La Sangre de los Trece

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El hermoso reino de Vernam estaba en su hora más concurrida, personas iban y venían sin prestar mucha atención a su alrededor, de vez en vez se podía observar a algún extranjero que movía su cabeza en todas direcciones sin poder dejar de maravillarse por las increíbles estructuras del reino. Vernam estaba adelantado a su época en materia de arquitectura, desde sus enormes muros de más de 60 metros de altura hasta sus edificios de diferentes tamaños y formas, Vernam lograba sorprender a cualquier forastero. No solamente eran sus estructuras que caracterizaban al reino, sino también su gente, quienes siempre se mostraban amables y trabajadores. Claro que esto no siempre fue así, la familia real Maranvef desde su inicio había luchado por crear una sociedad cooperativa, visionaria y tolerable.

El sol brillaba normalmente como en un típico día de verano en una de las tantas plazas públicas del reino. En medio de ella se encontraba una gran fuente y varios niños jugando alrededor de ella, lanzándose agua con sus manos y gritando alegremente. Las personas entraban y salían de diferentes puestos de fruta, pescado, panes y demás cosas. A todo esto, se le sumaba el alegre sonido de una melodía tocada por un hombre anciano y alto, junto con un pequeño niño, ambos tocaban el violín. Todo apuntaba a que aquel sería otro día productivo en el reino, pero las cosas no siempre suelen permanecer iguales. De pronto se escuchó el grito de una mujer, un gritó ensordecedor lleno de miedo y desesperación...su marido yacía en el suelo muerto. La música paró y las personas comenzaron a aglomerarse alrededor del pobre hombre que poco a poco comenzó a desangrase por cada orificio de su cuerpo y si, eso incluyó hasta los poros de su piel, un gran charco de olorosa sangre roja se formó bajo aquel pobre desgraciado y conforme la sangre avanzaba las personas retrocedían. No pasó mucho tiempo para que la Guardia Roja de Vernam se hiciera presente, ahuyentando así a muchos de los curiosos. El caballero jefe de la cuadrilla, Morgan Herstorth ordenó a varios caballeros interrogar al dueño del puesto frente al cadáver, a varios presentes y el se encargaría de interrogar a la viuda.

—Señora Ludga lamento su perdida—dijo Morgan que conocía a la mujer.

La mujer no podía dejar de llorar, se encontraba devastada y parecía que en cualquier momento se desmayaría, así que Morgan pidió que trajeran agua a la pobre mujer la cual la tomó difícilmente entre su llanto.

—Señora Ludga lamento mucho lo que le ha pasado al Señor Ludga, pero es de suma importancia que nos diga que fue lo que sucedió.

La mujer alzó su mirada para mostrarle unos ojos hinchados por el dolor, respiró profundamente e hizo un esfuerzo para poder dirigirse al caballero.

—Sir Herstorth no comprendo que pasó—las lágrimas seguían bajando por sus mejillas—veníamos caminando normalmente y de pronto Arthur se desplomó...así sin más.

La señora Ludga no soportó más y dio inicio a su desconsolado llanto, Morgan se puso de pie ya que se había acuclillado para interrogar a la mujer y se acercó a uno de sus caballeros quien se encontraba interrogando al dueño del puesto más cercano. El pobre vendedor se encontraba bastante sorprendido por lo que había ocurrido y narraba al caballero como el señor Ludga venía caminando junto a su mujer muy contento y hasta cantando entre dientes, cuando súbitamente el hombre se desplomó en una serie de convulsiones cortas para luego desangrarse completamente en el suelo. Morgan caminó un poco más hacia otro caballero que interrogaba al anciano y al niño de los violines, pero la respuesta obtenida fue la misma. El señor y la señora Ludga caminaban alegremente lo cual el anciano notó por el gran sombrero de plumas que utilizaba la señora, y de pronto el hombre se desmayó sin ningún aviso. Aquella mañana los caballeros de la Guardia Roja obtuvieron la misma historia de la mayoría de las personas que interrogaron, todo parecía indicar que el pobre señor Ludga había sido asesinado con algún poderoso veneno y Morgan comenzaba a crear su lista de sospechosos siendo la señora Ludga la que encabezaba dicha lista, debido a cierto rumor sobre una aventura pasional que vivió Arthur Ludga en cierto prostíbulo, pero pronto esa idea la tendría que desechar ya que en los días siguientes se presentaron más cadáveres, todos desangrados hasta la muerte.

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