6: Un contrato de 9 meses

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"Y en respuesta a lo que haz susurrado a mi oído, debo admitir que he fantaseado contigo"
Golden trunks, Arctic Monkeys
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Aquello dejó a Marinette tan aturdida y confundida, que se quedó paralizada un buen rato antes de levantarse como un resorte y arrojar sobre la mesa aquellos papeles.

–¿Te has vuelto loco?

–Nada de eso –replicó él–. De hecho, creo que esta es una de
las decisiones más juiciosas que he tomado.

–Pues vete olvidando, porque eso no va a pasar –le espetó ella dirigiéndose a la puerta.

–¿Adónde crees que vas?

–¿Dónde crees tú? ¡Me voy!

–No, tú no te vas –replicó él en un tono quedo a la vez que  amenazador, plantándose delante de ella.

A Marinette se le erizó el vello pero no retrocedió.

–Ya lo creo que me voy.

Él se metió las manos en los bolsillos y la miró con los ojos
entornados.

–Puedes salir de esta habitación, pero no lo tendrás tan fácil para abandonar la casa.

–Espero que no estés sugiriendo que pretendes retenerme aquí…

–Eso depende solo de ti. Puedes irte, aunque tendrás que ingeniártelas para volver a la ciudad por tus medios, o podemos
terminar esta conversación.

Marinette, que tenía la alarmante sospecha de que había planeado todo aquello con meticulosa precisión, sacudió la cabeza, lo rodeó y llegó a la puerta.

–Ya me las arreglaré para que alguien me lleve –le espetó, y un
inmenso alivio la invadió cuando giró el pomo y vio que se abría la
puerta.

Ya se alejaba por el pasillo cuando Adrien dijo a sus espaldas, en un tono casi indiferente:

–Esa prisa que tienes por volver… ¿es por la cita que tienes en esa
clínica de reproducción asistida, o por tu madre?

Marinette se giró tan deprisa que casi perdió el equilibrio. No podía creerse que hubiese tenido la desfachatez de invadir de ese modo su vida privada.

–¿Qué?

Adrien, que estaba apoyado en el marco de la puerta con aire
indolente, permaneció callado con sus ojos verdes clavados en ella.

–¿No me oíste? Te pregunté…

–Te he oído, y sabes perfectamente qué he dicho –la cortó él–. Lo
que pasa es que preferiría no seguir esta conversación en el pasillo, donde puede oírnos cualquier miembro del servicio, sobre todo con lo alterada que estás.

Marinette se mordió la lengua para no aullar de rabia, y se contuvo para no ir hasta él, agarrarlo por las solapas de su caro traje y zarandearlo como a un monigote. Sacudió la cabeza, confundida.

–¿Con qué derecho te inmiscuyes en mi vida privada?

Adrien se irguió y sacó las manos de los bolsillos.

–Vuelve aquí dentro y hablemos como personas racionales.

Marinette, sin embargo, se quedó paralizada donde estaba.

–El boleto de avión, la reserva de hotel, el venir aquí para reunirnos con tus abogados… –murmuró–. Todo eso formaba parte de un
plan, ¿no?

–Así es –confirmó él sin el menor pudor–. Ah, y algo que olvidé mencionar: he hecho que traigan tus cosas del hotel aquí mientras estábamos en la catedral. Así que tenlo en cuenta por si aún quieres irte.

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Where stories live. Discover now