10: Te estoy queriendo

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"Llévame lejos, allá a tu universo donde las palabras conversan se tejen en verso, ahí te esperaré..."
Caderas blancas, Mon Laferte.
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.
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A Marinette le quedó claro muy pronto que Adrien no se iba a dar por vencido hasta que la dejase embarazada de nuevo. Rara era la
noche en que la dejaba dormir más de dos o tres horas seguidas.
Además, no se limitaba a hacerle el amor en el dormitorio, sino en
los sitios más dispares, como la ducha o la azotea. Y cuando no
estaba haciéndole el amor, se pasaba horas encerrado en su
estudio, donde pintaba y esculpía.

Le había enseñado a Marinette toda la villa a la mañana siguiente de que regresaran de Gales. Todas y cada una de las veintiocho estancias la habían impresionado con sus elementos en madera, piedra, cristal tallado, sus valiosas antigüedades… Y además había
descubierto que había otras dos estancias, un pequeño comedor y
una sala de estar, que también necesitaban que las restaurasen.

Lo único que no le había mostrado era su estudio, un pequeño edificio
de ladrillo y cristal separado de la casa.
Por una especie de acuerdo tácito, ni Adrien ni ella habían
mencionado la necesidad de que se hiciera una prueba de
embarazo. Marinette trataba de ignorar a la vocecilla malévola que
sugería que no quería saber si estaba embarazada para poder
seguir compartiendo la cama de Adrien, y se decía que de todos
modos la semana siguiente, cuando se suponía que debía bajarle la regla, ya lo sabrían.

Hasta entonces se mantuvo ocupada elaborando una lista de
arquitectos y restauradores, entrevistándolos por
videoconferencia. Y cuando su madre llegó a Alemania fue a verla y pasó el día con ella. Esta le había preguntado cómo era que aún
seguía en Londres y la mentira piadosa que le había contado Marinette, que Adrien le había encargado la restauración de algunas estancias de su villa, le había hecho torcer el gesto. Sin embargo, la verdad la habría alterado aún más.

La llamada a su jefa había ido mejor de lo que había esperado, ya
que esta le había dicho que estarían encantados de volver a contar con ella cuando se sintiera preparada para reincorporarse.

Marinette, que no estaba segura de cómo sería siquiera su futuro inmediato, le había expresado su gratitud y le había prometido mantenerse en contacto con ellos.
La ropa que habían comprado en Gales ya había llegado, y eran
cajas y cajas. En una de ellas incluso había encontrado el vestido dorado que a Adrien no le había gustado. Y esa noche,
extrañamente, le había pedido expresamente que se lo pusiera para la cena.

Se suponía que iban a cenar a la luz de las velas en la azotea, pero
media hora después de que se sentase a la mesa Adrien aún no
había aparecido. Se levantó y fue hasta la barandilla. Las luces de
su estudio estaban encendidas. Vaciló un momento, dudando si
debería ir allí o no, pero al final bajó a su dormitorio a por un chal
para echárselo sobre los hombros y fue en su busca.

Los zapatos planos que llevaba apenas hacían ruido mientras
avanzaba por el sendero de adoquines que llevaba al estudio.
Cuando llegó a la puerta levantó la mano para llamar, pero se
quedó paralizada al oír una sarta de improperios en inglés, seguida de fuertes golpes.

Estaba debatiéndose entre el impulso de huir y el de averiguar si Adrien se encontraba bien, cuando la puerta se abrió con violencia.

–¡Por el amor de…! –exclamó el rubio, clavando sus ojos verdes en
ella–. ¿Qué haces aquí?

Marinette miró detrás de él y vio que el suelo estaba cubierto de polvo y de fragmentos rotos de mármol.

–Se suponía que íbamos a cenar juntos, pero llevaba media hora
esperándote y no aparecías, así que vine a buscarte para ver si
estabas…

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Where stories live. Discover now