VIII:

323 28 0
                                    

Discernía entre mis sentimientos corrompidos que ese mortífero amor siempre había sido una desgraciada debilidad imposible y que jamás debía de llorar por alguien que sólo había vivido en mis sueños. No obstante, la lógica no avivaba a mi corazón que no detenía ni un sólo segundo, el sufrimiento que estaba sintiendo al descubrir que había estado toda mi vida con alguien que era capaz de robarme a la persona que ella sabía que más amaba. Tristemente, la traición que percibía, emborrachaba cada inocente sentimiento de compasión que habitaba en mí para hacerlo dormitar por siempre encarcelandome en la desconfianza y el desamor.

Sin embargo sabía que el primer amor nunca se olvidaba, pero ahora rondaba en mi cabeza... ¿Y sí mi primer amor no era la persona que creía?

 —¿Por qué mentiste y te quedaste callada? — Escuché como una voz ronca se sumergía en mis tímpanos mientras no paraba de sollozar ahogándome en mi propio dolor mientras aquellas palabras no me ayudaban en absoluto. No quería estar ahí en esos jodidos momentos.

—Fuiste una cobarde que prefirió hacer feliz a esos gilipollas hundiéndote en tu propia mierda. — Mis manos agarraban con fuerza la tela de mi almohada mientras mis lágrimas se habían detenido y presionaba mis labios callándome, como siempre. — No, no nos conocemos y quizás nunca lo haremos, pero me parece tan imbécil que te dejes caer por personas que jamás te han querido.

— Cállate.

—Le han dado exactamente igual que te estuvieras rompiendo delante de su puta cara. Es más se han vuelto a besar cuando sabían que le estabas viendo. —Me senté frágilmente en mi cama y mi rostro mostró una frialdad que no era propia de mí, sin embargo no podía evitar clavar mi estremecedora mirada corrompida de desconsuelo en aquella figura delgada que exclamaba con impulsos de impotencia como percibía mi dolor sin ni siquiera estar en mí.

No era nadie en su vida y actuaba como si fuera todo.

—Eres una jodida cobarde por no demostrar lo que eres y permitir que te destrocen. —Lágrimas se deslizaban por mis enrojecidos pómulos y mis agrietados labios permanecían temblando al escuchar aquellas cosas que dolían tanto como la verdad.

—Cállate y vete, ahora mismo.  —Ordené con una voz afligida y sobria sabiendo que haría caso omiso a mi oferta con aquella mirada que podía despedazar al diamante.

Pese a mis creencias, contemplé como aquella imponente ánima no decía ni una sola oración más para marcharse de donde había venido con su cabeza cabizbaja y sabiendo que había hablado de más aunque fuera para una dañina terapia de choque.

¿Cómo se podía pedir que alguien se quedara cuando tus encrespadas palabras le habían dicho que se fuera?

Con la fuerza de un corazón roto, me levanté del cómodo colchón donde había curado días antes, por primera vez, a ese ángel que en estos momentos necesitaba aunque no hubiera recuerdos entre nosotros. Era un sentimiento que no dependía de la razón. Mis pesados pies me dirigieron hacia la puerta para apoyar mi espalda en ella, fijándome en que seguía en el pasillo incumpliendo mi orden como yo misma.

Sólo quiero ser única para alguien, Colson.

Después de declarar aquellas palabras, contemplé como se aproximaba a mí paulatinamente para transmitirme con su misteriosa calidez que no estaba sola. Seguidamente, mi respiración parecía estremecerse mientras sus sedosas manos encajaban en mi cuello para acariciarlo con sus firmes yemas como si fueran parte de una obra magistral de arte vanguardista guardada en el Louvre. Jamás nadie me había tratado como algo que se fuera a quebrantar en un minúsculo segundo. Su ardiente aliento se unía con el mío y supe que era el momento perfecto para que nuestros ansiados labios se consumieran juntos en un beso que estaría lejos de ser de desespero.

Colson me hizo comprender que el dolor podía desaparecer tan rápido como quisiera uno.

—  Siento molestar pero alguien se tiene que hacer una sesión de fotos.  —Ese susurro de Cappelletty me provocó que maldijera hasta a sus antepasados con miles de palabras malsonantes que no sabía que se podían ni decir.

Sin embargo, hoy era el día de que todo me fuera mal.

[...]

- No tienes que estar aquí si no te encuentras bien, Camila. - Murmuraba inmensamente inquieto el corazón de hielo mientras no sabía abrocharse ni un sólo botón de aquella camisa que entallaba perfectamente su ancha espalda que no podía desear más ver desnuda para apreciar todos los tatuajes que debían yacer en ella.

—Debo de admitir que es más divertido ver como no consigues ni ponerte una camisa.—  Mi lengua se deslizaba por mis labios para seguidamente, aproximarme a él sin que nuestras miradas conectaran. Sólo mis delicados dedos con los botones de aquella camisa mientras se producían contactos que podían desembocar en lo que nos habían interrumpido minutos antes.

Aquel azul se entumecía de oscuridad fijándose en mi caramelizado corrompido por el desamparo que había sufrido por el engaño de una amistad. Sabía que no me podía refugiar y encapricharme con un chico que jamás tendría, pero se sentía demasiado bien.

Los focos apuntaban a la estrella mientras yo agarraba mi café con leche refrigerado manteniendome expectante de como mi cliente posaba siendo un auténtico idólatra de sí mismo. No obstante, era muy imposible no caer en la tentación de serlo.

A continuación, escuché como el móvil de Kelly no paraba de vibrar y mis cejas se arquearon al contemplar como era una joven la remitente de tantos mensajes. Seguidamente, mi reacción fue algo que jamás debería de haber hecho, eliminarlos definitivamente sin ni siquiera ojearlos.

Después de la traición, el miedo de que te ocasionen lo mismo, te provoca hacer cosas que de ningún modo harías sin tenerlo. Y sabía que no quería perder a la única persona que por primera vez me había dicho solamente la verdad y se había preocupado por mí, sin pedirme nada a cambio.

Blue. [c.b]Where stories live. Discover now