✧ e m o t i o n a l ; [ᵈʳᵃʳʳʸ/ʰᵃʳᶜᵒ]

「 13 」

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—¡Ron levántate!

—¡No, no lo voy a hacer!

—¡Dijiste que me ayudarías!

—¡Dije tal vez! ¡Y ese tal vez ahora es un jamás!

—¡Ron!

El que sus dos amigos lo llamaran a gritos no habría sido motivo suficiente para levantarlo de la fortaleza en la que había convertido su cama. Posiblemente la razón por la que el pelirrojo terminó levantándose cual soldado obediente fue por el depulso que amenazaron con lanzarle.

Sí, probablemente fue por eso.

—¿Y qué se supone que se hace con estas cosas?— preguntó.

Harry señaló a Hermione, quien escribía en el pergamino.

—¿En serio?

—Son consejos que me dieron.— respondió antes de escribir la última cosa —De algún modo ya me habían contado que esto pasaría.

—¿Qué? ¿Quién te los dió?

—Parkinson.

Si en esos momentos a Ron se le hubiera ocurrido beber algo, ya estaría escupiendolo. A Hermione no le gustó ver la mueca que hacía el pelirrojo mientras leía los consejos pero a este ni le importaba.

La verdad es que pensaba que ahora sí, todos estaban locos.

Draco no era de las personas que se levantaban tarde, pero hoy al parecer se había levantado del lado equivocado de la cama.

Todos los otros se habían largado, ¿Esto era una especie de venganza por la broma que les hizo en la noche? Quién sabe.

Los pasillos estaban casi desiertos, se había perdido el desayuno y la clase que le tocaba primero estaba casi al otro lado del castillo.

¡La mejor forma de iniciar la semana!

Aceleraba cada que podía, tuvo que regresar porque había olvidado algunos de sus pergaminos; además se le había olvidado echarse gel en el cabello, y era sumamente molesto tener que echar para atrás los mechones que le impedían ver hacia donde iba.

Estaba echando humo cuando chocó fuertemente contra alguien, no cayó al suelo porque esa encantadora presencia lo atrapó justo antes. Mas eso no evitaba que le mandara la peor de las miradas.

—¡¿No puedes fijarte por donde vas grandísimo imbe-?!

Todo el griterío y los hechizos que planeaba lanzar pasaron a segundo plano y su cuerpo se quedó rígido. Escuchaba como algunos curiosos murmuraban y dejaban notar su más grande sorpresa.

No era para menos.

Parecía que todo el universo estaba en su contra con el fin de arruinarle el día, la semana y probablemente el año entero.

Porque la persona que lo había golpeado, salvado de una vergonzosa caída y que seguía sujetandole de la cintura con toda la confianza del mundo, como si esto se tratara de una sesión de baile; era el imbecil de Potter.