A remedium in Proelio

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NUESTRA SANGRE, NUESTRO PECADO

Capítulo III. A remedium in proelio (Una cura en Batalla)

Ezio no había logrado perder a los soldados Borgia en el bosque. Merda, ¿acaso no estaban cansados? Cesare debió ofrecer una recompensa considerable por quien lograra llevarlo ante él. La luz lunar le ayudaba a distinguir a unos cuantos desde su posición de incógnito en el abedul que lo resguardaba de ser visto. A ese punto, la mayoría de los guardias había decidido acampar ahí, haciendo alrededor de diez fogatas, extendidas varios metros a la redonda. La única solución para Ezio era columpiarse en las ramas para salir del bosque, pero había un problema: arqueros que habían comenzado a subir en los árboles aledaños. Y estaba consciente que no se marcharían de ahí. Sus provisiones durarían cuatro o cinco días, y él solo conservaba un pedazo de pan para una noche, eso considerando si deseaba tener fuerza suficiente para matar a todos.

Esperaba en vano que les ganara el sueño, pero no: se turnaban para vigilar y patrullar.

Ezio blasfemó en silencio que Cesare mandara un ejército pequeño solo para cazarlo, pero era una señal de que tomaba medidas desesperadas, por tanto, la posibilidad de derrotar el imperio del papa aumentaba... Si salía vivo de ésta.

Pensó dos veces la estrategia y decidió atacar primero a los arqueros por ser blancos únicos y relativamente vulnerables, pero debía ser silencioso al desplazarse. Y eso hizo: comenzó a buscar ramas cercanas, saltar hacia ellas y deslizarse con rapidez antes de que los soldados de abajo voltearan por el crujido de la planta. De esta forma, logró asesinar a veinte hombres con la daga y resultar desapercibido. Se aproximaba a un claro del bosque, no veía la hora de que amaneciera para lograr atacar con facilidad. Pero como era de suponer, en esa salida había otro montón de lerdos. Bueno, menos mal que la cantidad era sustancialmente menor. Respiró profundo y desde la rama donde estaba parada, realizó un asesinato aéreo doble.

El revuelo fue notorio, aun corriendo el riesgo de que alguno de los atacados fuera de emisario e informara su paradero, para evitarlo había ahorrado cuchillos arrojadizos para los que tuvieran la genial idea de escapar. Su espada cortó algunos cuellos, pero la cantidad lo sobrepasaba. Sus cuchillos se acabaron antes de lo calculado y un soldado logró adentrarse en el bosque, así que Ezio comenzó a conjeturar si su plan fracasaría... ¿Huir? Era una opción, pero sabía que a pie no podría llegar lejos, y robar un caballo no era factible si todos estaban en la espesa maleza a oscuras.

Decidió seguir peleando contra los que siguieran en pie.

"¿Cuántos son?" pensaba al apuñalar un soldado en la yugular. Los gritos retumbaban en sus oídos, era una masacre sanguinaria a ese punto, sus manos resbalaban por tanta sangre salpicada, entumecidas por el peso de su espada. El alboroto duró unos segundos mientras más soldados se apresuraban a atacarlo. Ezio escuchaba sus latidos en los oídos, exponiendo su parte salvaje que no tenía piedad de quien se le cruzara para él mismo sobrevivir. Rostros y más rostros en avalancha para atraparlo que no distinguía quienes eran jóvenes o veteranos. Le daba temor ese lado suyo: el irracional y asesino.

Cuando el número de hombres fue decreciendo, esbozó una sonrisa al creer que podría ganar, o mejor dicho, que había salido victorioso ante un ejército de los Borgia, jactarse que ni siquiera cien hombres podrían detenerlo. Miró soldados en la última línea de defensa y sin piedad fue a clavarle su espada a todo lo que tocara. Se giró al sentir que todavía quedaba una persona detrás suyo, soltó la espada y estiró su estilete impactando contra el último soldado hasta tirarlo al suelo, quedando él a horcajadas para proferirle el último golpe, pero una voz lo detuvo.

Nuestra sangre, nuestro pecado (Assassin's Creed: Ezio/ Claudia)Where stories live. Discover now