V:

391 32 0
                                    

Mis descuidadas uñas rasgaban con fuerza la cinta adhesiva que cerraba las cajas que contenía todos los pedidos, no sabía si le iba a gustar algo de lo que había ahí asi que varias veces hice que mi lengua se deslizara por mis labios para mojar estos evitando que se quedaran secos. Cuando ya había terminado, sin moverme ni un sólo centímetro, percibí como una vehemente mirada estaba clavada en mí, pero no en lo lindo que era mi cabello suelto y sin peinar apenas. Miré de reojo al responsable y tenía aquellos espléndidos orbes bañados de lo más bellos océanos, contemplando sin discreción ninguna mis nalgas.

- ¿Te gusta? - Murmuré sacando una sudadera rojiza y mostrándosela mientras seguía observando todo lo que había en el interior.

- Me encanta... - Sentí como un delicado rubor empañó mis cálidas mejillas y no pude evitar arrojarle bruscamente la sudadera a su fisonomía mientras me levantaba presionando mis labios.

Escuché como la estúpida y escandalosa risa del rubio se mezclaba con la de su mejor amigo que acababa de aparecer con una lata de cerveza en su mano derecha divisando toda las prendas que días antes había comprado. Había pasado tantas horas encerrada haciendo cuentas y comprando que sentía como poseía mi cabeza demasiado ajetreada para poder quejarme de aquellas infames carcajadas dignas de dos idiotas.

- Oye, ¿al final vienes? - Preguntaba el batería mientras yo gesticulaba un gesto de total extrañeza al no saber a que se refería.

- Al concierto que tenemos de esta noche. - Prosiguió hablando mientras le daba un leve toque a Kells sobre su enclenque hombro al notar que el cantante no me había comentado absolutamente nada sobre aquella invitación.

Negué con mi cabeza mientras jugaba enredando mi rizado pelo en mi índice observando los bellos tatuajes del chico que me había lanzado la pregunta. ¿Qué hacía yo en ese concierto? Deseaba demasiado verlo de nuevo actuar con aquella fuerza que tenía, sin embargo, ni siquiera me lo había dicho él y no me nacía ir sin más.

Kelly se quedó buscando mi mirada y cuestionándose la razón de porqué había rechazado aquello. No obstante, rodó sus orbes para aproximarse hacia los paquetes con un cargado cigarrillo sin prender en la comisura de sus labios.

- Todavía tienes mucho que espiar sobre mí, ¿no? - Susurró mi arrogante cliente mientras contemplaba cada prenda creándome tensión que liberaba con muecas que esperaba que fuera de encanto o al menos de aceptación.

Respiré hondo para dirigir mi vista hacia su mejor amigo que se hallaba pendiente de todo lo que iba sacando la sombría alma de ojos azules. Desperté su atención al acercarme a él e hice sonreír inmediatamente al idiota que antes se había quedado embobado con mi trasero.

- ¿A qué hora es?

[...]

Me encontraba apoyada en la puerta del camerino de la súper estrella mientras respondía los mensajes de mi madre; debía de admitir que aunque me hallara bien en aquel lugar tan íntegramente consumido de perfección, echaba de menos abrazar mis raíces. Ya habían sido las pruebas de sonidos de todos los integrantes del grupo y me había provocado inclusive un dolor de cabeza escuchar tantas veces las mismas notas de los instrumentos. No obstante, todo se me había alejado cuando Kells ejerció el primer acorde con su guitarra.

No sé porqué escuchar la singular música que podía provocar aquel chico hacia dormitar todo lo que alborotaba mi descentrada cabeza. Era hechizante el hecho de que me generara aquello solamente con él, aunque tampoco no lo deseaba con más nadie.

Me sobresalté cuando el rubio interrumpió mi sosiego abriendo el portón y casi provocando el desastre de que me cayera. Algo que odiaba de aquel estúpido, era como que me descontrolara totalmente. Seguidamente, contemplé con una inevitable sonrisa como llevaba puesta la sudadera negra que le había comprado además de unos oscuros vaqueros ajustados que sorprendentemente no le quedaban gigantescos, y lo que más me gustó de aquella observación imprudente fueron las botas militares que consideraba comprármelas también.

-Disculpa... ¿Has visto a un gnomo latino con miopía?

Le propiné una suave bofetada sobre aquel rostro que me daba hasta lástima tocar mientras mordisqueaba mi labio inferior antes de decir algo que provocaría mi despido inmediato. Ignorando lo que acababa de decir, me puse de puntillas -aunque llevara unos enormes tacones- para colocar mejor el cuello de la camisa de cuadros que llevaba debajo de aquella sudadera.

Debo de admitir que fue un error quedarme tan cerca de él y ahogarme durante eternos segundos en ese impecable mar que yacía en sus iris cubiertos de un rojizo provocado por sustancias que había ingerido minutos antes.

- Lo tienes delante, imbécil. - Murmuré a milímetros de su rostro sin importarme nada que no fuéramos nosotros y pellizcando con mis uñas aquella marcada nariz que estaba delineada a la perfección. En esos instantes, percibí como aquellas grandes y firmes manos se posaban delicadamente en mi cintura cubierta por una falda de tablas rojiza para aproximarme con cortesía a él.

- ¿Vas a darme suerte?

- No pensaba que la necesitabas. - Me sorprendí al lograr alejarme de su piel dando pasos hacia atrás sin ningún rastro de torpeza en mis actos y al poder esbozar una agradable sonrisa que tapara lo mucho que me estaba lamentando por haber hecho aquello.

Seguidamente, contemplé como se mordía su labio inferior con esa dentadura cubierta de minúsculas fundas de oro que no brillaban tanto como sus pupilas, y segundos después se aproximó a mí, apoyando sus delgados dedos en mis débiles hombros para brindarme un suave contacto en mi frente antes de dirigirse hacia el escenario.

Mientras observaba como aquella figura chulesca avanzaba por el pasillo con esos aires de grandeza, sentí como mi corazón se desvanecía de tantos latidos irrefrenables al haberlo tenido tan cerca, tan próximo a mí. No obstante, sentí como todo se derrumbó cuando mi teléfono comenzó a vibrar alarmandome por íntegro.

- ¿Quién es? - Fue lo primero que dije al descolgar la llamada sin ni siquiera fijarme en la llamada mientras me sumergía en el camerino de la estrella percibiendo como había dejado aquello como un total desastre. Sin embargo, sin hacer ningún caso al desorden, me dejé caer e aquel sillón de piel de color amarillento.

- Jane, idiota. - No sabía que una respuesta a través de un móvil me podía emocionar tanto y no pude evitar que mis mejillas dolieran al poseer una sonrisa tan inmensa.

Dinah Jane, era mi mejor amiga desde que nuestras madres se conocieron en las clases prematrimoniales cuando ni siquiera eramos un pensamiento de ellas. Rememorar que nos conocimos cuando eramos auténticos bebes, despertaba un sentimiento en mi estomago que me dejaba en una sensación total de añoro. Sin embargo, no habíamos hablado desde que ella se fue hace semanas a Dubái, donde al parecer no tenía forma de poder comunicarse con el exterior.

- ¿Ya estás en La Habana? - Le pregunté con una voz aguda por la conmoción pero que evaporaba al instante de recordar que yo seguía encontrándome a miles de kilómetros de ella.

- Obviamente, pero pronto me iré de aquí hacia donde está mi pequeñaja favorita. - Aquello me agitó el corazón haciéndome levantarme inmediatamente mientras me quedaba mirándome en el espejo adornado de luces.

- ¿Qué? ¿Vas a venir? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Ya tienes los billetes? ¿Cuánto te han costado? ¿Vendrás sola? ¿Estás bien? ¿Ya estás en el avión?

Unas inmensas carcajadas tronaban en el otro lado del teléfono y la extrema vergüenza acaloró cada delicado milímetro de mí ya que las preguntas habían sido muy normales, mas no lo eran cuando las había lanzado una tras de otra con desesperación por el nerviosismo de tener a alguien que era como de mi familia ya allí.

- Karla, mañana estaré allí y... Con una sorpresa.







Blue. [c.b]Where stories live. Discover now