Cubiertos por el bosque, ocultos entre el silencio de las montañas y unidos bajo el suave abrazo de un sauce llorón, dos adolescentes se miran el uno al otro con sus corazones acelerados.
Para Jaemin, Renjun es una persona maravillosa, sin importar...
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Enero golpeó el entorno con una suave y fresca brisa digna del verano, haciéndole burlas a las extrañas y nada ocurrentes lluvias que azotaron la última semana de diciembre, y que hundieron navidad y la fiesta de nuevo año en un aura similar al invierno.
El último día del año lo habían celebrado con una gran cena y copas de champaña, todo autorizado por la madre de Renjun. No tomaron mucho alcohol, a ambos jóvenes les terminó dando asco el amargo sabor que quedaba en sus gargantas. La Señora Huang, una mujer que aún desprendía su lado juvenil, se había reído de ellos diciéndoles que a su edad ella bebía cosas mucho más fuertes. Durante el resto de la noche bebieron frescas bebidas, acompañadas con aperitivos que había sobre la mesa. Observaron a través de la televisión el festejo de las otras ciudades entorno a los fuegos artificiales, con Jaemin sintiéndose depremidido al saber que sus padres se encontraban en uno de esos lugares, muy lejos de allí.
Días después, el calor se encargaba de secar la humedad de la tierra y espantar a los insectos de sus escondites.
Ambos adolescentes se hallaban en el mismo lugar donde se habían confesado el secreto más íntimo de sus corazones. Una manta cubría la orilla del lago, cuidando sus pertenencias, mientras ellos salpicaban agua por todos lados.
—Los peces me hacen cosquillas —Dijo Jaemin, sintiendo los pequeños roces de las criaturas marinas rodear sus piernas.
Renjun solo lo observó divertido, sin entender por qué eso era tan significativo para el menor.
La única e impresionante verdad, era que Jaemin no acostumbraba a bañarse en lagos, mucho menos a sentir peces corretear entre sus piernas. Nunca había disfrutado demasiado del agua, porque en su realidad sus padres siempre se empeñaban en querer llevarlo a la playa, cosa que él detestaba. Jamás disfrutó de algo tan cotidiano o casual como un río, así que era una experiencia emocionante. No tenía que preocuparse por picazones en su piel luego de quedar tapado en arena o el asqueroso sabor del agua salada al tragársela por accidente.
Sabía que sus preocupaciones ahora solo podían entornarse en relación a lo extremadamente nervioso que se sentía junto a Renjun. Deseaba robarle un beso a esos dulces y abultados labios que le revolvían el estómago o abrazarlo durante horas solo para disfrutar su olor. ¿Cómo era posible que Renjun siempre tuviera aquel enigmático y adictivo aroma a limón y no fuera consiente de ello? Era impresionante, mágico.
La respuesta de Renjun cuando le preguntó había sido confusión mientras se excusaba diciendo que tanto su shampoo y jabón eran de manzanilla. Jaemin no lo entendía, pero le gustaba así. Le recordaba a las crujientes galletas que renjun solía comer a menudo esos días.
