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Dieciocho.

Un mes más y seguían sin dar noticias Gastón y Nina... o al menos que él se tratara de comunicar con Matteo. Pero no. Nada.

Luna no podía evitar preocuparse por su amiga pero ahí estaba Matteo, recordándole que Nina no se encontraba sola con un secuestrador -aunque de cierta forma haya sido secuestrada- y que probablemente, esté disfrutando de este pequeño no tan secuestro.

Mientras tanto, después de tantos meses, todos los chicos decidieron volver a dónde anteriormente se encontraban viviendo. Cada quien a su respectivo país, pues ya tenían sus vidas hechas allá y solo habían vuelto a Argentina para volver a encontrarse con sus antiguos amigos y pasar tiempo con ellos. ¡Había sido increíble! Charlaron todos juntos como cuando eran unos adolescentes y se dieron cuenta que algunas acciones y gestos cambiaron, como por ejemplo, aquellas malteadas deliciosas que preparaban en el Roller habían sido sustituidas por unas cervezas heladas.

Claramente los años hicieron lo suyo; cambiarlos.

Aunque sin embargo, también hubo cosas que el tiempo no pudo cambiar y una de esas es el sentimiento de volver a tenerse cerca. La amistad. Todos habían conocido a más personas en sus respectivos hogares convirtiéndolas en sus amigos, la diferencia acá, es que cada uno sabe que los primeros en ganarse por completo el corazón del otro, fueron y serán lo chicos del Roller. Esos que adoraban el patinaje. Pasaron una muy buena adolescencia en Argentina y ellos no lo discutían ni tampoco negaban.

Era un hecho, se iban a extrañar.

Lo bueno era que todos compartieron de nuevo sus números de celular. Luna por si acaso, solo por si vuelve a perder una vez más su celular, anotó los números de todos en una hoja y la pegó en el refrigerador con el primer imán que encontró.

Mujer precavida vale por dos.

Y como ya se conoce, no dudó en hacerlo cuando Ámbar le dió esa idea en broma. Sabía lo despistada que era y no quería volver a perder el contacto con sus amigos.

Cómo la primera vez cuando perdió su celular al irse para Italia.

—¡No dudes en que nos volveremos a ver! —chilló Delfi abrazando por los hombros a la mexicana con cuidado por su ya abultado vientre. Luna abrió sus ojos ante tan inesperada acción y terminó por reír devolviéndole el abrazo a su amiga.

—Y nosotros los esperaremos con los brazos bien abiertos. —afirmó con una sonrisa.

—Por supuesto. —mencionó Jim con una sonrisa llena de cariño— Además de que tenemos otro motivo más para vernos, eh. —señaló con sus ojos el vientre de la mexicana.

Después de eso y unas cuantas palabras más, Matteo, Luna, Simón y Ámbar acompañaron a los chicos al aeropuerto, cada uno con diferente destino. Por suerte, antes de partir habían establecido una larga y sentimental conversación que casi llegó a las lágrimas por parte de Luna. Terminaron burlándose de ella diciéndole que las hormonas estaban afectándole y después se abrazaron por última vez.

Quizá dentro de algunos meses vuelvan de visita.

Ya en la tarde, volvieron a casa. Luna y Ámbar estaban cansadas. Una por su espalda y la otra por su hijo. Alex cada vez más se comportaba muy inquieto y no quería ver a Luna.

Y Simón se burlaba de ello. Era chistoso ver cómo un niño de casi tres años peleaba y había berrinches por no querer ver a su tía y después estaba Luna, quién se indignaba a tal grado de ponerse a llorar. Definitivamente eran las hormonas, pues está en esa etapa del embarazo en dónde sus humores cambian rápido.

Reencuentro; soy lunaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon