Dejarte Partir

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Era una fría noche cuando aquel precipicio llamó mi atención con su frondoso bosque y esa aura de tranquilidad que me transmitió luego de pasar media hora evaluándolo.

Me encontraba sentando en el borde, entre lo que podría ser y lo que no. Nunca había considerado una opción como esta, pero aquí me encontraba y, luego de haber vivido lo que viví, la propuesta lucía tentadora. Mi cuerpo y mente estaban a segundos de ceder cuando escuché su voz susurrar mi nombre en mi oído. No lo podía creer ¿eras tú en realidad? Al voltear me encontré con un ser distinto, que sin embargo podía atribuirle tus características, si no fueran por aquellas pequeñas alas en su espalda no tendría duda que se trataba de ti. ¿Cómo podía lucir tan hermosa después de tantos años de aquel terrible accidente? Y ¿de dónde provenía aquella luz que la acompañaba dispersando todo rastro de tinieblas que ofrecía aquella noche?

Con el rabillo del ojo pude observar como tu cuerpo tomaba lugar junto al mío, aquel perfume de vainilla que tanto anhelaba llenó mis fosas nasales, pero pude notar algo distinto, algo divino en todo lo que emanaba de ti. Con suavidad tomaste mis manos, un contraste de frío y calor hubo en ese contacto. "Debes dejarme ir, cariño", tu voz era seda en mis oídos por lo que a penas podía procesar lo que decías. Me suplicaste que te pusiera atención y así lo hice, podía darme cuenta de lo importante que era esto. "Necesitas dejarme ir, esto no le está haciendo bien a ninguno de los dos. No te pido que me olvides, al contrario, tenme siempre en tu corazón como yo te tendré en el mío, pero debes dejar de vivir en los recuerdos y en lo que no fue, ahí dentro hay un hombre que tiene aún mucho por dar y que su vida tendrá muchos momentos felices si se lo permite. No sabes cuanto me dañan estas actitudes, tú no eres así de débil y cobarde". Pude distinguir las lágrimas rodando por tu perlado rostro, en ese momento comprendí a que se debía tu aparición, estaba frenando tu partida de este mundo es por eso que esas pequeñas alas lucían tan débiles.

Nos besamos una última vez, toqué tu rostro para limpiar cualquier rastro de lágrimas que pudiera quedar, pero ya no te veías triste una sonrisa estaba dibujada en tus labios. Lentamente te pusiste de pie, deshaciendo nuestro abrazo, dijiste que me amabas para luego desaparecer ante aquella cegadora luz que bajó del cielo abriendo unas magnificas y fuertes alas.

Me encontraba en la habitación cuando desperté ¿cómo había llegado hasta aquí? ¿todo había sido un sueño? La verdad no tenía importancia, ahora me sentía en paz conmigo mismo, con ganas de volver a vivir.

Aunque ya no estés conmigo y pueda que en el futuro encuentre a una nueva persona, siempre te recordaré y te atesoraré en lo más profundo de mi corazón porque sean tres o mil años los que pasen, siempre te amaré mi querida Elizabeth.

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