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Me pesan los párpados. Y no me refiero a lo típico de que estás cansado y sientes como si se te cerraran los ojos continuamente: es que acabo de despertar y no puedo abrirlos. Como si fueran dos cortinas increíblemente pesadas que se resisten al esfuerzo de los músculos de mi cara por abrirlas.

Suelto un gruñido, frustrado. Los recuerdos de la noche anterior empiezan a aglomerarse en mi cabeza, síntoma de que estoy recuperando la conciencia, y mis ojos se abren de golpe cuando recuerdo una escena muy concreta de Jude haciendo maravillas entre mis piernas en el baño de la discoteca.

La luz me ciega y vuelvo a cerrar los ojos con fuerza, pero a partir de ahí el trabajo para acostumbrarme es poco. Cuando estoy completamente despierto, el dolor de cabeza hace su aparición, pero no es tan horrible como me esperaba.

Giro la cabeza hacia el otro extremo de la cama y no puedo evitar soltar una carcajada que desencadena un pinchazo en mi cabeza. Jude está completamente dormido, llevando solo sus calzoncillos —igual que yo—, pero con medio cuerpo fuera de la cama. Su brazo y pierna izquierdos están colgando del colchón, y parece que vaya a caerse en cualquier momento.

Me levanto para poner bien a Jude en la cama mientras repaso los eventos de ayer. Después de salir del baño, fuimos a reunirnos con Matt y Bea en la entrada de la discoteca. Ellos ya se querían ir a casa, así que nos acompañaron a nuestro hotel, que queda en el centro, antes de irse. Jude y yo decidimos hacer una última copa, probablemente anticipando que después de eso íbamos a echar el polvo del siglo... Y nos quedamos dormidos. Sí, así de triste fue, aunque si no podíamos más seguramente es que necesitábamos ese descanso.

Tiro un poco de Jude para que se recoloque en la cama y no termine cayéndose al suelo. Él se remueve un poco en la cama y veo que sus ojos se entreabren. Se estira y una sonrisa perezosa se instala en su cara.

—Esas son unas muy buenas vistas con las que levantarse, chico de Kensington —murmura con la voz ronca, y sonrío.

—Yo tampoco puedo quejarme —contesto.

Jude vuelve a cerrar los ojos, con la sonrisa aún en la cara, y veo que su cuerpo vuelve a relajarse. No creo que se haya vuelto a dormir, pero no tiene pinta de que vaya a salir pronto de la cama. Decido ir a lavarme los dientes y darme una ducha para terminar de despertarme.

La bañera es enorme. Y no solo eso: también es brillante, dorada, y grita "lujo" por todos lados. El resto del cuarto de baño es de mármol blanco con detalles dorados. La verdad es que Jude sabe elegir habitaciones de hotel.

Me lavo los dientes mientras la tina se va llenando de agua caliente. Me miro al espejo, y la verdad es que no me puedo quejar: estoy cansado, me duele la cabeza, pero al menos no lo llevo escrito en la cara. Me lavo la boca, me quito la ropa interior y me meto en la bañera, pese a que todavía no está llena.

Apoyo mi cabeza en el borde de la tina y cierro los ojos. Estoy cansado, pero me siento bien. Me doy cuenta de que ni siquiera sé qué hora es, y tampoco me importa. Por un día, no tengo prisa, y la sensación es tan reconfortante que me hace querer suspirar de placer. Noto el agua, cuyo nivel va subiendo poco a poco por mi cuerpo, haciéndome entrar en calor. Necesitaba esto, y no me había dado cuenta hasta ahora.

Escucho la puerta del baño cerrarse y ni siquiera abro los ojos, aunque no puedo evitar sonreír. Oigo a Jude lavarse los dientes tranquilamente, y poco después puedo escuchar cómo la tela de su ropa interior se desliza por sus piernas.

Mis ojos siguen cerrados cuando mete el primer pie en el agua. No puedo negar que me muero de curiosidad por verlo desnudo, pero a la vez me siento tan cómodo que esta relajación que siento es inevitable.

Desarmando a Nate [Saga Smeed 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora