Capítulo 53. Dudas y certezas.

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La noche siguiente volvimos a salir al jardín, esta vez mejor abrigadas, y nos tumbamos juntas sobre el mismo colchón mientras observábamos las estrellas. Nos inventábamos las constelaciones entre risas, aunque ninguna de las dos tenía ni idea de astrología ni de cuál era la archiconocida Osa Mayor. También nos inventamos un absurdo juego que era similar al de las palabras encadenadas pero con canciones y, en lugar de continuar con la última sílaba, se hacía con la palabra entera.

- Luna quieres ser madre y no encuentras querer que te haga mujer. - Canté, evocando la popular canción de Mecano.

- Mujer bruja, el riesgo es lo que te asusta, pero eso es lo que me gusta, yo no sé portarme bien. - Continuó el juego con el éxito de Lola Índigo, bailándolo todo lo que pudo teniendo en cuenta que estaba tumbada de lado sobre el colchón con un brazo envolviéndome la cintura.

- Sin ti no me va bien, tampoco me va mal. - Volvió a ser mi turno y con la palabra "bien" la canción de Bad Bunny eclipsó todos mis pensamientos.

- ¡No vale!

- Pase lo que pase no te voy a llamar. – Proseguí.

- Que no vale. - Repitió con seriedad. - La última palabra era "bien" no "sin".

- No seas aguafiestas. - Me incorporé rápidamente para sentarme a horcajadas sobre su vientre.

- No seas tú tramposa. - Reprochó indignada. Pero lejos de transmitirme sensaciones negativas, me hizo reír esa competitividad suya que no la permitía perder ni en ese estúpido juego. Creyendo que estaba burlándome de ella, bufó con potencia y movió el cuerpo para tratar de librarse de mi aprisionamiento. - Tuve que buscarme a la novia más insoportable del planeta.

- Qué bien suena eso de novia, ¿no?

Su figura pareció rendirse y lo aproveché para cambiar de estrategia. Bajé ligeramente mi ubicación, me senté sobre sus muslos y le elevé el jersey para ir propiciándole besos por cualquier milímetro de su tripa. El contacto era suave y lento. Me gustaba ir rozándole los lunares con las yemas de los dedos al separar los labios, como si fueran marcas en un mapa que iba conquistando poco a poco. Un mapa en el que las cruces rojas ya se chocaban las unas contra las otras de tanta travesía acumulada.

Subí la tela un poco más para continuar el sendero de besos por el contorno inferior de su pecho y por su esternón. En la siguiente caricia percibí cómo la piel se le tersaba y se le erizaba el vello corporal. Ya había entrado la madrugada y estábamos en pleno campo, por lo que librarme de sus prendas en ese lugar suponía helarle el cuerpo.

- Vamos dentro, anda. - Propuse. Me levanté y le tendí la mano como ayuda. - Esta noche hace más frío que ayer.

Dentro de la casa la temperatura tampoco era mucho mejor. Vicky se acercó hacia la chimenea, cargada de madera desde el día anterior, y la prendió con un trozo de papel y un mechero. No tardaría mucho en crear un ambiente más acogedor y, mientras tanto, caldear el salón quedaba en mis manos. Nada más girarse me encontró de frente y no tardé ni un segundo en tomarla por la cintura y refugiar mis labios en su cuello. Acariciarlo con la nariz y desquiciarlo con la lengua. Sus suspiros eran débiles y se iban colando por mi oreja nota a nota.

Fui impulsándola por las caderas con calma hasta que el avance se detuvo cuando encontramos el sofá, donde se sentó y yo hice lo mismo sobre sus muslos, con las piernas a ambos lados de su cuerpo. Continuaron los besos y las caricias con la delicadeza de quien tiene que cuidar la rosa de la Bella y la Bestia cuando solo la viste un pétalo. Con ella había aprendido cómo era ese tipo de sexo en el que te apetece recrearte con la otra persona y comunicarle con cada contacto que vas a estar al otro lado de la cama cuando salga el sol al día siguiente.

Obstáculos - María y Vicky.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora