Capítulo 31. Descoserme los labios.

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Se suponía que la noticia de que Alicia había despertado tenía que ser el punto de partida de muchas alegrías y sonrisas, pero no fue tan positivo como esperaba. Cuando Vicky me dejó en el aparcamiento del hospital, corrí al interior con la intención de encontrarme con mi amiga y abrazarla con todas mis fuerzas, pero fue imposible. Los médicos insistían en que debía mantenerse en cuidados intensivos al menos un par de días más debido a su débil estado y la gravedad de los hechos, y que tan solo su madre y su padre podrían entrar unos minutos cuando terminara la ronda de pruebas a la que se estaba sometiendo. Y todas las quejas al respecto fueron en vano.

En la sala de espera, sus padres aguantaban impacientes para poder comunicarse con su hija. El tacón de la mujer rebotaba imparable contra el suelo, y el hombre caminaba sin descanso de extremo a extremo de la sala con los brazos cruzados, como si fuera un robot programado para eso. Carolina, junto a la mujer, mandaba mensajes y hacía llamadas a los más cercanos para informar sobre las recientes noticias. Cuando terminó, se levanto con una gran sonrisa para abrazarme. Estaba viva. Nuestra amiga estaba viva, a pesar de su inestable salud, y eso era más de lo que había pasado en mi mente en los últimos días.

- ¿Por qué no vais a descansar, chicas? – La mujer, con una leve sonrisa en la boca, mucho más relajada, vino hasta nosotras para hacernos la propuesta. – Es tarde y no va a haber cambios por aquí. Ya habéis oído a los médicos.

- No, no. – Dije con rotundidad. – No nos vamos a ir ahora que por fin ha despertado.

- Por eso mismo, cielo. – Tomó mi mano con cariño y la acarició. – Habéis hecho mucho ya. Mañana volvéis con más fuerza. – Busqué la mirada de mi amiga. La mujer no estaba equivocada y mi cuerpo pedía a gritos dormir en un lugar que no fueran las sillas de hospital.

- Estaremos aquí a primera hora. – Le comuniqué con firmeza a la madre de Alicia.

Casi a empujones de la mujer salimos del hospital. Verla alegre y con vitalidad fue lo que me hizo decidirme a volver a casa y convencerme de que mañana sería un día mejor. En la sala de espera no podíamos aportar nada, al igual que los días anteriores, pero en este caso todo se veía desde un punto de vista más vivo. Algo que nos habían dejado claro los médicos era que podíamos estar tranquilas, que había salido de la zona de peligro y ahora solo faltaba descubrir si el proceso de recuperación sería largo o lento.

Pero yo, que conocía a Alicia mejor que a nadie, tenía todas las esperanzas puestas en que no tardaría en mejorarse. Era una mujer luchadora y fuerte, lo había demostrado siempre y no iba a ser diferente en esta ocasión. Si pensaba en ella, en los momentos que habíamos pasado juntas, solo podía aparecer en mi mente su risa o su grito reivindicativo. Desde que la conocí supe que era una chica de armas tomar, de las que no conocen el silencio, y mucho de cómo soy se lo tengo que agradecer a ella. Siempre ha sido ejemplo y huellas que seguir para mí.

Carolina se ofreció a llevarme en su coche hasta casa ya que vivíamos bastante cerca y no suponía demasiado desvío para ella. Además, ya había entrado la noche, y la otra opción era cogerme un taxi o transporte público, y ninguna de las dos me apetecía.

- ¿No me piensas decir dónde estabas? – La morena aprovechó un semáforo para desviar la mirada hacia mí con una media sonrisa en la boca. Mi silencio fue delatador y no había manera de negar lo que gritaba la mirada. - ¿Pablo? ¿Habéis vuelto? – Negué con la cabeza. - ¿Entonces?

- Estoy conociendo a alguien. – Con una imperante sonrisa volvió la vista a la carretera y puso en marcha al coche otra vez.

- Y supongo que no se trata de cualquier persona si no me has dicho ya quién es. – Me conocía demasiado bien. Automáticamente me eché a reír. Siempre nos lo habíamos contado todo y en este caso no iba a ser diferente. Además, con ella tenía una relación diferente, sin tapujos, casi de hermanas.

Obstáculos - María y Vicky.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora