45 - Celos

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El ambiente se volvió muy tenso en la oficina de Altagracia, después de la aparición de Saúl y encontrarlos en esa situación. Saúl soltó la puerta y se acercó a los dos en espera que de la respuesta a la pregunta que había hecho. Daniel al igual que Altagracia estaba sorprendido por la actitud de Saúl, ella también se sentía confundida y triste por todo lo que acababa de suceder el pensar en el pasado, el presente y el futuro, fueron los detonantes a esas lagrimas que ella siempre mantenía ocultas. Saúl sin duda llegó en un mal momento y lo peor lleno de celos.

_ ¿Pregunté qué está pasando aquí? Por que estabas abrazando a mi esposa? – preguntó Saúl agresivo poniendo énfasis en esas últimas palabras a Daniel.

_ Yo sólo estaba consolando a Altagracia, Saúl.

_ Saúl, ¡tranquilízate por favor! – Altagracia trató de calmar a su marido que se dio cuenta se estaba poniendo más alterado.

_ Altagracia, no me pidas calma. ¡Eres mi esposa! ¿Cómo esperas que me ponga, si te encuentro en tu oficina abrazada a este hombre? Los tres sabemos porque no me gusta que Daniel se te acerque. – La cuestionó sin dejar la agresividad que, por su voz tan imponente se sentía aún más su furia, y buscaba con la mirada enardecía a Daniel como desafiándolo.

_ Saúl ya lo hablamos. Daniel es mi amigo de toda la vida. ¡Cálmate por favor!

_ Amigo... – dijo Saúl irónicamente – ¡Nada amigo! Él quiere algo contigo, ¡ya puso claro como el cristal! ¿no te das cuenta Altagracia? ¡Es necesario ponerle límites a este idiota! – Gritó cada vez acercándose más a Daniel.

_ ¡No le hables así a Daniel, Saúl! – Altagracia suplicó.

_ Este imbécil – Siguió hablando y ofendiendo a Daniel ignorando la petición de Altagracia. – trabaja todos los días en una oficina de mi bufete. ¿Porque tenía que venir aquí? Claramente, llegó a coquetearte y tú...

_ ¡No te atrevas a ofenderla! – Daniel habló mostrando preocuparse más por Altagracia que por sí mismo y amenazando con pegarle a Saúl si seguía.

_ Daniel. – Altagracia se interpuso entre los dos y se dirigió a él – Por favor vete, yo hablo con Saúl.

_ ¿Segura, Altagracia? – Daniel preguntó mirando hacia Saúl.

_ Sí, por favor. – Le pidió y el asintió

_ Solo por qué tú me lo pides. – Agregó Daniel. – Que no se le olvide a nadie que tú tienes a quien te defienda.

Mientras Daniel se retiraba de la oficina, Saúl le dirigía amenazantes miradas. Él no se dejó intimidar y se retiró con paso firme. En la puerta se volvió y le dijo Altagracia:

_ Te llamaré más tarde para saber cómo estás.

Saúl frunció el ceño y apretó el puño. Estaba loco de celos. No podía soportar la idea de que otro hombre, y mucho menos Daniel que estaba enamorado de su esposa, la tocara o se acercara a ella.

Puso el ramo de rosas sobre la mesa y se volvió hacia Altagracia. Ella lo miró con reproche. Sus ojos seguían rojos por haber llorado, sus emociones confusas y Saúl todavía se reservaba el derecho de actuar como un adolescente celoso. Y justo en un momento en el que ella pensaba compartir cosas delicadas de su pasado con él, pero al ver su reacción de inseguridad, desconfianza en ella, prefirió cambiar de idea por lo menos antes del evento.

_ Saúl no puedes comportarte de esa manera.

_ Altagracia, no cambies las cosas. Aquí la única persona que tuvo un comportamiento inadecuado fuiste tú. Te pedí que te alejaras de él y me prometiste que ibas hacerlo. ¿Qué estaba pasando entre tú y Daniel? ¿Qué es lo que realmente sucede entre ustedes dos? – Saúl hablaba cegado por los celos.

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