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Siete.

Luna parpadeó y esquivó su mirada.

—Hey, —susurró suavemente Matteo, se acercó a ella colocándose de cuclillas. Sus manos acariciaron las manos de Luna que se encontraban en su regazo, pero su apartó haciéndolo suspirar nuevamente— Mi hermosa chica delivery. —le hablaba de una manera tan tierna que a Luna se le cristalizaron sus ojos. Y ese apodo no ayudaba del todo.

Aun así, no dijo nada. Miraba las almohadas muy apenas a causa de las lágrimas.

—Luna, te prometo que no es lo que parece. De verdad. Sólo escucháme. —pidió, casi rogó. Su acento italiano se marcaba en varias ocasiones y esta era una de ellas— Si querés n-no digas nada, pero al menos préstame atención. —acarició sus piernas. Al no obtener respuesta, sólo se dedicó a bajar la mirada y comenzó con la plática— Cuando terminé de ducharme, salí con la intención de pedirte perdón por mi mal comportamiento. No sé si hice mal o no, pero no quería que vos estuvieras mal por mi culpa. Salí sin vestirme y con una sola toalla esperando verte acostada, pero no fue así. —aprieta sus labios aún con la baja mirada— Mi error fue no vestirme, me quedé diez minutos esperándote en toalla, pero no volviste. —rasca su nuca haciendo una mueca— Entonces comencé a ponerme la ropa, —exhala con fuerza sin subir sus ojos hacia ella. Luna lo miró, aún con sus ojos cristalinos— ella llegó cuando apenas comencé a ponerme la camisa de vestir. —entonces la miró, en sus ojos había desesperación. Nuevamente Luna apartó la vista de sus ojos— Por eso me viste así. No sé qué le pasó por la cabeza, pero de un momento a otro ya la tenía colgando de mi cuello. —gruñe, molesto ante el recuerdo.

Alice jamás le dio buena espina a Luna. ¿Le sorprendería que esa pelirroja hiciese eso? Sí, aunque no la conoce del todo, pero ya le había dado razones para desconfiar de ella. Ahora, la pregunta es, ¿Por qué?. ¿Por qué había besado a Matteo sabiendo él estaba con Luna?. Esa pregunta. Esa es la verdadera pregunta y no se opondrá en saber la respuesta.

—¿Por qué? —pregunta en un susurro.

—¿De qué hablás? —preguntó desconcertado. Parpadeó mirando el perfil de Luna. Es hermosa.

—No te hagas, Matteo. —apretó sus labios mirándolo. Sus lágrimas estaban a punto de salir— ¿Por qué lo hizo? —con la manga de su chaqueta limpió su nariz— ¿Por qué te besó sabiendo que tú estabas conmigo, ah? Hasta parece que se conocen. —lo último lo dijo sarcástica. Pero se quedó callada al verlo callado.

Luna se levantó de golpe.

—¿La conoces? —el italiano sólo apretó sus labios levantándose del suelo lentamente— ¡No puedo creerlo, Matteo! ¡No puedo creer que conoces a esa pelirroja! ¡¿Por qué jamás me lo dijiste?! —chilló, apretando sus manos en puños.

—Luna...

—¡Sólo contéstame, Matteo!

—¡Sí! Sí la conozco, pero, pero eso fue desde hace muchísimo tiempo. ¡Años! ¿okey?

—¡¿Por qué no me lo dijiste?!

—¡Por qué no quería que te pusieras justamente así! Estás siendo muy exagerada. —ambos se quedaron en silencio. Su respiración era agitada por los gritos que se daban.

—¿Fue algo tuyo?

—Dios, Luna...

—Te lo estoy preguntando bien. Ahora dime, ¿fue algo tuyo? —volvió a repetir con la mirada fija en él. Estaban separados. Un sillón los separaba.

Reencuentro; soy lunaWhere stories live. Discover now