14: Nunca aprendes.

4.4K 245 37
                                    

"Ahogo todos mis sentimientos al son de este latido"
That's what you get, Paramore.
.
.
.

Ya no era una niña. Ni era como esas actrices melodramáticas de
telenovela que optaban por quedarse calladas y enrabietadas, o por dejar pasar el tiempo para luego hacerse las víctimas.

Por eso, antes incluso de que Lila se hubiera ido, tuvo muy
claro que iba a preguntarle a Adrien por lo que le había dicho.
Tenía que darle un voto de confianza.

Llamaron a la puerta. Era uno de los botones del hotel.

–El señor Agreste me ha pedido que le diga que un asunto lo ha
retrasado y que la acompañe a la galería, donde se reunirá con
usted en cuanto pueda.

«Dale un voto de confianza. Dale un voto de confianza…».

–Ah, comprendo. Pero no hace falta que me acompañe; sé dónde
está la galería.

El joven frunció el ceño.

–¿Está segura?

Marinette esbozó una sonrisa forzada.
–Sí, claro –murmuró–. Pero gracias.

Cuando el chico se hubo marchado, fue por su bolso y salió de la suite, pero una media hora después de que llegara a la galería
Adrien aún no había aparecido.

«Confía… Confía…», se repitió.

Pero aquella afirmación estaba
perdiendo fuerza por momentos porque era imposible que en todo
el tiempo que llevaba allí no se hubiera cruzado con Adrien. No, no estaba allí. Ni tampoco Lila. ¿Significaba eso que estaban
juntos en alguna otra parte del hotel?

¿Sería verdad lo que Lila le había dicho? ¿Tan enamorado estaba de ella, que estaría dispuesto a volver a su lado después de su infidelidad?

Con el alma desgarrada, continuó buscándolo hasta que llegó a una
puerta de doble hoja con un letrero que decía: «Solo empleados».

Se mordió el labio. No, no podía entrar allí. Claro que… era la
prometida del dueño del hotel,
¿no? Empujó la puerta con una mano temblorosa y entró. Había un amplio pasillo con dos despachos a cada lado. Se asomó a cada puerta, pero todos estaban vacíos.

Aliviada, volvía ya sobre sus pasos cuando oyó la risa de Lila.
Provenía de unas escaleras al fondo, en las que no había reparado antes. Entonces se oyó la  voz de Adrien. Se acercó un
poco, se asomó con sigilo y los vio en el piso de abajo, muy cerca el
uno del otro.

–He hecho lo querías –murmuró Lila–. Ahora te toca a ti.

–¿De verdad crees que las cosas son así de simples? –le espetó él.

Parecía enfadado, pero había algo más en su voz, algo que hizo
que un escalofrío le recorriera la espalda a Marinette.

–Está arriba –contestó Lila–. Lo único que tienes que hacer es
decirle…

Adrien la agarró por los brazos con brusquedad y masculló algo que Marinette no entendió.

–¡Dios!, me encanta cuando te pones así de rudo… –murmuró
Lila.

Se balanceó hacia él, acortando la poca distancia entre ellos y subió
las manos por su torso. Él no la apartó, sino que la acorraló contra
la pared y plantó las manos a ambos lados de su cabeza. A Marinette se le revolvió el estómago.

–Lila…

–No sabes cómo echaba de menos oírte decir mi nombre.

Marinette se tambaleó hacia atrás, pero por suerte el suelo de
moqueta amortiguó el ruido.
Momentos después seguía tan aturdida que, aunque no recordaba haber salido de allí, volvía a estar en la exposición. Y un camarero debía haberle ofrecido una copa de champán, porque tenía una en la mano, aunque tampoco recordaba haberla aceptado. La dejó
sobre la bandeja de otro camarero que pasaba. Tenía que salir de
allí. Tenía que…

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora