Capítulo 09

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Harry despertó antes del amanecer. Él había dormido sin interrupciones durante toda la noche, despertando por la extraña sensación de suavidad bajo él y demasiado espacio a su alrededor. Claramente no era una sensación desagradable, pero era extraña. A las cinco y media, estaba arrodillado en su cama, mirando el amanecer desde la ventana de su habitación. Pudo verlo como nunca antes. Había sido extraño, no tener que buscar en la oscuridad sus anteojos, ni tener que ponérselos con cuidado, con miedo de que pidieran desarmarse. ¡Todo estaba tan claro! Inclusive podía leer la letra pequeña de una de las cajas de juegos de Dudley: "Ítem de colección para mayores de 14" ¡También podía ver las cosas a lo lejos! Podía incluso leer el letrero de la esquina: "Camino Wisteria". Si miraba para abajo de su ventana, podía ver claramente las hortensias, azules y rosadas, mezcladas. Él abrió la ventana, y respiro el fragante aroma de pasto recién cortado y verano. El ángulo lanzaba sombras en las blancas paredes. De su habitación. Parecía demasiado grande para él, incluso con todas las cosas amontonadas en el piso de madera.

A continuación, tuvo el placer de hacer su-propia cama. Acomodo las esquinas de la manera precisa, estiró la manta, y acomodo la almohada para que quedara de la mejor manera posible. Luego se paró y miró un trabajo bien hecho. El Profesor Snape vería que Harry merecía tener la habitación por la que el Profesor había luchado. El Profesor le prometió que vendría a las siete. Harry se estremeció al pensar en lo que sucedería si él no venía. Luego decidió alejar sus miedos. Él estaba en su nueva habitación. Nada de esto era un sueño. El Profesor Snape había desafiado a los Dursley, no una, sino dos veces. Él no les temía, y Harry no vio ninguna razón por la cual no confiar en su palabra. ¡Él solo deseaba que ya fueran las siete!

¿Debería ponerse la ropa de ayer? Era la única que le quedaba buena, pero había una mancha de chocolate en la polera, y los pantalones estaban un poco arrugados, aunque Harry los había doblado cuidadosamente la noche anterior. Aunque claro, si se ponía otra cosa, quizás el Profesor Snape podría encogerla por él, ¡y entonces tendría dos juegos de ropa buena! Revisó entre la gastada ropa interior gris, escogió la mejor, y guardó la otra cuidadosamente en un cajón. ¡No había razón para que el Profesor viera eso! Sus calcetines también estaban bastante horribles. Aunque quizás la ropa interior y los calcetines no eran demasiado costosos. Quizás podía dejar algo de dinero para comprarse nuevos. ¡Quizás también verdaderos pijamas! Quizás en Gringotts podía conseguir que le cambiaran algo de su dinero mágico por dinero normal, y podría comprarse todo tipo de cosas que siempre había querido. ¿Los magos manejaban bicicletas?

¡Pero había tantas cosas aquí! Harry escogió una de las mejores poleras del closet, unos pantalones caquis como los del Profesor. Se los afirmaría con el cinturón que le había arreglado el profesor, y luego considerar sus opciones.

El Profesor Snape le había dicho que no le abriera la puerta a nadie excepto a él. También había dicho que los Dursley estaban encerrados, y dormirían hasta las ocho. ¿Quizás significaba que no le abriera la puerta a nadie que estuviera afuera de ella? Harry quería ir al baño, lavarse los dientes, y tomarse un vaso de agua. Él se acercó a la puerta y escuchó atentamente. Él pudo oír a Dudley y al tío Vernon roncando. Nada parecía moverse en el pasillo o abajo. Él siempre podía saber si la tía Petunia estaba levantada, porque las pantuflas que usaba tenían unos pequeños tacones que resonaban con las baldosas de la cocina, y pese a ser una mujer tan delgada no era particularmente ligera al caminar. De todas formas, ella jamás se levantaba al amanecer. Él miro otra vez los preciosos colores del cielo. Los Dursley no sabían lo que se perdían.

Si iba rápido y en silencio no habría ningún problema. "Mamá habría ido", Harry se dijo a sí mismo. "¡El Profesor Snape dijo que ella no le temía a nada!" Harry giró la perilla cuidadosamente, y abrió la puerta. Echó una ojeada, a ambos lados del pasillo. Las puertas de los dormitorios estaban cerradas. Si no abría el agua a toda su capacidad, no haría casi nada de ruido. Iría descalzo, y eso lo volvería tan silencioso como el mismísimo Profesor Snape.

The Best Revenge - Arsinoe De BlassenvilleWhere stories live. Discover now