Capítulo 8

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REINA

Silencio. Contuve el aliento, esperando que Lena dijera algo, pero no lo hizo. No parpadeó, no se movió, no alejó la mirada de la imagen. Solo miró, y las mismas olas negras de poder que habían aparecido en el aeropuerto, empezaron a reunirse otra vez.
Terrorífico. No había alguna posibilidad de que pudiera detener a Lena de guiar su nube mortal de regreso a la isla de Cronos.
Winn se acercó lentamente y dejó escapar un silbido.
—Lindo. Cronos realmente capturó tu esencia. Y mira esa tiara. Lo codeé.
—No soy yo.
—¿Quién más podría ser? Quiero decir, mírala; la nariz está un poco hacia afuera, pero aparte de eso, es perfecta.
—No soy yo —dije tercamente, dándole una mirada. Ambos sabíamos que era mentira, pero Lena no podía saber sobre el trato que había hecho.
—Jess  ha  estado  cambiando  su  apariencia,  y  ella  luce  exactamente como una versión rubia y mayor de mí. No puedes decir de qué color tiene el cabello la chica, pero esa es definitivamente su nariz.
Winn sostuvo mi mirada por un largo momento, y finalmente la reenfocó sobre la imagen.
—Tienes razón —dijo—. Debe ser Jess.
Quería abrazarlo por mentir y golpearlo por hacerlo tan mal.
Sin embargo puse una sonrisa y envolví mi brazo alrededor de la cintura de Lena.
—¿Ves?  Son  Cronos  y  Jess.  Nada  más  tiene  sentido,  de  cualquier forma.
Lena exhaló, como si hubiera estado conteniendo el aliento todo este tiempo.
Quizás lo había estado haciendo.
—Por supuesto —murmuró—. Mi error.
Lena no era estúpida, pero no le había mentido. Jess se parecía bastante  a  mí,  y  a  mi  madre  estos  días.  Con  suerte,  eso  cubriría  mis mentiras lo suficiente para que Lena se recobrara. Y entonces, quizás su participación sería suficiente para que el Consejo hiciera caer a Jess y recapturara a Cronos, después de todo.
No tenía estómago para mirar la imagen por mucho más tiempo, y atraje a Lena y a Winn al borde del Partenón. Juntos, observamos hacia abajo la devastación una vez más, pero esta vez, el agarre de Lena se sintió como el acero. No me dejaría ir por nada del mundo, y tampoco lo iba a hacer yo.
No sé cuánto tiempo estuvimos parados allí. Minutos. Horas. Años. Estaba perdida para siempre, esperando que algo pasara que me recordara que aún había un mundo allí afuera, un lugar por el qué pelear incluso a pesar de que Atenas se había ido, y un futuro diferente a este, en el que Cronos me buscaba. No era imposible, no aún, y no podía permitirme olvidar eso. El océano embraveció, grandes crestas formándose y olas rasgando contra la orilla, y algo surcó el cielo.
Parpadeé.
—¿Qué fue eso?
—¿Qué fue qué? —dijo Winn, y otra chispa corrió en el horizonte púrpura.
—Eso —dije mientras otra la seguía, y otra—. ¿Bengalas de rescate?
—No —dijo Lena—. Esto es el crepúsculo, y el Olimpo está más arriba. El Consejo está atacando la isla.
Mi sangre corrió fría. Nunca había visto a los otros miembros del Consejo atacar en su propio reino. Abajo, en el inframundo, sus habilidades habían sido apagadas, pero sobre la superficie, deben haber estado dándose al máximo.
¿A qué costo? ¿Quién sería el siguiente? Mi madre estaba entre ellos. ¿Sería ella?
Tragué fuertemente, y mi visión se volvió borrosa. La última vez que había hablado con ella, había sido una mocosa egoísta. No le había dado la oportunidad de explicar por qué había mantenido la identidad de mi padre en secreto. ¿Qué si esas fueran las últimas palabras que le escuchara decir?
—Debería ayudarlos —dijo Winn, y trató de dejar ir mi mano, pero lo sostuve.
—Ten cuidado —dije—. Y asegúrate de que mi madre regrese a casa. Besó mi mejilla.
—Siempre. Te veré en unos minutos.
¿Unos  minutos?  Winn  partió  hacia  el  centro  del  Partenón,  y  a  varios metros de distancia, empezó a brillar. Antes de que pudiera dejar escapar una palabra de sorpresa, él también se convirtió en una llamarada de luz, y partió tras ellos.
—Oh, mi Dios —dije, mientras seguía su huella por el cielo—. No tenía idea de que podíamos hacer eso.
—Ellos son más poderosos cuando el Olimpo está cerca —dijo Lena—. Como dijo Winn, la batalla no durará mucho. Ven. Debemos regresar a donde sea seguro para ti.
—Tú también —dije firmemente. Podía pretender que estaba bien todo lo que quisiera, pero no me engañaba. Podía ver el cansancio en sus ojos. No tenía oportunidad si Cronos descubría que estábamos aquí, si no lo sabía ya—. ¿Podemos visitar el Olimpo en otra ocasión, cuando estés curada?
Lena me dio una mirada desconcertada.
—No regresaremos al Inframundo. Vamos al Olimpo. Cronos y Jess me creen muerta, y debemos reforzar esa idea.
Estaba equivocada; Cronos no creía que estaba muerta. Sabía que íbamos a buscar a Rhea, y tenía que darse cuenta de que Rhea no se negaría a ayudar a su hija.
Así que ¿qué si no lo hacía? No sabía nada acerca del lazo de un niño a sus padres. Se preocupaba por el control y el poder, no por el afecto y amor. Si le dijera que Rhea se había negado a ayudar, ¿me creería?
—Todo bien —dije.
Debía hablar con Winn sobre eso más tarde. Lena estaba demasiado cansada y necesitaba descansar, no trasnochar planeando la mejor forma de arrancarle la cabeza a Cronos. Hubiera estado bastante animada por ello, también, después de la imagen de mí detrás de Cronos.
—No sé cómo regresar al Olimpo.
—Tienes suerte de que yo sí —dijo Lena con una débil sonrisa—. Cierra tus ojos.
Miré  las  ruinas  de  Atenas  una  vez  más.  Haría  esto  bien.  No  podía devolverle a la gente la vida, pero haría todo lo que podía para hacer su estadía en el Inframundo feliz.
Enfocándome en las marcas en el cielo atacando la prisión en la isla, dije en silencio una plegaria para que volvieran a salvo a casa. ¿Para quién? No lo sabía. Para quien escuchara. Tenía que haber una forma de evitar que la versión de Cronos sobre el futuro sucediera, y haría todo lo que podía para encontrarla.
Al final, cerré mis ojos, y Lena envolvió sus brazos alrededor de mí. Un viento cálido nos rodeó, y mis pies dejaron el suelo. Este no era el usual acto de  Lena  de  desaparecer  y  reaparecer,  pero  no  importaba.  Estábamos juntas, y por un hermoso momento, estábamos volando.
Pasé incontables horas en el hospital, esperando que el doctor me dijera cómo lo estaba haciendo mi madre en su última ronda de exámenes y cirugías.
La ansiedad se había convertido en mi compañía más cercana durante estos años, y no importaba cuántas veces jugara el juego, nunca sería más fácil.
Nunca había sido capaz de leer o entablar una pequeña conversación con los otros que esperaban noticias. Algunas veces llenaba los espacios coloreando libros con caros packs de crayones que encontraba en las tiendas de regalos. Algunas veces, miraba la televisión, incapaz de enfocarme en lo que estaban pasando. Nunca parecía ni de cerca tan importante como lo que le estaba pasando a mi madre.
Algunas  veces  imaginaba  que  podía  sentir  todo  lo  que  ella  sentía. Imaginaba lo que podía ver si estaba despierta. Si no lo estaba, imaginaba lo que estaba soñando. Y siempre, siempre, el tiempo se había detenido mientras esperaba por las inevitables malas noticias.
Sabía que la perdería algún día, pero entonces vino Lena. Entonces vinieron  las  siete  pruebas.  Entonces  vino  el  resto  de  mi  vida.  En  el momento  en  que  morí,  el  momento  en  que  me  tragué  mi  orgullo  lo suficiente como para pasar la prueba, mi madre había aparecido en toda su inmortal gloria, y pensé que era la forma del universo de prometer que nunca la perdería de nuevo.
Esa promesa era falsa.
Lena se sentó en su trono de diamantes negros en la amplia habitación dentro del Olimpo, y sin decir palabra, me acurruqué en su regazo. Me besó, la clase de beso cálido, suave, que normalmente borraba cada preocupación que tuviera, pero no hoy.
Esperamos. Ella pasó sus dedos a través de mi cabello, jugueteando con las puntas, y yo miré hacia el centro de la habitación del trono. Los sonidos amortiguados de la batalla se filtraban hacia adentro del mundo debajo de nosotros, y las nubes en el piso de la puesta de sol se arremolinaban, como si ellos, también, pudieran sentir el malestar en el mundo.
Nunca cesaba de impresionarme cuán rápido unos minutos con mi madre podían pasar. Cuando supe que podría nunca volverla a ver, sin embargo, esos minutos se convirtieron en horas, y todo mi mundo se redujo hasta que todo en lo que podía pensar era en ella.
—Dime sobre él —susurró Lena, su voz apagada, como si estuviera a medio mundo de distancia.
—¿Noah? —dije.
—Sí.
Entrelazó sus dedos con los míos.
—¿Cómo es él?
Estaba tratando de distraerme, mi corazón se encogió con gratitud.
—Winn me enseñó cómo mostrártelo. ¿Te sientes como para hacerlo ahora? La sonrisa en su rostro valía la pena cada gota de culpa que sentía por preocuparme por algo más que mi madre justo ahora.
—Sí. Me gustaría.
—Y, ¿estás segura de que Cronos no es capaz de verte? Acarició mis nudillos con su pulgar.
—Me aseguraré de ello.
Tirando a Lena en mi visión de la guardería, se sentía como arrastrarla a través de arenas movedizas, exactamente como había sido con Winn, pero estaba casi demasiado distraída para notarlo. No tenía idea de qué iba a decirle a Cronos. ¿Iba a dejarle continuar con su engaño? ¿O ya me había delatado con Winn? ¿Y qué había de Lena? ¿Y si Cronos decía algo que llevara a mi mentira hasta el Partenón? Pero necesitaba que Lena encontrara a Noah. Necesitaba que buscara a nuestro hijo por más que una fracción de…
Algo me tiró bruscamente de regreso al Olimpo. Perdida en medio de esa arena movediza, no tuve elección más que regresar a la habitación del trono, una vez más me sentí como emerger a la superficie después de un largo tiempo nadando. Abrí mi boca para quejarme, segura de que era otra vez Winn, pero mi madre me tiró en un abrazo antes de que pudiera siquiera pronunciar una palabra.
—Kara.
Su voz me rodeaba, alejando mi frustración. Su piel estaba fría, pero estaba viva.
Peleando contra las lágrimas, la abracé tan fuertemente como pude. Su cuerpo se sentía tan delicado como su hubiera estado en los últimos días de su vida mortal.
—Lo siento; lo siento, mamá. Lo que dije antes, no quise…
—Lo sé —susurró—. Todo está bien. Simplemente estoy aliviada porque estás a salvo.
Podría haberla sostenido para siempre, esperando que se calentara otra vez, pero  ella  se  alejó.  Detrás  de  ella,  los  otros  reunidos,  todos  peor  que cansados, pero ninguno estaba sangrando.
—Te dije que no fueras a ella —dijo mi madre, y me tomó un momento darme cuenta de que le estaba hablando a Lena—. No debiste haber ido a ninguna parte en tu condición.
Lena hizo una mueca, y puso una mano en mi espalda, como si no pudiera hacer un movimiento sin tocarme. No iba a quejarme.
—Podrías haber estado más que molesta si no lo hubiera hecho —dijo.
—Probablemente —admitió mi madre, y nos besó a ambas en la frente—. Gracias por cuidar de ella.
—Hey, ¿qué hay de mí? —dijo Winn, y ella se hizo a un lado para que el pudiera unirse a nosotros—. Yo hice la mayor parte del trabajo.
—Tú insististe en dejarte caer en Nueva York en vez de África, como te dije que hicieras —dijo mi madre, severamente—. Podrías haberla traído de regreso días atrás.
Winn se encogió de hombros tímidamente.
—Sí, bien. Lena estaba estable, y no sería un viaje si no hay un viaje involucrado, ya sabes.
—No pretendas que era algo más que tú queriendo pasar más tiempo con ella —dijo Lena.
Winn sonrió.
—¿Puedes culparme? No es la única de ustedes que se molesta conmigo por más de unos minutos cada vez.
—Me pregunto por qué es eso —dijo mi madre, empujándolo con su cadera, y él sonrió.
Detrás de ellos, alguien aclaró su garganta, y la sonrisa de mi madre se desvaneció. J’onn dio un paso adelante.
—Hermana —le dijo a Lena —Bienvenida de nuevo. ¿Estás bien?
Algo brilló en los ojos de Lena, como si estuviera tomando una decisión. No había una pregunta real sobre lo que era, la última vez que ellos habían hablado, había sido por una discusión sobre mí. Pero ahora yo estaba a salvo y había cosas más importantes de las que preocuparse. Como rescatar a Noah.
Enfádate con él después de la guerra, pensé, lanzando el pensamiento hacia Lena. El Consejo ya está lo suficientemente fracturado.
La ceja de Lena se arqueó, y aunque no me miró, sus hombros se relajaron. Al final se dirigió a su hermano.
—Estaré bien pronto. ¿Cómo fue la batalla?
—Fue lo que fue —dijo J’onn, exhalando. Incluso él no podía esconder su alivio ante el aparente perdón de Lena—. Mañana atacaremos de nuevo y lo continuaremos haciendo hasta que hayamos hecho los avances necesarios para  permitir  una  estrategia  ganadora.  Winn  nos  habló  de  tu descubrimiento en el Partenón. Quizás eso nos dará una pista acerca del plan de Cronos.
—Quizá —dijo Lena. J’onn lo miró como si lo estuviera evaluando y yo automáticamente me moví en un intento de proteger a Lena de su calculadora mirada.
—Y tú, hermana —dijo J’onn—. ¿Te unirás a nosotros tan pronto como estés recuperada?
—Como estoy fuera de mi reino, no puedo imaginar que mi contribución vaya a ser una gran cosa. Pero sí —dijo en voz baja—.  Me uniré a ustedes.
—Yo también —dije y antes de que nadie pudiera protestar, añadí—. Tengo derecho a luchar por mi familia. Mientras Lena se recupera, puede enseñarme.
—No. —La voz de Lena fue un poco más que un susurro en mi oído—. No te tendré luchando en esta guerra.
Una vez más, estábamos de vuelta en esto, Lena insistiendo que yo no podía cuidar de mí misma. Y todo el Consejo negándose a aceptar que quizá yo era capaz de ayudarlos, aunque fuera solo un poco. Quizás un poco sería suficiente para cambiar el rumbo, aun así se negaron a considerar la posibilidad.  ¿No  había  probado  ya  que  no  era  completamente incompetente? Había sido la única en proponer ir al Partenón en primer lugar. Había sido la única en descubrir los grabados. No sabía cómo luchar como ellos todavía, pero podía aprender. Y mientras tanto, podía hacer un infierno más que estar sentada alrededor y retorcerme el cabello.
Abrí mi boca para protestar, pero mi madre me adelantó.
—Kara puede luchar si ella quiere —dijo. Sus ojos se posaron sobre mí—. Si Lena no quiere enseñarte, yo lo haré.
Lena frunció el ceño, pero J’onn fue el primero en hablar.
—Muy bien. Si eso es lo que Kara quiere, que así sea. —Tocó el hombro de mi madre y se giró para unirse a los otros en el lado opuesto del círculo.
Me quedé detrás de Lena. ¿Eso fue todo? Después de todo lo que había pasado, ¿eso era todo lo que ella estaba dispuesta a darme? No se ofreció a enseñarme ella misma, no es que lo esperara, y lo habría rechazado de cualquier modo, pero aun así. No hay intención de insistir que me quede a salvo. Solo permiso para salir fuera y morir si eso era lo que yo buscaba.
Tal vez si no hubiera estado tan de los nervios, no me habría lastimado tanto como lo hizo. Mi madre sabía que yo habría ido de todas formas. Ella sabía quién era yo, y sabía que era inútil intentar discutir conmigo. J’onn no lo sabía sin embargo, y si él era realmente algún tipo de padre, debería de haberse preocupado.
—Kara —comenzó Lena, pero me levanté, quitando mi mano de la suya. Ella podía protegerme por un tiempo antes de que pagara el precio, y yo no iba a dejar que eso pasara. Tenía que aprender cómo controlar mis habilidades. Tenía que aprender cómo protegerme a mí misma, solo así podía proteger a Lena y a nuestro hijo.
—Necesitas descansar —dije más dura de lo que pretendía. Inclinándome, besé su mejilla, como una disculpa silenciosa—.   Te quiero. Solo necesito estar a solas ahora mismo.
Capturó mis labios entre los suyos, y pasó un largo rato antes de que finalmente se separara. Después de darle una pequeña sonrisa, agaché la cabeza y corrí fuera de la suite, rezando en silencio para que nadie me siguiera. Por supuesto que lo harían, sin embargo. Si Lena no lo hacía, Winn lo haría, y si Winn no lo hacía…
—Cariño.
… Mi madre lo haría.
Reduje el paso para darle la oportunidad de que me alcanzara, pero no me paré. ¿Qué haría ella si se enterara del trato que había hecho con Cronos? ¿Me ayudaría? ¿Se lo contaría al resto del Consejo? No podía estar segura, y la desconfianza dolía como el infierno. Debería haber sido capaz de confiar en mi propia madre sin preocuparme por las consecuencias.
—Solo quiero estar sola —murmuré, pero ella colocó su brazo sobre mis hombros y se puso a caminar a mi lado. No la alejé. No podía. Incluso si la ansiedad de la espera y la preocupación por que ella volviera se habían ido, habría una próxima vez. Siempre había una próxima vez, y no quería castigarme a mí misma apartándola ahora como había hecho antes yéndome con Winn.
—No deberías de estar sola ahora mismo —dijo, y había algo bajo sus palabras que no entendí.
Ella estaba en lo cierto, sin embargo. Si fuera por mí, no estaría sola nunca otra  vez, pero ya no tenía ninguna garantía. Si lo peor sucedía  —si el Consejo no descubría una manera de parar a Jess y encerrar a Cronos una vez más— entonces podría tener a Noah, pero sería el juguete de Cronos para la eternidad. Y prefería que Noah muriera y pasara el resto de la eternidad ajeno en el Inframundo a que fuera sometido a la misma suerte.
Mi madre me llevó a su habitación, y mientras entraba, en las ramas de la estructura de su cama nacieron flores de color magenta. Me senté al borde de su colchón e inhalé. Olían como a verano.
—Siento no haberte contado acerca de tu padre antes —dijo, frotando mi espalda, y me permití relajarme bajo su tacto. Después de años preguntándome cuando sería su último momento, no tenía tiempo para estar enfadada con ella.
—Está bien —dije, aunque no lo estuviera—. ¿Por qué no me lo contaste?
—Porque egoístamente quería guárdamelo para mí. —Se puso a mi espalda, pasó los dedos por mi pelo y empezó a trenzarlo—. Amaba nuestra vida juntas. Echaba de menos el Consejo, pero tenerte a ti me compensaba más. No había sido tan feliz desde...
Ella se detuvo en seco, y me miré las manos. Ella no necesitaba terminar para saber lo que iba a decir.
—Desde que tuviste a Perséfone —murmuré.
—Sí. Desde que tuve a Perséfone. —Ella deshizo la trenza que acababa de terminar hace unos segundos y empezó de nuevo—. Te crié como una mortal porque creía en ese tipo de vida, lejos de la grandiosa existencia, te daría  la  mejor  oportunidad  para  pasar  las  pruebas.  Pero  a  lo  largo  del camino, descubrí lo feliz que era, solo éramos nosotras, dos perdidas en el mar de la humanidad. Y si permitía a J’onn entrar en nuestras vidas, eso se habría hecho añicos.
—Pero si J’onn es inmortal, y tú eres inmortal, entonces ¿por qué no lo era yo? —dije. Parecía una pregunta pequeña y sin importancia en el entramado de las cosas, pero necesitaba algo pequeño y sin importancia ahora mismo.
—Porque te tuve en mi forma mortal. —Empezó con una trenza pequeña, uniéndola con otra más grande—. Eso fue parte de mi trato con el Consejo. Los semidioses, y tú has sido siempre una semidiosa, querida, no son inmortales, pero ellos pueden ganar la inmortalidad, como pueden los mortales.
—¿Por qué tenía Lena que casarse con una mortal, para empezar? —dije—. Por qué no, no lo sé. ¿Por qué no solo tenerme y casarme con ella?
Ella se rió en voz baja.
—Y lo bien que les ha ido, ¿qué te parece? Aprendí la lección con Perséfone. Lena buscaba una reina dispuesta, una que entendiera el precio de la muerte, e insistió en candidatas mortales. El Consejo consideró hacerte nacer  inmortal,  por  supuesto,  desde  que  las  otras  tuvieran  muertas mortales, pero Jess era la que insistía que tenías que ser una semidiosa. —Su voz se iba apagando a medida que se daba cuenta de lo que significaba, dos décadas demasiado tarde—. Pensé que era porque ella quería las mismas cosas que Lena; que ella no quería  empujar a otra chica a un matrimonio y un papel que no quisiese, solo para acabar en desastre otra vez.
Aunque por eso no fue, por supuesto. Ella no quería competencia que no pudiese matar.
—¿Sabía J’onn que te ibas a poner enferma? —susurré.
—¿Qué? No, cariño, no. —Sus manos pararon—. Se suponía que nunca iba a ponerme enferma. Se suponía que serías mayor. Se suponía que ibas a tener la oportunidad de vivir, de elegir una vida por ti misma. El engaño se suponía que nunca iba a ser parte de esto. Planeé contártelo en tu veinteavo cumpleaños, y en ese momento tú podrías hacer las pruebas si quisieras hacerlas.  Cuando  descubrí  que  tenía  cáncer,  fui  al  Consejo,  y  ellos decidieron acelerar la agenda. Aguanté tanto tiempo porque Maxwell me ayudaba. Nada de eso estaba planeado, lo juro.
Asentí con la cabeza. Ella no me mentiría, no acerca de algo como esto. Y todo lo que tuvo que pasar, todo lo que había sufrido… nadie en su sano juicio se pondría a sí mismo a pasar por esto por una estúpida prueba.
Nunca hubiera pasado si ella no hubiese tenido cáncer, sin embargo. Nunca habría estado tan asustada de la muerte de lo que estuve para renunciar a seis meses de mi vida por salvar la de Ava. ¿Había sabido eso el Consejo?
¿Había ido a espalda de mi madre para darme una oportunidad de luchar?
Empujé el pensamiento fuera de mi mente. Era ridículo. Ni siquiera el Consejo era capaz de eso. Esperaba.
—J’onn sabía que yo estaba sola —dije—. ¿Por qué no vino a ayudarme?
—Porque él es el Rey de los Dioses, cariño, y por mucho que quiera a su familia, él tiene el peso del mundo sobre sus hombros. —Ella terminó mi trenza, y después de atarla con una cinta de su mesita de noche, cogió una flor magenta y la puso en el final—. J’onn no ha sido nunca como un padre para ninguno de sus hijos.
—Eso me han dicho. —Me volví hacia ella—. ¿Qué hubiese ocurrido si yo no hubiera pasado?
—Ya sabes qué habría pasado, cariño. Tu memoria habría sido borrada, y tú habrías seguido viviendo tu vida.
—Pero tú habrías seguido aún viva —dije—. Tu cuerpo mortal hubiera muerto, pero tú estarías todavía ahí. Y me hubieras visitado, ¿cierto?
Los ojos de mi madre empezaron a desenfocarse.
—Quizá en tus sueños, si el Consejo lo hubiera permitido.
Inhalé bruscamente, y un dolor peor que cualquier cosa que Cronos pudiera lanzarme se enterró en mi pecho. Ella me hubiera dejado. Mi propia madre me hubiera abandonado si no hubiera pasado.
Entonces, ¿qué? Habría vivido el resto de mi vida mortal pensando que estaba completamente sola. Lo hubiera estado, también, porque soñar con mi madre, si el Consejo se lo permitiera, no era lo mismo que tenerla conmigo. Ella sabía por lo que yo había pasado, cuidando de ella y viendo cómo se iba desvaneciendo lentamente durante estos años. Sabía que yo hubiese  dado  cualquier  cosa  para  darle  a  ella  más  tiempo  para  estar conmigo. Y ella me hubiera abandonado de esa forma igualmente.
Me puse en pie, con las piernas inestables.
—Necesito irme.
—¿Dónde? —dijo mi madre, levantándose conmigo, pero di un paso atrás. La confusión y el dolor aparecieron en sus ojos, y miré hacia otro lado. Ella era mi roca. Mi constante. Ella había jurado que me había tenido porque quería hacerlo, y le creí. Yo no era el recambio de Perséfone, pero solo porque yo había pasado esas pruebas. Si no lo hubiera hecho, no hubiese sido más que una decepción, también, y me habría dejado exactamente igual que había dejado a Perséfone. Como Perséfone la había dejado a ella.
Yo necesitaba el amor de mi madre y su apoyo más que nunca, pero por primera vez en mi vida, dudé de ella. Y eso me mataba.
—Voy a traer a Noah de vuelta —dije—. Alguien aquí merece tener padres que le quieran más que cualquier otra cosa, incluyendo su propia inmortalidad.
Me dirigí hacia la puerta, con las lágrimas picando en mis ojos. En silencio oré para que ella me dijera que me detuviera, que me abrazara e insistiera que desafiaría al Consejo sin importar si le permitían que me viera. Que ella hubiese estado allí para mí no importa lo que pasara.
—Kara.
Mi corazón estaba en mi garganta.
—Lo lamento. Te amo.
Parpadeé   rápidamente.   Sin  embargo,   no   bastaba  haber   permanecido conmigo durante el tiempo de mi miserable vida mortal. No si significaba desobedecer el Consejo.
—Te amo también —murmuré, y sin decir una palabra más, salí de la habitación y cerré la puerta detrás de mí.
Un suave zumbido llenó la habitación cuando llegué. Había ensayado una y otra vez lo que quería decirle a Cronos, mi último esfuerzo contra la guerra inminente.   Rhea   podría   haberse   negado   a   ayudarnos,   pero   eso   no significaba que la batalla era inevitable, y tenía que intentarlo. Mientras mi visión  se  ajustaba  a  la  oscuridad,  sin  embargo,  dejé  escapar  un  grito ahogado, todas mis frases cuidadosamente formadas fueron olvidadas. Jess paseaba de ida y vuelta en la habitación, sosteniendo a Noah contra su pecho.
Me abalancé sobre ella, pero como siempre, fui directamente a través y caí medio pie fuera de Cronos. Por primera vez desde que había escapado, llevaba su cara en lugar de la de Lena. Así que él había absorbido todo lo que le había dicho a Winn, después de todo. Se quedó en silencio, sólo arqueando los labios. Por lo menos alguien encontraba mi rabia divertida.
—Por supuesto Madre la sanará —dijo Jess, su frente arrugada por la preocupación—. Sé que tiene sus reservas en cuanto a la lucha, pero no dejaría que uno de nosotros muriera así, ¿verdad?
Miró a Cronos buscando la confirmación, pero no dijo nada. Bien. Eso significaba que no lo sabía.
—Padre, necesito a Lena. ¿No puedes deshacerlo?
—Quizá deberías haber tenido esto en cuenta antes de intentar matarla — dijo Cronos neutral, y Jess apretó su agarre alrededor de Noah, su ceño profundizándose.
—Estaba apuntando a su hombro, no su corazón. Y no se suponía que ella se iba a ir. Juraste que la sanarías.
¿Ella no había tenido intención de casi matarla? Entrecerré los ojos. Por supuesto que había estado mintiendo todo este tiempo. Ella había estado enamorada de Lena durante milenios, no era del tipo que renunciaba a eso. Como Cronos me quería a su lado, Jess quería a Lena al suyo.
—Entonces parece que las cosas no van de acuerdo al plan —dijo Cronos claramente—. No puedes hacerme responsable por eso.
Noah comenzó a llorar, y Jess dejó escapar un suspiro de frustración.
—Callum, cállate. Madre está tratando de pensar.
—Su nombre no es Callum, y yo soy su madre, perra —gruñí, pero por supuesto que no me oyó. Ella depositó al bebé en los brazos de Cronos.
—Aquí. Le gustas más tú de todos modos. Necesito a Lena, padre, y tienes que traerla de vuelta para mí. No puede morir.
Noah calló. Al menos Jess ya no lo seguía teniendo.
—Si está en el Olimpo, está fuera de mi control —dijo Cronos.
—Entonces más le vale que no lo esté —dijo ella. Cronos ladeó la cabeza.
—¿Te atreves a hablarme de tal manera? Yo soy tu padre, tu regente, el rey, y sin embargo me tratas con tan poco respeto como lo haces con tus enemigos.
Para mi gran satisfacción, Jess quedó inmóvil, con la boca formando un pequeño círculo.
—Yo no… —Se detuvo, nerviosa. Sirvió su derecha—. Sabes que yo te respeto, padre, más que nada en el mundo. Yo sólo… Ya nada está saliendo bien. Lena se suponía que tenía que ser mía en este momento, pero Ava no se molestó en cumplir su promesa, cuando estuvo aquí rescatando a esa bruja.
Me calmo. ¿Qué más le había prometido Ava a Jess?
—Este tipo de comportamiento insolente no te conseguirá lo que quieres, mi hija —dijo Cronos—. Sin duda, ya debes saberlo a estas alturas.
Ella asintió, y durante medio segundo, casi pareció mansa. —Aún estás de mi lado, ¿verdad, papi? ¿No va a dejar de quererme, también?
Podría haber vomitado ante su manipulación sacarina, pero Cronos no se inmutó.
—No, hija, no lo haré. Estamos en esto juntos, y te serviría bien recordar eso.
—Por supuesto. —Jess inclinó la cabeza, el primer signo de deferencia que había mostrado desde que había llegado—. Lo siento por molestarte, padre.
Él hizo un gesto desdeñoso, y ella salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Durante un largo momento, el único sonido que llenaba el lugar eran los gemidos de Noah.
Al fin Cronos se centró en mí. Su rostro se transformó en una copia de Lena una vez más, aunque ahora llevaba una máscara de falsa preocupación.
—Querida, ¿qué está mal?
Todo lo que había planeado decir se había ido, pero al menos no tenía que fingir llorar. Mis ojos estaban rojos e hinchados, y mis mejillas sonrojadas de discutir con mi madre. Ver a Jess con mi hijo había renovado mis lágrimas de frustración, y un nudo en mi garganta. No había nada falso acerca de mi dolor.
—Sabes que sé quién eres realmente —le susurré—. Cambia de nuevo a tu cara normal. Por favor.
Cronos me miró, y al fin su aparición cambió hasta que tuvo la suya nuevamente.
—Pensé que lo preferirías de esta manera.
Él sabía muy bien que me estaba engañando todo el tiempo, pero tal vez no era sólo para engañarme a mí, tal vez pensó que me iba a traer un poco de consuelo, también. Tal vez esa era su versión de consolarme. Negué con la cabeza.
—Lena está muerta. Rhea no lo pudo evitar. Y ella no… tampoco nos ayudará.
—Lo siento —dijo Cronos. Puso a un Noah durmiente en la cuna y envolvió sus brazos alrededor de mí. Contuve la respiración, negándome a abrazarlo de vuelta. Podía decir que estaba preocupado todo lo que quisiera, pero ambos sabíamos que no lo estaba. No podía estarlo. No lo tenía en él—. Estaba seguro de que Rhea lo ayudaría.
—Nosotros…   nosotros   llegamos   demasiado   tarde   —dije   con   la   voz quebrada, permitiendo que las lágrimas fluyeran—. En el momento en que llegamos allí... —Estaba tan cerca de la verdad que no era difícil imaginar lo que habría sentido al perder Lena por completo. Si Rhea no la hubiera sanado, habría estado muerta. Estaba segura de ello.
Nos quedamos en silencio durante varios minutos. Cronos hizo los gestos habituales que hacía alguien cuando quería consolar a un ser querido; palabras de consuelo, un toque gentil, prometer que todo iba a estar bien mientras yo lloraba en su hombro. Pero yo no estaba llorando sobre la supuesta muerte de Lena, y Cronos realmente no me amaba. ¿Cómo había creído alguna vez que él podía ser Lena?
—¿Qué le prometió Ava a Jess? —dije una vez que mis sollozos se calmaron—. ¿Hizo algo para que Lena muriera?
Cronos se encogió de hombros y aflojó su agarre.
—Estoy seguro de que ella no lo hizo, aunque no puedo empezar a adivinar sus intenciones.
Él estaba mintiendo, pero no había nada que pudiera hacer para recurrir a ello.
—¿Eres  realmente  leal  a  Jess?  —dije  en  voz  baja—.  Pensé  que  me querías a mí.
—Lo hago —dijo—. No le soy leal a nadie más que a ti. Le digo lo que le tengo que decir para mantenerla feliz, pero vivo para verte sonreír.
Basura. Hipé, me alejé de él, aunque él no me dejó ir por completo.
—Deja de matar a la gente. Por favor. Nadie debería tener que morir a causa de una estúpida discusión familiar.
Cronos se detuvo.
—Nada me gustaría más que concederte tu solicitud, mi cielo, pero seguramente debes saber que no es posible. ¿Qué esperas que haga? ¿Que me retire al Tártaro sin siquiera pensarlo dos veces?
—Por supuesto que no —murmuré, limpiándome los ojos con la manga. Cronos sacó un pañuelo de la nada, y sólo porque rechazarlo no me haría ningún bien, lo tomé—. ¿Por qué es necesario que haya una guerra en primer lugar? ¿Por qué no todos pueden coexistir?
—Porque, mi querida Kara, ellos no se detendrán hasta que yo haya sido encarcelado una vez más, y no puedo permitir que eso suceda.
—¿Y qué pasa si prometen no tratar de enviarte de vuelta al Inframundo?
—Si fuera tan fácil, habríamos llegado a una solución hace eones. Por desgracia, no lo es. Zeus nunca estará de acuerdo.
—Es un terco idiota —murmuré, y Cronos rió.
—Tienes razón, querida. Seguramente entiendes que mientras él gobierne los cielos, no puedo parar.
—¿Pero qué pasa si él y el resto del Consejo prometen no atacar? —dije—. ¿Si pudiera conseguir que J’onn/Zeus acceda a dejarte en paz, siempre y cuando no lastimes a alguien más?
Cronos se encogió de hombros.
—Si eres capaz de hacer lo imposible, entonces tal vez podría considerar una tregua, aunque sin duda no puedo hablar por mi hija.
Sin Cronos, Jess era casi impotente frente a los demás miembros del Consejo.
—Alguien me dijo una vez que todo es posible si le das una oportunidad — dije en voz baja—. Si Zeus está de acuerdo, ¿darás marcha atrás y dejarás que el Consejo tome a Jess?
—Sí —dijo Cronos, serpenteando sus brazos alrededor de mi cintura y gentilmente atrayéndome hacia él—. No tengo ningún uso para ella por más tiempo. Eres todo lo que necesito.
Todo mi cuerpo se entumeció. Por supuesto que él todavía esperaba que fuera su reina. Pensaba que Lena estaba muerta.
Miré hacia la cuna. Nunca había sostenido a Noah. Apenas lo había tocado, y ahora él estaría condenado a una vida con Cronos como un padre. Entonces, ¿cuál sería el significado de todo por lo que estaba luchando?
Nada.
—Está bien —susurré—. Volveré a ti tan pronto como llames a una tregua y los otros tengan a Jess bajo custodia. Pero quiero que dejes ir a mi hijo.
—Si él se va, no puedo permitirte que te vayas con él. Asentí con fuerza.
—Lo sé.
Él me estudió.
—¿Tú no quieres ser su madre?
Quería ser su madre más que a nada en el mundo, pero si dejaba a Cronos cerca de él, yo sería todo lo contrario.
—Quiero que mi madre lo críe en el Olimpo —le dije con firmeza. De esta manera Noah estaría con Lena, y podría respirar más tranquila sabiendo que se tendrían entre sí.
—Ya veo —dijo Cronos—. No quieres que yo sea su padre. Apreté mis manos en puños.
—Me tendrás a mí. No necesitas nada más.
Él rozó sus nudillos contra mi mejilla en lo que estaba segura era su intención de ser una caricia amorosa. Envió escalofríos por mi columna vertebral, pero no del tipo que él deseaba.
—Necesito que seas feliz. Me dará un gran placer mostrarte la honestidad y compasión que me tú me has mostrado.
—Si quieres mostrarme algo de esa honestidad y compasión, entonces me darás a mi hijo —dije—. Y prometerás dejar de matar a toda esa gente.
—Haz que Zeus acuerde una tregua, y tendrás mi palabra —dijo Cronos con una inclinación de cabeza, y produjo un manuscrito fuera de la nada y lo puso en mi mano—. Una muestra de mis intenciones.
Empecé a desatar la cinta de seda negra, pero él puso su mano sobre la mía.
—Es una lista de nombres de los que se han convertido traidores y prometieron lealtad a Jess. Con tu esposa muerta, es sólo cuestión de tiempo antes de que derroquen al Consejo —dijo Cronos—. Si quieren sobrevivir, mi perdón es su única esperanza. Y para eso, lo único que pido es a ti.
Agarré el manuscrito, y aunque eso me rompió en pedazos, susurré.
—Gracias.
—No, querida —dijo Cronos y la niebla de sus ojos se arremolinó malévolamente—. Gracias a ti.

Aprendiz de Diosa : la herencia (5ta Parte/ Final) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora