39. Barry Allen, el amigo de la cabaretera

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- Bueno, yo me llamo Kara Danvers y soy originaria de Rochester, Míchigan.

- Danvers, buen apellido, y ya que estamos conversando con fluidez, ¿es usted una artista muy famosa en algún lado del país?

De nuevo Kara quedó en silencio y como dudando de lo que estaría por decirle a éste muchacho de nombre Barry Allen.

- Bueno, famosa, yo creo que no, o bien quizá si solo un poco, pero de que si sé es cantar, yo lo hago desde muy pequeña y esa es mi gran pasión.

- Y esa pasión ya tiene un público muy admirado por su talento, sólo mírese en dónde está parada justo ahora y las personas que la rodean.

- Si, creo que si...

- Pero, ¿por qué percibo de que esta nerviosa? - el sujeto tenía razón.

- No, nada, es solo que... Esta es la primera vez en toda mi vida en que estoy parada en un escenario así tan, increíble.

- ¿Osea, quiere decirme que ésta es su primera vez?

- Si, absolutamente.

- ¡Oh!

- Si señor. Aún no me caben las palabras para expresar el cómo me siento después de haber cantado para tantas personas.

- Pues esa felicidad debería irradiarla con los invitados que la escucharon cantar. Si gusta, deberíamos salir de bambalinas y la acompaño hasta la verdadera fiesta afuera a menos, que a usted le guste estar dentro de todo el ir y venir de los músicos tras el escenario.

- ¿Y tropezarme con mis zapatos entre las cortinas? No gracias, no de nuevo.
Con mucho gusto acepto su invitación, aunque se lo pregunto con todo el respeto debido.

- Que cosa.

- ¿Usted venía acompañado en esta fiesta?

- Ahora mismo si.

Y sintiéndose un tanto más segura de si misma, Kara acepta el brazo de Barry y caminar junto con él para adentrarse en la fiesta como si fuera su compañía de verdad, y no alguien a quien apenas había conocido en menos de 5 minutos y que ya sentía tenerle confianza pues, éste de inmediato supo que la chica no de era otra que la suplente de su amiga la famosa cantante y como tal le había dicho que tenía presencia en el escenario.

En una situación así a lo mejor habría ocurrido lo contrario y Kara seguiría sentada en una esquina solitaria, tan solo esperando que Donnagon la buscase para conducirla hasta Brooklyn pero ya habían pasado varios minutos y hasta que el señor Allen apareció, para entonces no sabría que la esperaba una gran noche y con una buena compañía.

Ella tenía que mostrarse diferente a como llegó, debía mostrarse segura, erigida y muy a pesar de lo molesto de sus zapatos pero debía pretender ser una cantante profesional que sabía lucir su vestuario y no una muchacha tímida, desempleada y pobre, muy pobre.

Ella en ese momento debía de ser una muchacha fina, orgullosa de su talento y además de haber sido admirada y aplaudida por un público tan exquisito como culto, así debía de ser y lo pensó que debía de mostrar.

Si estando en el escenario, sus nervios le impidieron notar detalladamente el sitio en el que se encontraba, ahora podía relajarse ya sabiendo que no había nada de que preocuparse mientras se mezclara entre la gente de sociedad y al hacerlo, ya consciente y con todos los nervios disipados,
ahora si pudo contemplar la maravillosa decoración de los salones, los invitados de acá para allá luciendo sus mejores galas, el bar de bebidas, y un festín de platillos sabrosos en la mesa de boquitas y canapés que se servían entre los invitados.

La Heredera Y La Cantante LIBRO 1Where stories live. Discover now