Tiempo de respuesta

62 3 0
                                    

¡Cuánto sabe la flor! Sabe entregarse,

dar, dar todo lo suyo al que la quiere,

sin pedir más que eso: que la quiera.

Sabe, sencillamente sabe, amor.

Pedro Salinas

Son tantas las palabras que no lograste comprender, en el transcurso de los malos entendidos te heriste porque no tuviste las ganas de aclarar.

No puedes culpar a alguien por irse cuando le pediste a gritos que se fuera, aunque gritar no era la solución y tampoco podía parar la corriente de un río de lágrimas salado.

Me pediste un "para siempre" y te ofrecí un "hasta cuándo", pero era difícil de aceptar para ti, porque no acostumbras perder el control y yo lo entiendo: nos parecemos demasiado.

Esperarías que me rompiera, que tus acciones a propósito de dañarme me hicieran sangrar, pero una vez más te decepciono, no puedo quedarme estancada en el dolor, tampoco en la esperanza de una visita que quizá nunca llegue.

Ya no quiero ahogarme en el quizá de los momentos, porque mi tiempo se agota y los años perdidos me reclaman. Porque hace tanto que las cosas simples que disfrutaba ya no me hacen feliz, hasta ahora, que me reconozco, aun en la desesperación de tener que fingir.

Me he rendido ante la idea de ser idealizada, porque decías amar los defectos que tanto te lastimaron, ese tipo de amor distorsionado que se media en el tiempo de respuesta.

Una vez -quizá varias- te dije que tu idea de amarme no era la correcta, siempre me dijiste que era difícil comprenderme, espero que después de mí, cuando estés siendo feliz con alguien nuevo te detengas a pensar en lo que están sintiendo, en ese momento, en ese ahora, en un presente donde yo, la mala del cuento ya no estoy contigo, consideres que yo fui el amor de tu vida, hasta el momento que me fui, tu vida no se acabó, y tampoco el amor, tu vida no se deslizo junto a mí, simplemente seguiste caminando.

Me gustaría haberte enseñado más cosas, pero no era la persona indicada, aunque de verdad me esforcé para serlo, por amor, aunque te desgastes los labios diciendo que no, aunque tu mente divague imaginando que no eras tú quien dominaba mis pensamientos también me canse de repetir que siempre fuiste tú, ya no lo haré más.

Quizá tu espera por respuestas fue muy grande, quizá el miedo nos superó, la inseguridad y la falta de tacto, sin embargo, mi cariño no se media en el tiempo que tardaba, sino en lo real de un sentimiento.

El tiempo de respuesta se acaba 

y me voy con mis lágrimas nocturnas 

sin nada más que decir.

Melancolía de otoñoWhere stories live. Discover now