Capítulo 8

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—¿Quieres un café o algo?

Preguntó Duncan.

—No, gracias —contesté. Estábamos en medio del salón de su casa y por lo visto, no íbamos a ir a trabajar.

—Te llevaré a tu habitación.

Sus manos agarraron mi pequeña cintura y empezamos a subir los escalones de la escalera. En el piso de arriba, habían 6 puertas. Entramos a la segunda de la parte derecha y vi una gran habitación. Seguramente, sería la de invitados.

 Seguramente, sería la de invitados

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Era bastante bonita y sencilla. Y las vistas del balcón eran preciosas.

—¿Te gusta? —preguntó.

—Sí.

Él sonrió y cogí su mano. Empecé a andar lentamente agarrada a él y me senté en la cama.

—Me iré en cuanto pueda.

—Tu apartamento no está disponible. La policía está cogiendo huellas y pistas, todo estaba lleno de sangre.

—Dios Mío —susurré.—¿Dónde esta mi teléfono?

Pregunté asustada. Él rebuscó en su bolsillo y lo sacó.

—Gracias.

Marqué el número de Chloe y lo puse en altavoz. Me recosté sobre la cama y cogí el móvil, ya que lo había dejado encima mientras me recostaba.

—¿Diga?

Respondió y sonreí de alivio.

—Chloe, soy Rosie.

—¡Rosie! ¿Dónde estás? ¡Un policía no me ha dejado subir a tu apartamento!

—Chloe, hay algo que debo contarte.

—¿Qué ha pasado? ¡Me estás asustando, Rosie!

Mis ojos se empezaron a aguar y suspiré. Necesitaba que viniese aquí para contarle.

—No puedo cortarte por teléfono. Sólo... no vuelvas a mi casa. A ser posible vete lejos, cuida a Delia, por favor. Y si pasa algo raro, llámame.

—¿Por qué dices eso? ¿Qué está pasando, Rosie Scott?

Su voz sonaba asustada.

—Larry ha intentado matarme —susurré y su grito se escucho hasta en China.

—¿QUÉ? ¿QUÉ ESTÁS DICIENDO, ROSIE? ¿DÓNDE ESTÁS?

—Estoy en casa de... un amigo —miré a Duncan y asintió.

—¿Puedo ir a verte?

—Te mandaré un mensaje con la contestación a eso. Debo hablar con mi amigo por si le molesta o algo. Debo descansar, Chloe. Lleva cuidado, por favor. Te quiero mucho.

—Esta bien. Cuídate. Te quiero.

Colgó y suspiré. Dejé el teléfono encima de la mesita de noche y miré a Duncan.

—Muchas gracias por todo. No tenías que hacerlo, Duncan.

—Quería hacerlo —contestó.—Iré a ponerme cómodo y ahora vuelvo con un pijama para ti. Ten cuidado y si ocurre algo, grita.

—Está bien.

Él se fue caminando hasta estar fuera de la habitación y decidí analizar lentamente mi habitación. Al entrar había un pequeño pasillo en el que entrabas directamente a la habitación. El suelo era de una madera oscura y las paredes de color beige. La cama, la cuál estaba en medio, era de matrimonio y tenía varios cojines encima —aparte de las mantas—. A un lado de la cama había una mesita de noche con una lámpara y dos libros. En frente de la cama estaba una estantería con objetos. Había un sillón para tumbarse al lado de la ventana que daba al balcón. Detrás de esto, había otro armario que supongo que era para la ropa. Y en las paredes, veía algún que otro cuadro.

—Ya estoy —la voz de Duncan me sacó de mis pensamientos y lo miré con una sonrisa.

—Perfecto.

Él se sentó a mi lado y analicé su vestimenta. Llevaba unos pantalones deportivos anchos que dejaban ver el inicio de sus calzoncillos. Se había puesto una camiseta blanca e iba sin nada en los pies.

—Aquí tienes un pijama de mi hermana —dijo entregándome una pila de ropa.—Sino te viene, avísame. ¿Necesitas ayuda, no?

—Pues si...

Hice una mueca. Él empezó a ponerse nervioso, seguramente porque no habían mujeres en el hogar actualmente.

—No hay ninguna chica en casa. Mi madre está de viaje y mi hermana con —lo interrumpí sonriendo.

—Puedes hacerlo tú, Duncan. No es cómo si nunca hubieras visto a una mujer desnuda.

—Ya, claro. Si te duele algo dímelo.

Asentí y él me quitó la chaqueta que había en mis hombros. Me levantó con cuidado y me apoyé en su pecho, ya que era muy alto. Él empezó a bajar la cremallera de mi vestido por detrás y suspiré apoyando mi cabeza en su pecho. Me estaba acalorando.

—¿Estás bien? —preguntó en un susurro y asentí. Puso sus manos en los tirantes de mi vestido y fue bajándolos. El vestido tocó el suelo y temblé. No por el frío, sino por la mirada que pondría al ver todo mi cuerpo mal.

—No, espera —susurré.

—¿Que pasa?

Sus ojos se dirigieron a mi y suspiré.

—No quiero que veas...— susurré haciendo una mueca. Él sonrió y acarició mi cintura desnuda.

—Tranquila ¿vale?

Me separé de él lentamente y él cogió la camiseta que había en la ropa que me había dado. Era gigante y me llegaba por los muslos.

—La camiseta es mía —rió. Me senté lentamente en la cama y me puso los pantalones. Me tumbé con su ayuda y él se sentó a mi lado.

—Gracias —susurré.

—No tienes que agradecerme nada, Rosie. Lo hago porque quiero y porque me importas.

Le importaba a Duncan.

—¿Te importo?

—Muchísimo.

Sonreí a medias y miré que estaba oscureciendo.

—¿Quieres cenar? —preguntó y asentí. Oí un portazo y lo miré asustada a él.— Tranquila, debe ser Luisa, la ama de llaves.

—Oh.

—Ahora vuelvo, nena.

Nena.

Se levantó sin esperar mi contestación y salió de la habitación. Tosí de golpe y sentí un fuerte dolor en las costillas. Mierda, dolía un infierno.

Maltratada (+18)Where stories live. Discover now