Un Beso

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  El reloj marcaba las siete menos cuarto de la tarde, corría una leve brisa como es usual que ocurra durante las tardes de primavera. Mi espalda se encontraba apoyada junto al gran muro de la azotea, lo había citado en este lugar porque era nuestro pequeño escondite, lejos de los susurros de la gente y las miradas acusadoras.

  Miraba ansioso el reloj, no era la primera vez que estaríamos a solas, pero siempre existía esa cuota de nerviosismo. Observaba el horizonte mientras recordaba todas nuestras citas, cuando un pensamiento me atacó: ¿cuál es la razón de que dos personas se besen?

  No quiero que esto se mal interprete, un beso lo considero un acto muy bello e íntimo, pero ¿qué lo motiva? ¿qué es lo que llama a mi cuerpo a que una mis labios con aquel que diviso acercarse con suma lentitud y luminoso semblante?

  Quizá fue su repentina cercanía, aquel silencioso movimiento que hizo con suavidad para quedar sentado junto a mí. O tal vez, fue en el momento que vislumbré su pequeña mano posarse con seguridad sobre mi muslo derecho la cual, sin pensarlo dos veces, guardé entre las mías para entregarle algo de calor. Acaso fue cuando la conversación pasó de los temas más banales para dar paso a lo que atormentaba a nuestros corazones. Probablemente, mi cuerpo lo supo cuando pude contemplar su rostro, ese bello rostro que estaba presente día y noche en mis pensamientos, teñirse de un tierno rosa producto de las sinceras palabras que le obsequiaba mientras descansaba mi cabeza en su hombro aturdiendo a mis sentidos con aquel dulce perfume que, con cada minuto que pasaba, se iba impregnando en las prendas que vestían a mi cuerpo. Aquella proximidad solo removía mi interior, me llenaba de un cálido sentimiento. Su apacible respiración lograba tranquilizarme, pero la vista que tenía de su perfil: sus largas pestañas que adornaban a unos pequeños ojos, aquellos rosados y tiernos labios entre abiertos que dejaban escapar diminutos suspiros de placer ante el escenario que nos obsequiaba la naturaleza, un cielo teñido de los colores más hermosos que pasaban de esplendidos tonos de lila al más cálido naranja, provocando que sus pupilas se dilataran por la felicidad de poder observarlo puesto que, como bien sabía, los atardeceres eran su momento del día favorito. Ver el espectáculo de perfección que era él, sobre todo en aquel instante donde sus ojos se volvían un par de bellas líneas ante su majestuosa y brillante sonrisa, sin lugar a dudas era lo que más hacía revolotear a mi corazón.

  Un leve escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar su serena voz susurrar lo magnifico que le parecía estar en aquel lugar tan bello y compartir ese momento conmigo. Y me sorprendí con la sinceridad con la que brotaron las palabras de mis labios en las que enfatizaba que ningún atardecer podría igualar la belleza que él irradiaba. Con cuidado se acomodó para quedar frente a mí, regalándome una mejor visión de aquellos profundos ojos almendrados. Pude ver como una diminuta y sincera sonrisa se dibujaba en sus labios, y el rosa volvía a tomar lugar en sus mejillas. ¿Es esto lo que exigía mi cuerpo para reaccionar? Quizá lo fue, o tal vez fue la imperiosa necesidad de saber si sus labios eran tan suaves como se veían o tan dulces como podría imaginar una vez el chico había degustado, con suma lentitud y devoción, las fresas cubiertas con chocolate que le había obsequiado. Fuese cual fuese la razón, no pude evitar morder mi labio con un atisbo de nerviosismo para luego acercarme con sigilo hasta el punto en que nuestras respiraciones lograban mezclarse, podía sentir el calor que emanaba de la piel de su rostro bajo mi palma izquierda. Lo miré una vez más en busca de su consentimiento, no existía más que el brillo de su mirada y la textura de su piel bajo mis blanquecinas manos. No hubo oposición alguna por lo que rocé con cautela sus tiernos labios; una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo. Una vez nos sentimos cómodos pude probar por completo la sedosidad de aquellos labios, degustar el dulce néctar que de ellos emanaban. Nuestras respiraciones se volvieron una, al tiempo que sentía como su mano se escapaba del agarre de la mía para ascender con cuidado por mi cuerpo, una primera parada en mi pecho donde, puedo asegurar por la pequeña risa que hizo eco en su garganta, se detuvo advirtiendo los inquietos latidos de mi corazón. Luego, en un camino ya conocido, subió hasta mi cuello donde acarició el creciente cabello que allí se encontraba.

¿Cuál es la razón por la que un ser humano besa a otro? No es algo que pueda explicar con palabras, pero sí puedo afirmar que es la sensación más fascinante y seductora que se puede experimentar una vez se hace junto a quien le pertenecen todos nuestros suspiros, nuestras ensoñaciones y los latidos de nuestro corazón.

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⏰ Última actualización: Oct 15, 2018 ⏰

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