Prólogo

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                                        Tú Puedes Salvarme 

                                        (By: Adriana Rangel)


Prólogo

¿Has amado tanto, realmente, alguna vez? ¿Cuántas veces has sido capaz de mover cielo y tierra por esa persona que ha llegado como un milagro a tu vida y ha vuelto tu mundo al revés? ¿Cuánto has dado, para al menos, llegar hacia ella?, eran preguntas, que sin querer, se hacía aquel hombre que se miraba en el espejo.

Recordaba haberla conocido tiempo atrás. Recordaba haberla observado, sin interés de querer volverla a ver. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué justamente cuando se había negado a querer volver a conocer a alguien en su vida, ella había aparecido para volver su mundo al revés?

Cerró los ojos, mientras le daba la espalda a espejo. ¿Quién era ahora? ¿Quién había decidido ser? ¿O alguien que realmente no conocía por más que se mirase al espejo?

_ ¡Por dios!..._ dijo al respirar profundamente, al mismo tiempo que se pasaba una mano por su cabellera rubia_. Esté no soy yo…

Había sido una mañana común para algunos. Para otros un día que se negaba a terminar. En especial, el de él. 

_ ¡Diablos! Es lo que me faltaba._ dijo al ver como alguien había derramado su café en su bata, al no estar pendiente por donde caminaba, sin aún ver su rostro.
_ Lo siento… Perdóneme…_ aquella persona levantó su mirada, encontrándose con sus ojos azules_. ¿Doctor Cunningham?, ¡Oh, discúlpeme! Le juro que no lo vi. No fue mi intención.

Ella lo conocía, de alguna parte, seguramente. ¿Había sido alguna vez una paciente que él había atendido en alguna urgencia?

_ No ha sido más que un accidente… Perdóneme. Llego tarde a una consulta._ hizo una mueca al recordar el estado de su bata. Sin poder ocultar su enojo, no obstante, había procurado ser cortés. Lo más que la ética profesional le exigía.

El mundo podía ser aún más pequeño. No obstante, jamás se había permitido detenerse a pensar cuánto.

_ ¿A qué no adivinas a quién le acabo de derramar mi café sin querer?
_ No lo sé, Emily… ¿A quién?_ le preguntó Adrianne, mientras sonreía al ver a su amiga entrar en su habitación con una sonrisa inmensa.
_ ¿Te acuerdas de aquel médico que te atendió cuando venimos de urgencia hace dos años atrás?
_ ¿Al que le querías hacer rayos x?_ dijo asombrada, al ver la cara de su amiga.
_ Sí… Pensé que ya no trabajaba aquí. 
_ ¿Intentaste volver a cruzarte con él?_ el asombro se dibujóaún más en su rostro_. Emily, ¿qué hiciste con mi amiga en mi ausencia?
_ Sólo vine una o dos veces, no lo recuerdo, intentando cruzarme con él. Pero luego me dije que estaba actuando como una tonta y seguí con mi vida… Luego llegó el día de tu boda. Fui la madrina de honor más afortunada, al ser testigo de la unión de dos amigos muy querido… Y ahora…
_ Estás en el día del nacimiento de mi pequeño bebé… Del pequeño RonanMcInerny._ dijo, terminando su frase.
_ Un día que recordare… ¡Eternamente!
_ ¿Aun cuando le hayas derramado tu café al doctor Cunningham?
_ De seguro será algo inolvidable también para su persona.


Era 21 de noviembre. El cielo estaba nublado y gris. El frío rozaba su rostro, mientras se acercaba al lugar donde había estacionado su automóvil, al mismo tiempo, que su mal humor no había querido desaparecer ese día. Por lo que se alegró cuando atendió a su último paciente, procurando evitar otro accidente. Con un café había sido más que suficiente.

Ahora que se encontraba en su habitación, envuelto en todos aquellos recuerdos, a su memoria llegaba que aquello había sucedido hacia cuatro meses atrás, y aunque pareciera irónico, volvía a encontrarse en su habitación, recordando todo aquello y otras cosas más. Con un suspiro, sintió todo aquello como la ráfaga de un fuerte viento. Todos aquellos recuerdos que jamás se cansaban de aguijonearlo, castigarlo, atacarlo y golpearlo, mientras llegaban a su cabeza. Como si dentro de él hubiese un reloj que hiciera un leve y despacio tictac, pero en dirección reversa. 

Esas agujas de un malvado reloj interno e invisible la dirigían en aquella dirección, como si disfrutara y se riera de sus propios sufrimientos, cada vez que lo exponía a aquello.

Tú Puedes Salvarme (2do libro)Where stories live. Discover now