35. Una propuesta difícil de creer

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La oscuridad y soledad eran lo que caracterizaban a la casa que la joven cantante alquilaba para vivir.
No era el ambiente cálido ni acogedor de una casa común, era más como el reflejo mismo de una vida de frustraciones y desesperanzas.

Era la noche más fría en ese diciembre de 1930, en las calles había escarchas del hielo, comenzaba a nevar y aunque era leve la llovizna de copos pero era notoria en la gente que había estado en la calle, temblando el cuerpo soportado del ambiente helado en ese momento.

Era época de La Navidad, en 3 días más sería la celebración de Nochebuena y en muchas casas muy a pesar de estar la peor recesión economía las familias se reunirían para agradecer, por las bendiciones recibidas durante el año, muy a pesar de la falta de oportunidades laborales, las raciones de alimentos, de servicios básicos, el brote de enfermedades y todos esos males que acaban con la tranquilidad de las personas.

Era tiempo de Navidad y en la casa de Kara no había ni un solo árbol para decorar, tampoco un montaje recreando el nacimiento del Niño Dios pero si lo que había en un taburete a la par de la puerta principal era una Biblia, y en sus páginas abiertas estaban los pasajes del Libro de Mateo en los que relataban los sucesos de el porqué María y su esposo José llegaron a Belén buscando posada y en medio de eso ocurre el milagro del nacimiento del Hijo de Dios, anunciando la paz y buena nueva para los que creen en el poder de Dios a través de su hijo nacido de un vientre libre del pecado que cambiaría el curso de la historia de la humanidad.

Muy a pesar de todos los problemas, Kara Danvers mantenía esa fe inquebrantable que mueve montañas, tenía vivas las esperanzas de que llegaría el momento en que su gran oportunidad para brillar o para por lo menos mejorar su vida, tenía esa fortaleza muy a pesar de todo.

Pero ahora la señorita Danvers, en la soledad de su casa, por suerte tiene aún su reserva de gas y agua caliente para hacerse un poco de chocolate y con algo de suerte aún le quedaría pan y un cartón completo de huevos para pasar la semana.
Si, así de limitada vivía la cantante.

***

Mientras Donnagon intenta equilibrar la caminata hacia el St. Regís junto con un joven Lex Luthor, aturdido por el alcohol y la desastrosa reunión con los representantes de Margareth Swayer, con suficiente tiempo para ir al apartamento del magnate que quedaba cerca de sus oficinas y del hotel, cargarse de un buen café y un baño para mermar el olor a alcohol de un exasperado Lex Luthor, con un nuevo traje - otro nuevo traje, la ventaja de ser multimillonario y tener ropa fina en el momento adecuado - y un buen perfume lo solucionaría todo.


De camino al apartamento, Lex y Donnagon observaron a un niño que cantaba villancicos navideños por monedas al pie del lujoso edificio.

La situación en las calles era demasiado deprimente y los niños estarían pasando mucha hambre y frío mientras los ricos se deleitaban con los lujos de un banquete fastuoso a cercanías de su ubicación.

Ni Lex ni Donnagon fueron indiferentes ante la situación del niño.

- Toma jovencito. - Lex extendió su mano hacia el niño, ofreciéndole un billete de 50 dólares.

- ¡Oh señor! ¡No es para tanto, no creo merecerlo! - dijo con lágrimas en los ojos, las que brotaban con algo de dolor, el frío hacía enrojecer sus mejillas y eso llegaba a arder.

- Sólo tomalo y no quiero volverte a ver en la calle, no al menos por esta noche, es muy fría para que estés solo y pasando hambre.

La Heredera Y La Cantante LIBRO 1Where stories live. Discover now