2 am

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  Hace horas que debería haberse hundido en un profundo sueño, sin embargo ahí está, cambiando de posición, intentando descansar, deseando detener los acelerados latidos de su corazón. Y no, esta vez no estaba angustiada, no deseaba hundirse en las tinieblas para quedarse ahí para siempre. Simplemente, no dejaba de pensar en él; en su sonrisa, en sus ojos, en todo su ser, no dejaba de pensar en el causante de su felicidad, aquel que ha sido su luz de salvación cuando ha creído que no hay una razón que avale su existencia. Sabe que no debería aferrarse a él de esa forma pero ¿cómo te sentirías por aquella persona que día a día se esforzaba por reconstruir tu propia confianza? ¿qué harías para no perder a aquel que busca cualquier excusa para hacerte sonreír?

  Esos pensamientos eran los que rondaban en su mente y, por supuesto, las inseguridades  comenzaban a hacer acto de presencia intentando opacar sus bellos recuerdos.

  Se volteó una vez más y, pese a la oscuridad, sabía que esos reconfortantes ojos marrones la habían estado observando. No hubo palabras de por medio, él solo extendió sus brazos y la arropó entre ellos.

  Pudo sentir sus calmados latidos. Sumergiéndose ante aquel calor y ese débil perfume, pudo por fin rendirse en las manos de morfeo.

  Un suave beso en la cima de su rostro, eso fue lo último que pudo percibir. Estaba en el lugar correcto, con el hombre correcto.

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