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Me levanto por la mañana después de una noche de insomnio. Apenas he dormido tres horas, he estado hasta tarde sin poder pegar ojo. Todo el asunto de Nathalie me ha estado rondando la cabeza toda la noche.

Me doy una ducha rápida y, tras vestirme con el atuendo habitual, que viene a ser una camisa blanca de las muchas que tengo, la americana, y los pantalones de pinza, me pongo la corbata azul que Janelle eligió para mí y suspiro al mirarme al espejo. No negaré que me queda bien esta ropa, pero no refleja para nada cómo soy. Siento que es un uniforme para quitarle la personalidad a todo empresario, y estoy empezando a cogerle manía.

Tras ponerme los zapatos, bajo las escaleras y me encuentro a Nathalie durmiendo en el sofá con George acurrucado a su lado. Sonrío por la escena, pero me extraña que ni siquiera la escuchara bajar, y que haya bajado sola con lo mal que tiene el pie.

Camino hasta la cocina intentando hacer el mínimo ruido posible y cojo un plátano de uno de los armarios, ya que tampoco tengo demasiada hambre.

—¿Nate? —me pregunta la voz adormilada de Nathalie.

—Buenos días —contesto, mirando en su dirección—. ¿Has dormido bien?

—Sí —dice—. Este sofá es cómodo.

—Más que la cama, al parecer —bromeo.

Nathalie ríe.

—No podía dormir, bajé a jugar con George y terminé quedándome dormida —me explica—. ¿Qué hora es?

Miro el reloj en mi muñeca.

—Las seis y cuarenta —contesto—. ¿A qué hora has quedado con el abogado?

—A las once —responde—. Creo que dormiré un poco más.

—¿Quieres que te acompañe? —le pregunto.

—Tampoco es como si pudieras. —Suelta una carcajada.— Ya estás empezando a decir cosas solo para quedar bien, te estás volviendo un empresario aburrido de verdad.

—Tonta —contesto, pero no puedo evitar reír.

Salgo hacia el trabajo con tiempo, para poder ir caminando un trozo más de lo habitual, cogiendo el metro una parada más adelante. Me gusta pasear por esta zona a estas horas de la mañana porque hay mucha menos gente de lo normal, aunque no faltan los tipos trajeados como yo, lo que me hace sentir aún más como una copia.

Llego al edificio de la empresa antes de mi hora, y estoy solo. Casi siempre soy el primero en llegar, pero hoy tengo casi un cuarto de hora para mí solo. Camino por los pasillos vacíos y los despachos solitarios hasta el mío, y me siento en el enorme sillón que grita "soy una persona importante".

Hoy Milana no está. Ni hoy, ni hasta dentro de dos semanas. Está en Londres pasando tiempo con Noah, y realmente nadie puede decirle nada porque no es una trabajadora fija en la empresa, es más como una jefa en funciones, y ahora que me ha enseñado cómo va todo, ya no debe ni quiere venir tan a menudo. La entiendo: yo también lo evitaría si pudiera.

Marta llega también antes de su hora y me paso la mañana haciendo números, planeando estrategias y muchas otras cosas relacionadas con nuestra nueva alianza con F&A, lo que inevitablemente me recuerda a Jude en más de una ocasión.

—Señor Smeed, llaman de F&A —me dice Ronald, entrando en mi despacho, en un momento de la mañana—. Preguntan sobre la reunión de la semana que viene.

—Confírmela —le contesto—. Martes a las diez.

—De acuerdo, se lo comunicaré —asiente.

Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]Where stories live. Discover now