Capitulo 6. El viento comienza a soplar

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...«Cómo me haces hablar en el silencio. Cómo no te me quitas de las ganas»...Silvio Rodríguez

Salva observó socarrón a sus jefes, mientras estos salían con rumbo a sólo el Diablo sabría. Estiró su mano para recibir de Carmen la fotografía del tipo que debían buscar. Las manos le temblaron cuando sus azules ojos se clavaron en la imagen, le reconoció en seguida.

—¡Maldición!—masculló entre dientes. Si este tipo era el responsable de la muerte de Eugenia, debía avisarlo a él. Se guardó la fotografía en el bolsillo de su chaqueta y salió por pies de la sala. Decidió ignorar los llamados de sus compañeros, no tenía tiempo para eso. Sus zancadas alcanzaron pronto la intersección del pasillo hacia los cubos de ascensores, pero ahí se encontraban sus jefes. Tomó el camino opuesto y subió por las escaleras hacia la terraza de descanso.

Hizo una captura de la imagen con su móvil y la envió enseguida, con una breve descripción. Encendía un cigarrillo cuando su celular comenzó a llamar.

—¿Te ha llegado?—inquirió sin saludar—. Mira no tienes mucho tiempo, mis jefes van de camino y si quieres una oportunidad es ésta. Bien, date prisa—colgó la llamada y se dejó caer sobre una banca.

*****.

Alma presionó los controles del ascensor y cruzó una mirada con Jaime. Se sonrieron en complicidad, recordando inevitablemente su «fiesta en la cocina» de ésa mañana. Las puertas del elevador se abrieron interrumpiendo su intercambio personal, Alma giró su rostro hacia el interior del pequeño espacio y un escalofrío se instaló en su nuca. Su sonrisa se congeló pero sostuvo la mirada a la áspera mujer que clavaba sus ojos en ella. Jaime cuadró los hombros y se mantuvo a un lado de su compañera en actitud protectora, pero en silencio.

—Comandante—saludó sería, Jaime asintió solamente. Entonces volvió sus ojos una vez más a Alma—. Teniente, me gustaría tener unas palabras con usted.

—Por supuesto, sígame—convino y se encaminó hacia una sala privada. Giró el pomo de la puerta y le indicó con un gesto de la mano que ingresara. Cruzó una mirada con Jaime pidiendo que la dejara sola. Él asintió a regañadientes y esperó fuera. Alma rodeó el escritorio y tomó asiento frente a la mujer castaña—. ¿En qué le puedo servir señora Alcaldesa?

—A pesar de mis esfuerzos, finalmente no pude evitar que se lleve a cabo la autopsia de Eugenia. Deseaba evitar que dañaran los restos de mi hija, ya que eso ahora no será posible—exhaló y su mirada se endureció más, antes de proseguir—. Estoy aquí para exigirle que haga su trabajo y me entregue al asesino de mi hija o me voy a encargar...

—No es necesario que me amenace señora. Conozco de sobra mis obligaciones y le aseguro que daremos con el responsable de todo este sufrimiento. Haremos lo necesario para brindarle tranquilidad.



—Se está tardando Teniente, tengo mis dudas de porque la trajeron a usted en lugar de alguien más calificado.

—Es un caso complicado y estamos comenzando. Le aseguro que poseo las aptitudes necesarias para encontrar al responsable, y, por encima de todo el deseo de justicia.

—Mi hija era muy buena, ella no merecía esto.

—Mi trabajo no es juzgar a nadie, solamente encontrar al culpable y hacerlo pagar.

—Bien, en ese caso. Hágalo ya.



La mujer abandonó la sala, obsequiando a la Teniente una última mirada inquisitiva. Alma exhaló con pesar, entendía que el dolor hace actuar de diferentes maneras a los seres humanos.

Nuestro amor al final del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora