Capítulo 82: Madres de chicas otakus

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Fue esta pequeña anécdota la que terminé platicándoles a los demás miembros de SPEED, el siguiente sábado, día de reunión.

─¿Su madre? ─murmuró Gibrán al final de mi relato.

─¿Y ella no la reconoció? ─preguntó Mayra Páez.

─Martina una vez dijo que ella la vio por última vez cuando era casi una bebé ─dije─ Así que prácticamente no la recuerda.

─¿Y por eso no vino a la reunión? ─preguntó Claudio.

─Su madre la llevó de paseo a Sayula ─respondí─ Desde que llegó, esa señora ha estado viviendo en casa de sus abuelos y ella y Martina salen muy seguido a pasear.

─La consiente mucho al parecer ─dijo Angelina.

─Demasiado ─asentí.

─Además del hecho de que haya venido justo después del funeral del abuelo de Martina ─indagó Guadalupe.

─Por eso es que esto no me agrada nada ─dije─ Esa mujer no vino ni a la fiesta de XV años de Martina ni al funeral de su abuelo, pero justo después de eso, se aparece de la nada e intenta ganarse a Martina, cuando ella la dejó abandonada cuando era una bebé.

Entonces crucé los brazos y continúe:

─Esa señora podrá ser su madre biológica y lo que quieran, pero ella no la crio, así que no tiene derecho de venir a ganársela.

─Pero tú dices eso porque habías mencionado que tu madre también pasó por eso cuando era niña ¿no? ─me preguntó la líder de SPEED.

Mayra decía la verdad, y creo que hasta ese momento me di cuenta de que quizá mis sentimientos con respecto a aquella situación eran precisamente por eso, porque mi madre pasó por lo mismo.

Pero no respondí algo que todo el mundo ya sabía, al final solo se me ocurrió cambiar de tema:

─Hay otra cosa de la que les quiero hablar ─dije─ Como saben, ya se acercan las fiestas navideñas y algunos vecinos ya se están empezando a organizar para las posadas. La cosa es que a mis tíos les tocó celebrar la posada del día 23, así que, me gustaría que ese día, nos echaran la mano.

─¿Qué hay que hacer? ─me preguntaron.

─Ese día temprano hay que ir al mercado de Sayula a comprar los dulces y la piñata ─contesté─ Hay que comprar los suficientes para la piñata y para unos 30 aguinaldos quizá, creo que en el pueblo no hay muchos niños. Algunas mujeres vendrán a ayudarle a mi tía a preparar tamales y atole, supongo que nosotros podríamos encargarnos de adornar la casa, rellenar la piñata, preparar los aguinaldos, en su momento, de repartir la comida y cosas de ese estilo.

─Es una buena idea ─afirmó la líder─ Sobretodo porque creo que con esa actividad, podríamos apoyar un poco a Martina para que supere su duelo.

─Eso también estaba pensando yo ─dije.

Después de que acabó la junta, fui a casa de Martina para ver si ya había regresado con su madre.

Fue una coincidencia muy grande, porque llegué menos de un minuto después de que Martina y su madre habían llegado a la casa.

Estaba todavía lejos cuando las vi entrar.

La niña cargaba algunas bolsas con algo voluminoso adentro.

Su madre también cargaba algunas.

Por las etiquetas que pude ver en las bolsas, supuse que, fuera lo que fuera que hubieran comprado, lo habían comprado en una tienda departamental, lo cual les habría salido muy caro.

Yatareni (PRIMERA VERSION)Where stories live. Discover now