Capítulo 2 | Los líos en los que me metes.

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María empieza a partirse el culo en cuanto Marta y Natalia desaparecen de nuestro campo de visión. Yo, que aún no sé cómo asimilar todo esto, me limito a darle un manotazo en el hombro.

-¡Pero bueno Alba! -dice, aún riéndose.

-¡Ni Alba ni leches, Mari! ¿Cómo me metes en estos líos? -me quejo, refiriéndome a lo de la fiesta.

-Anda ya, no seas así, la muchacha sólo intentaba ser simpática contigo, no es culpa suya que tú seas lenta -me pica, ganándose otro manotazo. -¡¿Quieres parar ya?! Un buen polvo es lo que te hace falta -masculla, pensando que no la oigo. Y prefiero fingir que no.

-Súper simpática, se estaba riendo de mí en toda mi cara, ¡y tú con ella!

-Bueno, pero su amiga estaba buenísima, eso no me lo vas a negar.

Pongo los ojos en blanco, el timbre que indica el final del recreo me salva de tener que aguantar los comentarios de mi mejor amiga, porque ahora tenemos Dibujo Aplicado, con Noemí Galera, la directora, y siempre nos exige silencio absoluto.

Durante cincuenta minutos, me sumerjo en el arte y me olvido de Natalia Lacunza y su forma descarada de reírse de mí, porque me niego a creer que esa sea su forma de ligar. El bodegón que tenemos que acabar consiste en un par de botellas antiguas, una manzana de mentira y un frutero vacío. El carboncillo se desliza con agilidad por todo el papel, como si mis manos hubieran trazado mil y una veces este recorrido y se lo supieran de memoria. Noemí pasea entre los caballetes, corrigiendo y evaluando los dibujos. Yo, que soy la que más lejos está, me quedo de las últimas. Cuando se pone a mi lado, al timbre le quedan cinco minutos para sonar y es hora de recoger.

-Muy bien Alba, como siempre. Pero ten cuidado con marcar demasiado la línea o quemarás el papel y será imposible de borrar.

Asiento, guardando los trozos de carbón y el trapo en una cajita metálica pequeña que posteriormente introduzco en mi mochila. La profesora me hace un gesto, indicándome que me limpie la cara, y yo me sonrojo y me apresuro a hacerle caso. Si es que soy un desastre...

-¿Qué? ¿Se te ha pasado ya la tontería? -pregunta María, apareciendo de la nada.

-Que sepas que voy a ir a esa estúpida fiesta, pero sólo porque eres una bocazas del quince y no quiero que quedes mal con Marta -me defiendo, con un suspiro de agotamiento. Discutir con María es como hablarle a la pared.

-Sí, sí. Lo que sea que te ayude a dormir mejor esta noche, Albita. Por la tarde te escribo para concretar -me dice, despidiéndose para ir a su clase de optativa. María eligió francés, y yo cogí literatura, por lo que tiene que cambiarse de edificio y dejarme tranquila aunque sea una hora.

No es que no quiera a María, ni mucho menos. La adoro, desde que la conozco, y aunque la gente pudiera pensar que somos dos polos opuestos, en realidad somos las dos caras de la misma moneda. Es que el tema de la chica esta, Natalia, me saca de mis casillas. No entiendo por qué cortocircuito en cuanto me habla así, cuando está claro que se está cachondeando de mí. Me gustaría poder enfadarme y decirle cuatro cosas, indignarme y demostrarle que no pienso caer a sus pies por cuatro fichas mal tiradas, y que si cree que va a ser así lleva todas las de perder, pero en lugar de eso me sonrojo, me pongo nerviosa y me quedo en blanco. Muy dentro de mí, deseo que vaya en serio.

No me da tiempo a desear mucho más, porque empieza la clase y prefiero poner toda mi atención a la Generación del 98 que al comentario mal disimulado de Natalia sobre mis tetas.

Por fin, llega la última hora: Historia de España. Mari se la pasa chateando con Dios sabe quién mientras yo me esfuerzo por seguir el ritmo de Capde, el profesor, hablándonos sobre la guerra civil española y sus consecuencias. Cuando suena el timbre, suspiro, aliviada. Dudo que mi cabeza hubiera podido retener una fecha más sin empezar a echar humo. Guardo el libro y los apuntes en mi mochila y saco el móvil para enviarle un mensaje a mi hermana.

In Art We Trust || albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora