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"Algo tiene tu mirada, siento que todo me arde, te pensé toda la tarde, por donde vaya te veo, besar tus labios deseo y es que quisiera tocarte"
Ronroneo, Mon Laferte
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3 meses antes del aborto...

-No te gires, pero acaba de entrar el protagonista de tus sueños más
tórridos y mis pesadillas.

Como era de esperar, Marinette Dupain-Cheng no pudo evitar girar la cabeza hacia la entrada del bar a pesar de aquella advertencia. Desde el reservado de la esquina en el que Louis Feraud, su mejor amigo, y ella estaban sentados, observó como el recién llegado, Adrien, el hermanastro de él, paseaba su mirada incisiva por el local.
Cuando finalmente dio con ellos, entornó los ojos, y Marinette sintió que una ola de calor la invadía.

–Te he dicho que no te giraras; no sé ni por qué me molesto en avisarte –comentó Louis.

Marinette se volvió irritada hacia él.

–Pues sí, ¿por qué has tenido que hacerlo?

Louis, que estaba sentado frente a ella, la tomó de ambas manos y,
con un brillo divertido en los ojos, la picó diciéndole:

–Solo quería ahorrarme el triste espectáculo de verte dar un
respingo y estremecerte como un ratoncillo acorralado cuando
apareciera detrás de ti. La última vez que coincidieron casi te da un
soponcio.

A Marinette se le subieron los colores a la cara.

–No sé ni por qué te aguanto. Eres de lo peor.

Louis se rio y aunque ella intentó apartar sus manos, él no se lo
permitió.

–Me aguantas porque por algún capricho del destino nacimos el
mismo día, porque te evité una reprimenda del profesor Winston el primer día de clase, en la facultad. Y eso sin olvidarnos del sin fín de veces que te he salvado el trasero desde entonces –apuntó él–. Y por eso creo que deberías darme las gracias aceptando ese puesto que te he ofrecido en la empresa de mi familia.

–¿Y tenerte todo el día encima de mí? No, gracias. Estoy encantada
trabajando para Runway.

Él se encogió de hombros.
–Lo que tú digas. Un día entrarás en razón.

-¿Ya estás viendo cosas otra vez en tu bola de cristal?

–No necesito una bola de cristal para eso. Ni para saber que te
llevarías mejor con Adrien si te enfrentaras de una vez al hecho de
que sigues loca por él.

Marinette intentó pensar una respuesta ingeniosa para ponerlo en su sitio, pero sabía que era una batalla perdida. Al dudoso don que
tenía de que siempre se le ocurría la contestación perfecta pasadas
horas o días, se le añadía su espantosa timidez, que escogía
momentos como aquel para aflorar y le impedía pensar con
claridad.

Y la razón por la que no podía pensar con claridad era el hombre
que acababa de entrar. Podía sentirlo acercándose, podía… ¡Por amor de Dios, pero si ese día cumplía veintiseis años! Ya no era una adolescente ingenua; tenía que comportarse como una adulta. Tenía que levantar la cabeza y mirar a Adrien a la cara.

Alzó la barbilla y elevó la vista hacia aquel gigante de metro ochenta y cinco, todo elegancia y poder contenido que acababa de llegar al reservado. Tenía que dejar de mirar embobada esa mandíbula afilada y los rasgos perfectos y esculpidos de su cara.
Tenía que mirarlo a los ojos…

–Feliz cumpleaños, hermano –le dijo Adrien a Louis.

Marinette sintió que un cosquilleo le recorría la espalda al oír esa voz
aterciopelada. Dios… Era tan guapo… Volvió a bajar la cabeza y
tragó saliva.

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Where stories live. Discover now