granero, y... La parte detrás del granero a la cual nunca (Incluso desde pequeño) no tenía permitido entrar, y nunca había cuestionado.

Saludó a sus abuelos, tal y como sus padres lo mandaban, al parecer era necesario hacerlo. Ellos lo apretaron y le dijeron un montón de cosas, de esas que siempre dicen los abuelos después de un tiempo sin verte.

Y finalmente fue libre de hacer lo que le plazca. Así que tomó a Coco con fuerza y corrió por el campo buscando algún buen lugar para jugar.
Era extraño pero sus padres no le habían dicho nada, no lo habían mandado a hacer actividades o a desempacar, lo cual agradecía desde lo más profundo de su ser.

Había decidido subir a un árbol junto a Coco, un árbol bastante alto, era ideal para jugar allí.
Pero luego pensó que eso ya lo había hecho el verano pasado, y la idea de repente le pareció aburrida, así que decidió buscar alguna herramienta en el granero, para intentar tallar madera.
Corrió hacia allá, nunca había entrado, así que por pura suposición, intentó abrir la puerta del mismo esperando que éste esté abierto, aunque apenas forzó la puerta un poco se dio cuenta de que estaba cerrado. Soltó un suspiro y se sentó de espaldas en la puerta.

— ¿Y ahora... qué? — Le preguntó a Coco con esperanza que respondiera, pero como era lógico, el peluche no dijo ni una palabra, mientras que se movía de forma tenue con el suave viento que había ese día.
De repente una ráfaga de viento caliente azotó el campo. Haciendo que su gorrito de paja que solía ponerse para venir, se volara y fuera a parar detrás del cerco que marcaba sus límites de hasta dónde podía llegar.
Su gorrito estaba del otro lado y él no podía cruzar ahí... Por alguna razón que su abuelo nunca le explicó.

Miró a sus alrededores, no había nadie.

No estaban sus padres, ni sus abuelos, no había nadie. Pensó que estarían llevando a cabo alguna actividad agrícola en la casa o en los alrededores, y él se encontraba muy lejos tanto de la casa como de los animales, así que era lógico que estuviera solo ahí. Bueno, no del todo, ya que Coco lo acompañaba.
Decidió que pasaría por un minuto el cerco para tomar su gorrito y saldría enseguida antes de que alguien lo vea y lo delate.

colección de horrores - bangtan sonyeondanWhere stories live. Discover now