Capítulo 8 | Cuando me faltas.

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-¿No ves que no quiero nada contigo, Natalia? -espeto, dejando caer los trozos de papel. Lo digo alto y claro, captando la atención de parte de la cafetería. Marta y María me miran, con los ojos muy abiertos.- Estás muy equivocada si crees que voy a ser otra de tus rollos tontos o que voy a picar con estas tonterías. Haznos un favor a las dos y déjame en paz.

Natalia mira los restos de las entradas, inmóvil. Durante dos segundos, me siento tremendamente culpable, quisiera ponerme en pie, abrazarla y decirle que lo siento, pero que no quiero que me haga daño. Porque lo hará, estoy segura. Le gusta jugar, estará un tiempo detrás mía y luego se olvidará de mi nombre, como con todas las demás.

-Está bien -admite, abandonando su trance.- Adiós, Alba.

Se inclina sobre mi mejilla y me da un beso suave, para después abandonar el establecimiento. Creo distinguir que ha empezado a llorar. Marta me mira, frunce el ceño y se marcha tras ella. "Mejor, no quiero que esté sola" me digo, sintiéndome la peor persona del mundo.

María intenta descifrarme, en vano. Ni yo sé cómo me siento.

-Tía... Te has pasado -murmura, afectada.- Podrías haberle dicho que no y ya está.

-Lo sé, María. Lo sé -mi voz se rompe a media frase. María me abraza, y yo lloro un poco, porque me siento una persona horrible, porque me gustaría ir tras Natalia y decirle la verdad, porque en el fondo querría que todo fuera distinto. Y nunca lo será. Natalia Lacunza no me quiere, ni me querrá. Para ella soy sólo otro ligue más, otra con la que jugar. Y duele.

Sabela, la chica que atiende, me trae unos kleenex y una galleta, incluso se sienta un rato con nosotras e intenta animarme, pero nada funciona. Nos despedimos de ella con media sonrisa y la galleta metida en una bolsa de papel, poniendo rumbo al instituto.

Subo las escaleras mirando a cada persona que pasa por mi lado, pero ninguna es Natalia. No sé si me preocupa o me tranquiliza.

Las últimas clases del viernes pasan tortuosamente lentas. O no, y sólo es que no puedo dejar de pensar en Natalia, en el daño que le acabo de hacer. Espero que las entradas las tuviera en PDF y pueda ir.

-Se os pasará, Albi. Estáis loquitas la una por la otra -comenta María, dándome un abrazo. Lleva toda la clase hablando con Marta por el móvil.

-Buen chiste -comento, echándome sobre la mesa. Me duele la cabeza y me siento sumamente estúpida.

El timbre que indica el final de las clases suena quince minutos después. Miro mi móvil: nada.

Normalmente tendría un mensaje de Natalia, algún piropo estúpido o una invitación a algo, pero no hay nada.

 Suspiro, recogiendo mis cosas. María me acompaña a la salida, donde nos espera Marta. Ni rastro de Natalia. La culpa se hace un hueco en mi estómago, y creo que pretende quedarse. Marta no me dedica ni media mirada, agarra la mano de María y se marchan juntas.

Alba: Marina, ve tirando tú a casa, iré tarde [14:46] ✓✓

Marina: Ok [14:46] ✓✓

Dejo la mochila sobre uno de los muros y veo a la gente salir, por si acaso Natalia estuviera entre ellos. Es estúpido, porque acabo de rechazarla de la forma más cruel posible hará menos de cuatro horas, pero necesito verla. Ni si quiera para hablarle, simplemente verla, de lejos, saber que está ahí. La muchedumbre comienza a dispersarse y ni rastro de la morena. Suspiro, son las tres de la tarde. Imposible que siga aquí.

Hago el camino a casa escuchando música, intentando distraerme. No funciona.

Como con mi hermana, sin ganas, y después me voy a hacer los deberes y estudiar. Mi mente no está por la labor, no quiere colaborar. Prefiere torturame repitiendo en bucle la cara de Natalia esta mañana, los momentos a solas con ella y aquella vez... Bueno, aquella vez que lo hicimos. Me descubro suspirando y echándola de menos. Soy gilipollas, seguro que ella ya ha encontrado alguien más a quien engatusar para que vaya al concierto y comerle la boca. Y soy el doble de gilipollas por imaginarme siendo esa persona.

In Art We Trust || albaliaWhere stories live. Discover now