Cuando nadie ve - Daniela Martínez

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—Podría pacíficamente aceptar e ignorar que nada pasa a nuestro alrededor, pero ¿por qué no? Necesito algo más que una respuesta vacía para saber que, a pesar de mi decisión, tú vas a volver a mí

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—Podría pacíficamente aceptar e ignorar que nada pasa a nuestro alrededor, pero ¿por qué no? Necesito algo más que una respuesta vacía para saber que, a pesar de mi decisión, tú vas a volver a mí. —Ella seguía intentando retenerlo, engañarlo.

Venus perfectamente tenía en sus manos el destino de su propio cielo o infierno —como ella misma lo veía.

Andrew seguía sin poder responder. Sabía que aquella mujer, que tanto amaba, estaba ya lo bastante cansada para continuar esperándolo; pero, él sabía que solamente era cuestión de tiempo para que sus manos, e incluso sus bocas, estuvieran unidas en una sola persona.

Era cuestión de tiempo para que ella le creyera.

—Olvídalo —respondió él, luego de mucho tiempo sospesar la respuesta de su mujer—. No quiero que vengas. Tienes razón, ¿bien? Necesitas más de una súplica, una caricia, ‹‹una respuesta vacía›› para creer que te necesito conmigo y que, más allá de eso, volveré a ti. —Esas simples palabras eran el comienzo del infierno de ambos.

Más allá de lo que ambos decían, sabían que estaban lo suficientemente enamorados el uno del otro como para continuar engañándose.

Él quería gritarle que lo siguiera, que dejara su maldito orgullo a un lado para comenzar a vivir su amor lejos de quienes querían dañarlos.

En cambio, ella, Venus, quería gritarle que se detuviera, que todo cambiaría, pero su maldito orgullo de diosa no le permitía ni siquiera moverse para detenerlo.

Al fondo del lugar, escucharon esa voz que estaba anunciando la partida del vuelo de medianoche rumbo a España.

Ahí, en esa sala del aeropuerto, Venus estaba dejando marcharse al amor que por tantas semanas había retenido. Andrew estaba prometiéndose a sí mismo que regresaría sí o sí por ella.

Muchas veces las palabras entre ellos parecían sobrar, pero esta noche parecía que eso no era suficiente para obligarlos a reaccionar.

¿Qué hacer cuando tu amante esperaba que dejases todo y te fueras con él? No era la primera noche que Venus deseaba tener un amor único con Andrew.

¿El problema? Ya no estaban en el siglo XX.

«Cuando no hay amor, este nuevo siglo te derrumba», se repetía Venus constantemente.

A pesar de que su amor era intenso, no podían restregarlo al mundo porque no eran exclusivos.

Todos los lugares en los que habían estado, al tratar de encontrar un amor supremo, parecían desaparecer luego de su estancia ahí. Subían las canciones de amor porque no podían evitar el sentimiento que hacía eco en sus oídos, contando que el amor detendría el dolor. ¿Qué debían creer?

El nuevo siglo no permitía a los amantes caminar por la calle en plena tranquilidad, para disfrutar de al menos una noche llena de estrellas.

—Es momento de irme —decidió él y cortó todo contacto visual con Venus—. Supongo que nos veremos en un año. Deseo que...

El resto de sus palabras se vieron desvanecidas en el aire cuando ella cortó la distancia entre ambos para abrazarlo, tomándolo completamente por sorpresa.

—¿Qué haces, Venus? Tengo que irme.

Andrew sabía de sobra que, si ella continuaba aferrándose de ese modo a él, podría tentarlo a romper toda regla para quedarse a su lado. En cambio, Venus ignoraba por completo que, con cada segundo que transcurría en ese abrazo, rompía uno a uno todos los protocolos de Andrew.

—Solamente quiero que sepas cuán grande es mi amor por ti. —La voz de ella amenazaba con pronto romper a llorar—. No importa qué tan lejos vayas, yo sé cuántas veces hemos superado esto antes. La diferencia ahora es que no vamos a rendirnos. Como siempre, vamos a superarlo. No me importa cuán explosivo, terco, mal humorado y gruñón seas; me enamoré de ti. Vi tu lado amable, gracioso y cariñoso. Puedo asegurarte que vi lo que nadie más se atrevió a ver antes en ti.

El tiempo para ellos se había detenido. ¿Cuán lejos estaban dispuestos a llegar solo para demostrar que su orgullo podía más que su amor?

—Perdón, pero prefiero que te vayas y que intentemos superar esta locura de ser amantes antes de que te quedes y sigamos tan mal como hasta ahora.

Solamente duró un par de segundos más su abrazo, porque Venus fue quien decidió terminar con ello.

Había algo en ellos que no estaba aceptando esa decisión.

Andrew sabía que, después de tan atrevida y sincera respuesta, ella no iba a cambiar más de opinión. Lo que sí era que, probablemente, no iba a poder soportarlo durante un año. Sabía de sobra que su diosa era aferrada y terca. Él sabía que nada de lo que dijera iba a dejarla tranquila.

Después de todo, como sus amigos lo decían, solamente eran un par de jóvenes con problemas de adultos, pero la madurez de un anciano.

A pesar de no estar juntos ante los ojos del mundo, nadie podía negar que ellos tenían algo más que química al verse. Ninguno estaba dispuesto a dejar la relación que tenían, así tuvieran que permanecer como amantes el resto de sus vidas.

Eran el claro ejemplo de que, aun siendo amantes, podían amarse sin necesidad de que el mundo lo supiera. Soportaban sus celos y nunca demostraban en público lo mucho que les afectaba el verse al lado de otras personas.

Eran amantes y, aunque no les gustaba tener que esconderse, era la única manera en que podían ser uno mismo.

—¿CNV mi estrella? —preguntó Andrew. Deseó con todas sus fuerzas recibir la misma respuesta que durante tanto tiempo había ansiado escuchar.

—Así es, Pombéro —admitió Venus con un poco de sonrojo—. Cuando nadie ve —continuó afirmándole con una sonrisa.

Él no esperó más para poder abalanzarse sobre ella, porque, bueno, tenía razones de obra para perder el vuelo y quedarse al lado de su diosa.

Ese beso estaba brindándoles un abrazo al alma.

A veces las cosas no terminaban como las planeábamos. Todos teníamos esa estúpida costumbre de imaginar cómo serían las cosas con esa persona que llamábamos el ‹‹amor de nuestra vida››. Imaginábamos que pasaríamos el resto de nuestra vida a su lado, pero jamás pensábamos que un día todo acabaría.

Y ¿qué pasaba? ¡Justamente eso! Terminaba de la manera más estúpida. Esa razón que nunca nos pasó por la cabeza. Tan era así que no sabíamos si tirarnos a reír o romper a llorar.

Queríamos regresar el tiempo y buscar esa ‹‹estúpida›› razón, por la cual todo terminó. ¿Lo extraño? No lo entendíamos, y jamás lo íbamos a hacer porque no importaba cuántas veces lo intentásemos, nunca nada volvía a ser igual, porque lo roto podía volver a romperse. Lo roto se volvía más roto y más doloroso. Aunque, bueno, después de que te rompían una vez ¿qué más daba? En su lugar solo quedaban pedazos de lo que fuiste.

Todo eso era justamente lo que Venus y Andrew temían.

Fueron el mejor tiempo perdido el uno del otro.

Sus desvelos llenos de insomnio, su veneno más endulzado.

Fueron la piedra con la que tropezaron una y otra vez por voluntad propia.

La suma que terminaron perdiendo.

La claridad más obscura.

El grito inaudible en medio del silencio.

Fueron el futuro que murió antes de llegar.

Fueron todo y, luego de ese viaje, ya no sabían si iba a haber una continuación.

Para Venus fue un adiós en defensa propia, mientras que para Andrew era un ayer que no tendría mañana. 

Antología ‹‹Amores de Antaño››Donde viven las historias. Descúbrelo ahora