Bufotenina

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El viaje de besar a un sapo

A veces es difícil pasar por alto muchas cosas, a las personas y a los flechazos. Una vez me enamoré de un sapo, aunque para mis diecisiete años, parecía más un chico que era mi mejor amigo.

Él era agradable y me cuidaba como si fuera importante, un día de pasatiempos compartidos, por destino o imposición las cosas nos llevaron a un beso, que juzgando por mi personalidad terminaron atándome a un sapo.

Enamorada de la idea del amor, confié en alguien, sin sentido, quizá porque me hacía sentir diferente, bonita e importante, era a primer persona que me veía a mí y no a mi hermana.

Ese era un punto que resaltaba siempre, aunque yo era la mayor, mi hermana pequeña siempre fue mucho mejor en destacar, yo era una especie de sombra, estuvo bien hasta que nos gustó la misma persona, sin embargo yo le gustaba al sapo.

Algunas veces me siento bien con el hecho de haber protegido a mi hermana del dolor de una perdida, simplemente, hay otros momentos en los que me arrepiento de confiar en las personas a ese grado.

Las cosas con el sapo empezaron lentas, éramos amigos que se daban besos apasionados enfrente de mi casa, secretos, porque se supone que no debíamos gustarnos.

Yo lo quería, tenía algo que me hacía perder el control de mi cuerpo, le daría todo a él, y lo sabía, sin embargo, al principio intentamos ser saludables el uno para el otro, claro que así inician casi todas las relaciones, no tardamos en tener problemas.

Como si se tratara de una telenovela, muchas personas se opusieron al hecho de que quisiéramos estar juntos y al igual que unos adolescentes rebeldes, reaccionamos evitando separarnos a toda costa, con el tiempo los demás lo aceptaron, sin embargo, honestamente, no es como si necesitáramos el permiso de los demás.

Caí en la bufotenina el día en que inesperadamente me abrazo y canto una estúpida canción que ahora no me gusta, pero en ese entonces nadie había hecho algo tan dulce, tan simple, pero fue algo que marco nuestra historia.

Pasamos por mucho, caímos mas veces de las imaginables y todas esas ocasiones lo arreglamos juntos.

Pensé que el príncipe era mío, pero después te das cuenta que besar repetidas veces a un sapo, no lo convierte en el amor de tu vida, solo en alguien con el poder de lastimarte si quiere, y supo hacerlo bien.

Todo se volvió rosa cuando le entregue a él la capacidad de poder reclamarlo como parte de mi memoria por siempre, la primera vez que estas con alguien es especial, creía que había sido rosa para los dos.

Diciembre es el mes gris, llovía, había encontrado a mi sapo bajo la lluvia y este había decidido ignorarme, ahora las gotas caían en mi habitación junto a mi gran oso de felpa, pero el controlador sapo sabía que podía perderme, así que se presentó en mi puerta para abrazarme, sabía que algo estaba mal, no me equivoqué.

Era parte de crecer y tener más responsabilidades, de tener que darle prioridad a unas cosas más que a otras y los sapos son egoístas y demandan tu atención absoluta, por desgracia no se la di, y eso lo llevo a romperme.

El gris de diciembre se volvió negro en enero, cuando leí un mensaje que decía que ya no era yo la que estaba en su vida y en sus sueños, me convertí en una fuente, que no paraba de salpicar lagrimas saladas, eso por mucho tiempo.

Se acabó el efecto de la bufotenina y yo vi alejarse a mi sapo, que jamás fue mi príncipe, con muchos amores de su vida y me dejo sin nada más que un estanque de agua salada, así de sencillo se nos olvidaron las canciones y lugares que habíamos hecho nuestros.

Me despedí de mi amigo.

Me despedí de mi sapo.

Bufotenina: sustancia con efecto alucinógeno que se encuentra en la piel de un sapo.

Melancolía de otoñoWhere stories live. Discover now