Corazón de Cristal

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Cristoph Argam era un caballero de la primera orden del reino de Vernam

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Cristoph Argam era un caballero de la primera orden del reino de Vernam. La cual era la más poderosa y prestigiosa de las órdenes. Cristoph lo había alcanzado a la temprana edad de 17 años, él era un genio entre los caballeros, ya que normalmente solo hombres con mucha más experiencia lograban alcanzar tal honor, pero Cristoph presentaba una habilidad extraordinaria en el uso de la espada y en el arte de la batalla en general. También poseía un increíble sentido de liderazgo que rápidamente lo llevo a dirigir su primera misión en las minas Daecavas.

Recientemente en las minas Daecavas habían descubierto un nuevo mineral muy valioso y necesitaban trasladar una muestra hasta el reino para ser examinado por los magos del clan Creatum y ahí es donde entraba la misión de Cristoph, quien debía escoltar el cargamento en un viaje de 20 días aproximadamente. Saldrían del pueblo que poseía el mismo nombre que las minas, cruzarían el bosque de los susurros, para luego cruzar el río Luno y su pueblo que lleva el mismo nombre, el último tramo del recorrido sería el bosque Soñoliento. Para cualquier persona que no conozca la zona pensaría que la misión sería pan comido, pero la ruta siempre cuenta con bandidos dispuestos a tomar por la fuerza lo que para muchos con esfuerzo han logrado. Toda la operación de traslado del nuevo mineral encontrado se había manejado con gran cautela. El sol tardaría 3 horas más en asomarse por el horizonte y el grupo estaba listo para partir, un carruaje jalado por dos grandes caballos junto con el conductor, cuatro jinetes escoltando la retaguardia, un jinete a cada lado del carruaje, cuatro hombres dentro del carruaje protegiendo el cofre con el mineral, dos en el frente y Cristoph en punta. El mineral encontrado en las minas debía de ser muy valioso para el reino para armar semejante escolta, al menos eso pensó uno de los encargados de las minas cuando les despidió.

Todo estaba trascurriendo de manera normal, no se había presentado ningún inconveniente hasta el momento, ya el sol lanzaba los primeros rayos de luz a sus espaldas, pero la mañana aún seguía fría. Para ese momento se encontraban en la entrada del bosque de los susurros y por alguna extraña razón los caballos se pusieron inquietos, indicando su desconformidad por entrar en aquel bosque.

—Muy bien, estamos a punto de entrar al bosque de los susurros y no recibe ese nombre solo porque alguien lo quiso así—decía Cristoph mientras les lanzaba una mirada autoritaria—hay muchos reportes de personas sobre haber escuchado voces diciendo todo tipo de cosas y muchas de ellas se han perdido por horas e incluso días por haberles prestado atención, así que concéntrense en su misión y pronto llegaremos al reino.

—¡Si señor!—gritaron al unísono.

Poco a poco se fueron adentrando en el bosque y era poca la luz que lograba traspasar el espeso follaje de los árboles, el lugar lucía algo sombrío y apagado por el mismo motivo. Las horas fueron transcurriendo y el bosque parecía eterno. Había un soldado llamado Lucas en la retaguardia que comenzaba a ponerse nervioso.

—Oye William—dijo quedamente Lucas.

—¿Qué quieres?

—Creo que estamos perdidos y es culpa de ese caballero novato que ya se cree la gran cosa por solo estar en la primera orden—dijo mientras miraba hacia Cristoph.

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