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Doce.

—Si claro. —se burló el mexicano, entrando por las puertas de la mansión. Matteo ignoró su burla y entró por su lado— Y Luna está embarazada.

Matteo rodó sus ojos. ¿Qué tienen con la palabra "embarazo" éstos? Parece que tienen un trauma.

—Niegame que te gustaría tener un hijo. —lo retó Gastón con una sonrisa.

El italiano entró a la cocina dejando las bolsas del mandado en la encimera. Se giró mirándolos en silencio.

¿Negarlo? Mentiría. A él le encantaría, no estaba cien por ciento preparado, pero haría lo posible para ver a ese pequeñito o pequeñita feliz. Y obviamente, a Luna.

Cruzó sus brazos y alzó sus hombros.

—Ustedes ya saben mi respuesta.

—Lo tomaré como un sí. —sonrió Gastón.

—Es muy obvio, —sonrió Simón— el como miman a Alex lo dice todo.

Gastón apuntó a el mexicano asintiendo, dándole la razón.

Matteo negó con una sonrisa ladina en su rostro. Bajó la cabeza aún sonriente y después suspiró alzandola.

—Iré a buscar a Luna.

Ámbar en ese momento iba entrando con su ceño fruncido y cruzada de brazos. Se ganó la atención de los tres hombres ahí presentes. Nina iba tras ella, parecía estar explicándole algo en secreto, pues cuando vió a los chicos, en especial a Matteo, paró de caminar y hablar.

Tragó saliva nerviosa. Balbuceó un poco antes de tragar saliva.

—Yo... Ya vuelvo. —dijo y se fue, dirigiéndose a la sala.

Gastón apretó sus labios mirando por donde se fue la pelinegra. Dudó en salir tras ella. Pero terminó haciéndolo.

Simón, Matteo y Ámbar estaban sin entender nada. Bueno, la rubia sabía un poco de lo que estaba pasando entre ellos dos, pero no era mucho como para ponerse a pensar.

—¿Y a éstos que les pasa?

Matteo encogió sus hombros.

—Luego hablaré con Gastón. —dijo. Miró a la rubia, quien parecía confundida y molesta a la vez— ¿Has visto a Luna?

Ella gruñó.

—Arriba. En su recámara. —soltó con sequedad. Simón alzó sus cejas sorprendido de su esposa.

Miró a Matteo, quién se encontraba igual. ¿Pues que había pasado para que Ámbar esté echa llamas? ¡Solamente se fueron por treinta y tantos minutos!

—De acuerdo... Gracias. —dijo con confusión y lentitud el italiano. Les dió una última mirada antes de salir de la cocina e ir por su Luna.

En cambio, con Simón y Ámbar, que aún estaban en la cocina en completo silencio, la rubia lo fulminó con la mirada y se giró de ahí, saliendo como una modelo.

Simón abrió sus brazos mirando en dirección de su esposa.

—¿Y ahora que hice? —le gritó a ella, confundido por su actitud.

Suspiró para después ir trás ella.

Con Gastón y Nina, ella lo evitaba porque sabía lo que él quería hacer: volver a enamorarla.

Y Simonetti, como ella es comúnmente, volvió a entrarle miedo. Sabía que sus sentimientos por Gastón no se habían ido del todo, pero tampoco quería estar nuevamente con él, sufrir, recordar todo lo del pasado. También sabía que lo que había sentido por Erick no era demasiado como lo hacía con Gastón.

Reencuentro; soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora