31 - Celos y berrinches

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_ Gracias por el regalito, pero no recuerdo  haberla invitado a mi fiesta. – Dijo la frase con una sonrisa de cinismo.

La miraba de un modo sarcástico, irónico y cruel, otra vez hiriendo a Altagracia. Isabela tenía ese poder sobre ella de herirla y lo sabia muy bien, por eso no dudaba  en utilizarlo. Altagracia era una mujer de pocas debilidades, no le gustaba mostrarse frágil, le aterrorizaba hacerse la víctima, odiaba la sensación de que sintieran lástima por ella.

Había conocido el lado más oscuro y amargo de la vida y eso la había endurecido por eso su manera de defenderse era mostrarse fuerte. Pero con Isabela... Con Isabela sus barreras se iban al piso y ella no lograba reaccionar. Observó a las personas que la rodeaban, sintiendo pena de cómo la había tratado su hija, ella la habia humillado frente a ellos. Todo el mundo estaba muy sorprendido por las palabras tan agresivas e intimidantes de Isabela. Altagracia no sabía qué decir.

_ Y... Yo ... – Trató de decir algo, aunque tartamudeando, pero fue interrumpida por Saúl.

_ Altagracia es mi novia, Isabela. Yo la invité. – Saúl dijo envolviéndola con su brazo por la cintura mostrándole seguridad.

_ Sí, yo vine con tu papá. – Logró  decir después, Altagracia.

_ Podrías al menos haberme consultado papá, es mi fiesta. – Se quejó la joven.

_ Lo siento Isabela, pero no por ser "tu fiesta"  vas a ser grosera con una invitada mía y en mi casa.   O acaso ¿tendría que pedirte permiso para traer a alguien aquí?

Isabela bajó un poco su aire de superioridad, no quería escándalos en su cumpleaños. Saúl siguió:

_ Aprovecho esta oportunidad para anunciar aquí, delante de todos, que Altagracia y yo estamos comprometidos. Nos vamos a casar muy pronto. – Dijo orgulloso con una gran sonrisa en su rostro.

Todos los invitados se sorprendieron nuevamente y  los hijos de Saúl más. Ellos ya conocían la noticia, pero con escucharlo ahí delante de todos tan orgulloso de dar esta noticia se quedaron atónitos y sin reacción. A parte de los muchachos, lo más sorprendido era Rafael. Varios se acercaron  a Saúl y a Altagracia para felicitarlos. Isabela después del susto con la actitud de su papá y la noticia de que él acababa de dar, se limitó a decir:

_ Tu sabrás lo que haces con tu vida. Y gracias a los dos por echar a perder mi fiesta.

_ Isabela no era nuestra intención... – Altagracia comenzó a justificarse.

_ No haga esfuerzos por justificarse. Intencionalmente o no, lo hicieron. Este es el regalo del cual sí me acordaré de mis dieciocho años para siempre, gracias a los dos por ello.

Altagracia se dio cuenta, en ese momento, que el matrimonio podría ser una oportunidad para estar físicamente cerca de Isabela, pero no sería nada sencillo ganarse su afecto, respeto y admiración. Sin embargo, ya no pensaba en ello con intención de renunciar o dudar de su plan. Se convenció que tendría que seguir adelante. Pensó en los consejos de Daniel y Regina, en la posibilidad de decirle la verdad, pero esta opción no le garantizaría su cariño.

Recordó que resultaría contraproducente hacerlo. "De todas maneras necesitaré empezar desde cero para ganármela", se dijo. Estaba atrapada en el plan que había trazado, no había vuelta atrás. Pero en ese momento no pensaba en el matrimonio con Saúl con pesar sino con valor. Conquistar a su hija era todo lo que quería y sabía que no podría hacerlo si no mantenía  la confianza que siempre había tenido en sí misma.

Era increíble cómo ella siempre se veía vulnerable al tener que enfrentarse al rechazo de Isabela. Eso le quitaba su firmeza y  se ponía a pensar si estaba haciendo lo correcto, si su plan era la mejor forma de llegar a ella. Y eso era sólo un hecho que le hacía quedar lejos de esa mujer tan segura y firme de siempre. Los sentimientos por Saúl también la dejaban confundida. Entre más se acercaba a él, entre más el matrimonio se convertía en un hecho real y eminente, más salía a la luz el temor a su reacción cuando conociera toda la verdad. Ella también se preocupaba por lo que  sentiría al averiguar cómo su hija desapareció de su cuna dieciocho años atrás y se había convertido en la hija de Saúl y Consuelo Aguirre.

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