Capítulo 9

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A los veinte minutos, una mujer mayor y Duncan entraron por la puerta.

—¡Hola cielo! Soy Luisa, la ama de llaves y segunda madre de este muchacho.

Sus ojos eran azules y tenía una hermosa sonrisa. Su cabello era rubio y corto.

—Hola, soy Rosie, una compañera de trabajo de Duncan —dije sentándome despacio

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—Hola, soy Rosie, una compañera de trabajo de Duncan —dije sentándome despacio.

—No hagas esfuerzos, Rosie —habló Duncan. No me había fijado que él llevaba una bandeja con un plato de comida en los brazos y una botella de agua.

—¿Qué te pasó? —preguntó Luisa sentándose a mi lado y acariciando mi cabello.

—Mi novio me golpeó.

Ella jadeó sorprendida y miró a Duncan rápidamente. Él asintió y se acercó también.

—Anda Luisa, déjala descansar. Ve a la habitación, luego limpiaré yo la cocina —intervino Duncan al verme incómoda.

—¡Oh, claro! Buenas noches, Rosie. Si necesitas algo, llámame —Luisa besó mi mejilla con una sonrisa y se fue. Miré a Duncan y éste puso la bandeja en la cama. Se sentó a mi lado y echó mi cabello hacia atrás para que no se metiera en medio mientras comía.

—Aquí está la comida, después te daré las cláusulas de hierro y si quieres... te echó la crema de hematomas.

—Sin problema.

Sonreí y asintió. Esa sopa se veía jodidamente deliciosa. Él cogió con la cuchara un poco de sopa y la acercó a mi boca. La metí a mi boca y tragué.

—Deliciosa —susurré y asintió sonriendo. Repitió la acción hasta que el plato estuvo vacío y bebí un poco de agua con mi brazo bueno. Él apartó la bandeja y se acercó más a mí. Cogió una de las pastillas del hierro y me la dio. Me la metí a la lengua y bebí agua tragándomela.

—Tienes que tumbarte y decirme donde llevas los hematomas —dijo y asentí. Me tumbé despacio y levanté mi camiseta enseñando mi estómago. Él untó un poco de crema blanca en sus dedos y los puso en mi hematoma gigante del estómago. Me estremecí ante su contacto y él negó.

—¿Por qué aguantabas? 

—Me amenazó con matar a mi hermana y a mi sobrina. Sus vidas valen mucho más que yo.

—No digas eso —dijo y no respondí. Seguí disfrutando de su toque en distintas partes de mi cuerpo hasta que terminó de aplicar la crema. Me tomé un analgésico para el dolor —que también lo había traído— y me tumbé mirándolo.

—Debo irme ya a dormir, Rosie.

Asentí mordiéndome el labio con nerviosismo y salió por la puerta. Las luces se apagaron y me tapé con las mantas. Cerré los ojos y por fin, pude dormir sin agobios.

Maltratada (+18)Where stories live. Discover now