Capitulo 3. Entre líneas

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...«Sigue llenando éste minuto de razones para respirar»...Pablo Milanés



Jaime dejó caer el bolso del gimnasio sobre un banco. Se retiró la camiseta para evitar sudarla. Observó el saco pesado. Exhaló. Con movimientos mecánicos vendó sus manos, para comenzar su entrenamiento.

A su mente volvieron las memorias de la noche anterior, él estaba ocupando un lugar en el suelo de la habitación de Alma y ella estaba a su lado con la portátil encima de sus piernas. Jaime observó por encima del hombro de la joven, la información que había hecho resurgir, de la dañada memoria del móvil de Eugenia. Pero...él no solo estudiaba la información.

Alma de perfil a él, estaba concentrada e inmersa en su lógica. Muy lejos ya del calor del momento que habían compartido antes. Su espeso y largo cabello lo había atado en un moño alto, como hacia siempre que analizaba algo. Fue entonces que él pareció descubrir por vez primera, un par de delicadas y exquisitas orejas, las más lindas que hubiese visto en su vida y que ardía en deseos de explorar. «Muñeca».

—¡Jefe!—exhaló agitada una voz femenina, sacándolo de sus pensamientos.

—Buenos días, Huerta—saludó y sin demora se desplazó hasta el saco.

Las puertas del gimnasio se abrieron y Alma ingresó seguida por los otros dos oficiales. Sus miradas se encontraron. Sin necesidad de palabras, ella lo llamó y Jaime acudió botando en el camino los audífonos, que no había alcanzado a colocarse.

—Buenos días, Comandante—saludaron los chicos. Él asintió en silencio con una leve sonrisa.

—Una fila aquí—ordenó Alma y todos obedecieron en el acto—Huerta, buenos días—saludó a la chica, ésta le sonrió con aprecio—tú entrenarás conmigo y ustedes—se volvió a los jóvenes—, tendrán el honor de ser pateados en el trasero por su jefe.

—¡Nosotros somos dos!—replicó Salvador, demasiado pagado de sí mismo.

—Ven Huerta—pidió Alma—, dejaremos el entrenamiento para otro día. ¡Esto será divertido!—dijo sonriendo con malicia y sentándose en un banco.

Jaime preguntó a los chicos sobre las disciplinas que dominaban. Se decidieron por Bojutsu y los envió por unos bastones. Se retiró las vendas y atrapó en el aire el Bo que le lanzó Salvador en un claro reto. Sonrió siniestramente al desplazarse rumbo a la estera. Se posicionó en una esquina y con un gesto de su cabeza los invitó a atacar.

Alma se repantingó en el asiento y observó orgullosa a aquel hermoso hombre. En cuestión de cero coma segundos, los marrones ojos de Jaime adquirieron una concentración mortal y rezumaron ferocidad. Los chicos se lanzaron contra él determinados. Jaime bloqueó sus movimientos. Se confiaron al observar que se mantenía a la defensiva. No anticiparon que los analizaba, buscando sus repetitivos patrones de ataque y sus puntos débiles.





La cantidad de oficiales que comenzaron a reunirse para observar aquel encuentro, no logró afectar la concentración de Jaime. Su rostro se mantuvo inalterable. Jaime blandió sobre su cabeza el Bo, con una destreza impecable y un gran dominio de sus movimientos. Parecía una extensión de sí mismo. Alma notó el segundo preciso en el cual Jaime adoptó el aura de guerrero y una vez que se decidió a atacar lo hizo en verdad.

En la amplia estancia, los murmullos cesaron y solo se escuchaba como se cortaba el aire con los movimientos de su Bo. La técnica de Jaime era magistral y precisa, al conectar sus golpes contra sus adversarios. Su ataque era certero, veloz y elegante a la vez. Alma observó fascinada las líneas de sus trabajados músculos en movimiento y la fiera expresión de su rostro. Una vez tras otra, los chicos terminaron de cara a la estera, sin que lograran tocarle un solo cabello. Escarmentados, pidieron clemencia con una amplia sonrisa. Jaime les dirigió una mirada alegre y se acercó tendiéndoles su mano, para ayudarles a levantar. Ambos chicos aceptaron su gesto.

Nuestro amor al final del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora