Antología ‹‹Amores de Antaño››

La sirena cuyos labios estaban presentes en la laguna azul - Abejita_voladora

Escucho una melodiosa voz que me llama. Estoy descansando en mi cama. Intento que esa voz se calle, pero sigue reproduciéndose en mi cabeza con mucha más gracia que una pieza de música clásica. No sé exactamente qué me lleva a hacer que siga esa voz. Siento como si estuviera en un trance del que nadie me podrá sacar jamás.

Camino lentamente por los jardines de mi casa. No tengo idea alguna de adónde voy, lo último que puedo hacer es manejar mi cuerpo. Me siento como una marioneta. A medida que me acerco a algo azul, que con claridad no puedo distinguir, ese canto retumba más y más en mi cerebro. Es lo más precioso que escuché en toda mi vida.

Puedo luchar conmigo misma durante un minuto, minuto en el que alzo la vista y me encuentro a un ser increíble. Estoy soñando, no hay otra explicación. Siento una fuerza que sobrepasa lo natural, cuando me fijo en los labios de esa chica.

Me dirijo hacia ella. Parece que intentaran pararme, pero ya es demasiado tarde porque estoy al frente de ella. La joven se sorprende, abre muchos los ojos, no puede hablar. Sin dejar de cantar en ningún momento, me acaricia la cara con sus manos.

Me levanto sintiéndome rara. Me siento en extremo confundida. Apoyo las manos en mi cara y me masajeo las sienes. Capaz que lo que vi anoche era una especie de sueño loco.

Pronto descubro que no es un sueño tan loco, directamente no parece un sueño. Noche tras noche, a la misma hora, camino hacia la misma chica que no siempre canta la misma melodía.

Con el paso del tiempo, siento algo incontrolable, que puedo dar la vida por aquella sirena. El sentimiento sigue creciendo. Nos reímos juntas a las altas horas de la madrugada, pensando solo en nosotras dos. Aquella cristalina laguna es nuestro lugar en un mundo en el que no quería vivir.

Estamos sentadas en la orilla del mismo lago, con los pies en el agua. Es algo cotidiano que hacemos. Un silencio cómodo es lo único que necesitamos para despedirnos un día más. Todo es armonía hasta que escucho el repiqueteo de unas piedras chapoteando en ese lugar. Cuando la miro a esos ojos llenos de pestañas, siento que puedo ser feliz junto a ella. Una vida parece un instante.

Obviamente, a estas alturas ya sé que no es solo un sueño loco. El corazón me lo confirma bastante bien. No creo que una persona se pueda enamorar de un ser imaginario.

Me sonríe. De esos labios tan lindos salen unos dientes tan blancos.

—¿En qué estás pensando?

No le voy a decir que estoy pensando en ella, al menos no todavía.

—En comida.

Mentira, es la primera vez que no pienso en comida.