Capítulo 6 | Mentiras descafeinadas.

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-Mierda, es mi padre -comentó Natalia. Empezamos a vestirnos con toda la celeridad que pudimos, recogí mis cosas y me dispuse a marcharme. Antes de salir de la habitación, Nat me detuvo y me besó largo y tendido, contra la puerta. Podría mentir y decir que opuse un poco de resistencia, pero sería absurdo. Me abandoné a ella como un náufrago a la suerte, ansiando tanto ese roce que nadie habría dicho que hace media hora estábamos en su cama, estudiándonos con más ganas de las que estudiamos historia del arte.

-Para que no te olvides -suspiró, contra mis labios. Sonreí, sabiendo que no podría olvidarme ni a propósito. Todavía me temblaban las piernas cuando aparecimos en el salón, donde el padre de Natalia buscaba el mando de la televisión. Un pequeño reloj digital, colocado sobre una mesa auxiliar, marcaba las ocho y media. Quizá se me había hecho un poco tarde.

-Natalia, ¿has... -se giró hacia nosotras, sorprendiéndose al verme.- Vaya, ¿quién es tu amiga? -sonrió. Me descubrí pensando que Natalia tenía la sonrisa de su padre: cálida, sincera y pícara.

-Es Alba Reche, ha venido a ayudarme a estudiar Historia del Arte, pero ya se iba -aclaró, con prisas. Pusimos rumbo a la puerta.

-Pues creo que deberías ser más cortés e invitar a Alba Reche a cenar con nosotros, ya que se ha molestado en venir hasta aquí a ayudarte. ¿Tú qué opinas, Alba?

Natalia abrió mucho los ojos, y a mí me divertía la idea, así que acepté. Como era demasiado tarde para preparar algo en casa, pedimos comida china y cenamos los tres sobre la barra de la cocina.

-Dime, Alba, ¿estás en el curso de Natalia? -su padre manejaba los palillos con destreza, por lo que deduje que comían así bastante a menudo. Nat me miró, sorbiendo un fideo.

-No, estoy en segundo de Artes.

-Eso es... interesante. ¿Qué piensas hacer después de bachillerato?

-Bellas Artes -afirmé, decidida. Lo tenía claro, amaba el arte en todas sus formas, y quería dedicarme a ello toda mi vida. Seguí intentando enrollar un bocado de tallarines con verduras, sin demasiado éxito.

-Es una carrera preciosa, espero que te vaya genial -me sonrió el hombre. Se había presentado como Mikel Lacunza, y me había pedido por favor que le tutease.- ¿Cómo os conocisteis? 

-Pues... La señorita Reche estaba ocupando nuestra mesa de la cafetería con su amiga María, Marta y yo íbamos con Carlos y resulta que Carlos la conocía. Así que acabamos todos sentados juntos -explica Natalia, pasándome un tenedor. Se lo agradezco con la mirada.

-Yo no vi su nombre en ninguna parte, señorita Lacunza -hago énfasis en su nombre. Natalia me mira mal, haciendo que su padre se estalle en sonoras carcajadas.

-Sin duda, debe ser divertido veros estudiar juntas -afirma. -Alba me recuerda mucho a tu madre.

"Y tanto que es divertido" pienso, mordiéndome el labio y mirando al plato.

-¿A mamá? -pregunta Nat, frunciendo el ceño. Yo, que no he visto una sola foto de la señora Lacunza en toda la casa, me temo lo peor.

-Nat, ¿le ha pasado algo a tu madre? -susurro, con el corazón encogido. Ella se ríe.

-¡Qué va! Llevan divorciados diez años, porque no se soportan -aclara, sonriendo.

Tras acabar la cena y poner el lavavajillas, los dos Lacunza insistieron en llevarme a casa ellos mismos. Suerte que había mandado un mensaje a mi madre diciéndole que cenaba allí, porque no me apetecía para nada tragarme una de sus broncas. Me despedí dándole dos besos al padre de Natalia, y un abrazo a la mencionada.

In Art We Trust || albaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora